En 2020, el mundo fue testigo de un alarmante y enigmático fenómeno: la muerte masiva de cientos de elefantes en Botsuana, uno de los países con mayor población
En 2020, el mundo fue testigo de un alarmante y enigmático fenómeno: la muerte masiva de cientos de elefantes en Botsuana, uno de los países con mayor población de estos majestuosos animales. ¿Qué ocurrió?
Durante varios meses, científicos, conservacionistas y autoridades locales se enfrentaron a la difícil tarea de descubrir la causa de esta tragedia que generó gran preocupación a nivel mundial.
Los elefantes, reconocidos como una especie clave para el ecosistema africano, aparecían sin vida, muchos de ellos cerca de pozos de agua, en un escenario que despertó dudas sobre posibles enfermedades, envenenamiento o actividad humana.
Durante las primeras semanas, los investigadores barajaron diversas hipótesis que iban desde el envenenamiento intencionado hasta una enfermedad desconocida. Las imágenes de elefantes desplomados en zonas pantanosas o en plena sabana africana aumentaron la incertidumbre, ya que algunos parecían haber caído repentinamente, sin mostrar síntomas evidentes de sufrimiento previo.
Sin embargo, los informes preliminares descartaron la intervención humana en forma de caza furtiva, dado que los colmillos permanecían intactos en la mayoría de los cuerpos.
El cambio climático y la proliferación de toxinas tras la muerte de elefantes
Con el paso de los meses, las autoridades medioambientales y científicos locales, en colaboración con expertos internacionales, lograron identificar la causa de las muertes. La explicación fue tanto sorprendente como preocupante: la presencia de toxinas generadas por cianobacterias en las aguas que los elefantes solían beber.
Las cianobacterias, también conocidas como algas verdeazuladas, pueden proliferar rápidamente en cuerpos de agua estancada y producir toxinas letales bajo ciertas condiciones climáticas.
El cambio climático ha tenido un papel decisivo en la proliferación de cianobacterias en las fuentes de agua. Las altas temperaturas y la disminución de lluvias en la región provocaron que muchos pozos de agua se estancaran, creando el entorno perfecto para que estas bacterias se multiplicaran.
Al beber de estos cuerpos de agua contaminados, los elefantes ingerían grandes cantidades de toxinas que afectaban su sistema nervioso, provocando síntomas como desorientación, parálisis y, en última instancia, la muerte.
Botsuana, hogar de más del 30% de la población mundial de elefantes, se enfrentó así a un desafío ambiental sin precedentes. Esta situación ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de las especies animales frente a las alteraciones en su hábitat causadas por el cambio climático. Además, las autoridades subrayan la necesidad urgente de monitorear la calidad del agua en los ecosistemas africanos para evitar futuros episodios similares.
La amenaza constante de la caza furtiva sigue ahí
Aunque las muertes de elefantes en Botsuana en 2020 no estuvieron relacionadas con la caza furtiva, este sigue siendo uno de los principales peligros a los que se enfrenta la especie.
De acuerdo con datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), más de 20.000 elefantes son asesinados cada año en África debido al comercio ilegal de marfil. La demanda de colmillos, especialmente en mercados asiáticos, ha incentivado la actividad de redes de cazadores furtivos que operan en regiones como Tanzania, Kenia y Sudáfrica.
Los cazadores furtivos utilizan métodos cada vez más sofisticados, como el envenenamiento de pozos de agua o el uso de armas automáticas, lo que agrava la situación. A esto se suma la corrupción en algunas autoridades locales y la falta de recursos para combatir eficazmente este problema.
Los esfuerzos de organizaciones internacionales y gobiernos locales han permitido disminuir ligeramente el número de cacerías ilegales, pero la amenaza persiste y sigue siendo una de las principales causas de muerte de elefantes en el continente.
El cambio climático no solo ha sido responsable de la proliferación de toxinas en cuerpos de agua, sino que también ha generado eventos climáticos extremos que afectan directamente a los elefantes.
Periodos prolongados de sequía, cada vez más frecuentes en África, han reducido las fuentes de agua y alimento disponibles para estos animales, provocando muertes por deshidratación y malnutrición. Por otro lado, las inundaciones repentinas en algunas regiones también han causado la muerte de grupos enteros de elefantes, especialmente crías.
La tragedia de 2020 no solo ha puesto en evidencia los retos a los que se enfrentan los elefantes en el contexto del cambio climático, sino también la urgencia de un compromiso global para proteger a una de las especies más emblemáticas y fundamentales para los ecosistemas del planeta.
Fuente: eltiempo.es