Durante mucho tiempo, el misterio en torno a la “brújula” que guiaba a los pájaros no acababa de resolverse. Se decía que su pico podía poseer esa brújula que les permite “ver” los campos magnéticos de la Tierra. Resulta que no. Todo se debe a una proteína recién descubierta en sus ojos.
Los hallazgos se acaban de publicar en dos estudios paralelos, uno a los petirrojos y otro a los pinzones cebra. Esta proteína del ojo de lo más sofisticada se llama Cry4, y es parte de una clase llamadas criptocromos: fotorreceptores sensibles a la luz azul que se encuentran tanto en plantas como en animales. Estas proteínas desempeñan un papel importante en la regulación de los ritmos circadianos.
Existían ciertas evidencias de que los criptocromos en los ojos de las aves son responsables de su capacidad para orientarse detectando campos magnéticos, un sentido llamado magnetorecepción. Ahora sabemos que los pájaros solo pueden detectar los campos magnéticos si hay disponibles ciertas longitudes de onda de luz, específicamente, los estudios han demostrado que la magnetorrecepción aviar parece depender de la luz azul.
Esto parece confirmar que el mecanismo es visual, basado en los criptocromos, que pueden detectar los campos debido a la coherencia cuántica. Para encontrar más pistas sobre estas proteínas, dos equipos de biólogos se pusieron a trabajar en conjunto. Investigadores de la Universidad de Lund en Suecia estudiaron a los pinzones cebra, y los investigadores de la Universidad Carl von Ossietzky Oldenburg, en Alemania, estudiaron petirrojos europeos.
El equipo de Lund midió la expresión génica de tres criptocromos, Cry1, Cry2 y Cry4, en los cerebros, los músculos y los ojos de los pinzones cebra. Su hipótesis era que las proteínas asociadas con la magnetorrecepción deberían mantener una recepción constante durante el día circadiano.
¿Qué descubrieron? Que, como era de esperar para los genes del reloj circadiano, Cry1 y Cry2 fluctuaban a diario, pero Cry4 se expresaba en niveles constantes, lo que lo convertía en el candidato más probable para la magnetorrecepción. Quizás igual de importante, el hallazgo fue respaldado por el estudio de robin, que encontró exactamente lo mismo. Según los investigadores:
También encontramos que Cry1a, Cry1b y Cry2 mRNA muestran patrones de oscilación circadianos robustos, mientras que Cry4 muestra solo una débil oscilación circadiana.
No sólo eso. Los investigadores también hallaron que Cry4 está agrupado en una región de la retina que recibe mucha luz, lo que tiene sentido para la magnetorrecepción dependiente de la luz. También descubrieron que los petirrojos europeos han aumentado la expresión de Cry4 durante la temporada migratoria en comparación con los no migratorios.
En cualquier caso, ambos conjuntos de investigadores advierten que se necesita algo más de investigación antes de que Cry4 se pueda declarar la proteína responsable de la magnetorrecepción tajantemente. La evidencia es sólida, pero no definitiva, y tanto Cry1 como Cry2 también podrían estar implicados en la magnetorrecepción.
Fuente: gizmodo.com