En los ríos más caudalosos de Sudamérica habitan unos peces que todavía son poco conocidos para la ciencia: las rayas de agua dulce. Emparentadas con los tiburones y con ancestros marinos, pueden alcanzar un tamaño de hasta un metro y medio de ancho y pesar más de 200 kilos.
Un estudio encabezado por investigadores del Instituto de Biología Subtropical (IBS, CONICET – UNaM) de la provincia de Misiones (Argentina) y publicado en la revista Biological Conservation indica que las poblaciones de rayas en el curso medio del río Paraná tuvieron una considerable disminución en los últimos 11 años. El trabajo, que se basó en datos de relevamientos realizados por dependencias del Ministerio de Agroindustria de Argentina, aportó evidencia de que esa reducción en la cantidad de ejemplares está directamente relacionada con la pesca.
La investigación abarcó la zona comprendida desde las ciudades de Resistencia y Corrientes hasta el delta del río Paraná –en la desembocadura hacia el Río de la Plata-, donde habitan 6 de las 32 especies de agua dulce conocidas en el mundo. “Nuestro trabajo logró evaluar la tendencia de abundancia de rayas y nos permitió elaborar propuestas para que se adopten medidas que permitan su conservación, teniendo en cuenta que estamos en una zona de alta diversidad”, señala Luis Lucifora, investigador independiente del CONICET en el nodo de Puerto Iguazú del IBS y primer autor de la publicación.
Los tipos de pesca que afectan a las rayas, explican los investigadores en el estudio, son diversos. En la parte que va desde la ciudad de Resistencia, en Chaco, hasta Reconquista, en Santa Fe, se practica principalmente la pesca deportiva. También hay pescadores artesanales que buscan al surubí, que se captura en el cauce principal del río con mallones, que son redes con aberturas muy grandes.
Si bien atrapan rayas con este método, la cantidad no es tan importante como en el tramo que va del centro de Santa Fe hasta el delta del Paraná, donde existe la pesca comercial del sábalo, que se hace con redes más chicas en la zona conocida como llanura de inundación, que son pequeñas lagunas y riachos que aparecen cuando el río baja y desaparecen cuando crece. “Ese es el hábitat más usado por las rayas, así que es donde más ejemplares se capturan y donde es más evidente su disminución”, detalla Lucifora.
Aunque en estos casos las rayas no son el objetivo final de pesca, los ejemplares son capturados y, en muchos casos, mutilados. “Cuando los pescadores encuentran una raya lo primero que hacen es cortarle la cola, ya que allí tiene un aguijón que tiene una función defensiva. Como no es lo que estaban buscando, las devuelven al río, donde pueden sobrevivir. En los relevamientos hemos detectado un número importante de ejemplares en estas condiciones. Eso nos permitió relacionar la abundancia en distintos tramos del Paraná con la presión de pesca. Y el resultado fue muy claro: las zonas donde hay más rayas mutiladas son las que tienen menor abundancia de estos peces”, indica el autor del trabajo.
En el IBS de Iguazú Lucifora lidera un grupo de investigadores que retomó los estudios sobre estos animales, con el objetivo de conocer su biología y aportar más datos para su conservación. “Los últimos trabajos que existían en Argentina acerca de las rayas de agua dulce son de la década del ‘70. El proyecto que estamos llevando adelante, en el que intervienen distintos grupos científicos, busca retomar una línea que se había abandonado hace 40 años”, detalla el investigador.
“Si no se toman medidas, la abundancia de las rayas en el Paraná -que es uno de los ríos de mayor biodiversidad del país- va a seguir disminuyendo. En una primera instancia, es muy importante que toda la región del tramo medio siga libre de represas, porque una de las especies más sensibles, la raya gigante (Potamotrygon brachyura), está estrechamente asociada a aguas corrientes”, indica Lucifora, al repasar las conclusiones del estudio. Por otra parte, resalta la necesidad de seguir avanzando en investigaciones que permitan conocer la biología reproductiva de las rayas para saber cuánto se puede explotar, ya que se trata de peces que están comenzando a despertar un mayor interés para consumo.
Fuente: noticiasdelaciencia.com