En las redes sociales se están viralizando multitud de imágenes de animales salvajes entrando en las ciudades debido al confinamiento de la población por la pandemia del COVID-19. Sin embargo, muchas de estas imágenes están sacadas de contexto o son directamente falsas. Hablamos con un biólogo sobre cómo está afectando realmente a la fauna nuestra ausencia.
Delfines llegando a las costas de Venecia, donde la ausencia de población por la reclusión del coronavirus ha hecho que las aguas de sus canales se vuelva cristalina. Monos en Tailandia peleando por un poco de comida en mitad de la ciudad. Osos recorriendo las calles de pueblos de Asturias. Cabras entrando en las plazas de los pueblos, jabalíes recorriendo la avenida Diagonal de Barcelona; o elefantes entrando en aldeas de China y emborrachándose al beber grandes cantidades de vino de maíz.
De estos seis casos de fauna salvaje ‘recuperando’ su hábitat o entrando a sus anchas a las ciudades como si estuviéramos en Jumanji, solo tres son verdaderos.
El resto son noticias y vídeos falsos, a menudo procedentes de imágenes tomadas antes de la crisis por el coronavirus o directamente inventadas. Los supuestos delfines grabados en las aguas de Venecia se habían tomado en realidad meses atrás en Cerdeña. Por supuesto, ningún grupo de elefantes se ha emborrachado con vino. Y las cabras que también se han viralizado en España circulando por la plaza de Chinchilla (Albacete) en realidad se filmaron como tarde el 11 de marzo, días antes de que se declara el Estado de Alarma en España y se restringieran los movimientos de la población.
A ello se suma que imágenes como los jabalíes recorriendo las calles de Barcelona -que se llevan reportando de forma cíclica desde 2016 por el aumento de su población en los montes que rodean la ciudad- o incluso el avistamiento de osos en pueblos asturianos y leoneses: aquí por ejemplo se recoge un caso similar ocurrido el pasado mes de septiembre, cuando un oso bajó a comer de contenedores.
Eso no niega la mayor; que entre algunas imágenes descontextualizadas y que buscan tener repercusión en redes, se esté dando de verdad este fenómeno. Gracias o por culpa del confinamiento de la población a causa del COVID-19, muchos animales salvajes estén haciendo incursiones en la ciudad desde el campo, y también que la propia fauna urbana esté cambiando su comportamiento ante nuestra ausencia.
Álvaro Luna es doctor en Biología y autor del libro Un leopardo en el jardín, sobre fauna urbana y cómo la ciudad se ha convertido en un ecosistema en sí mismo para muchas especies. Él explica a Hipertextual que es normal que ante menor actividad en las ciudades algunas especies se adentren en ellas:
“Hay fauna salvaje que habita la ciudad o la explota puntualmente. Por ejemplo, cada año se vive alguna anécdota de osos cruzando algún pueblo del norte, y los jabalíes y zorros habitan parques periurbanos y barrios de varias ciudades de España. Lo que sí que puede darse es que ante nuestra ausencia se aventuren más y lleguen en sus incursiones a zonas más céntricas, pero igualmente cuando todo esto pase retrocederán y volverán al punto previo a la cuarentena”, cuenta.
«Es lógico que algunas especies se aventuren en las ciudades, pero se volverán a ir cuando regresemos a las calles»
La otra gran pregunta quizá sea si estos animales que han iniciado sus particulares aventuras urbanitas, las mantendrán una vez que todo vuelva a la normalidad, algo que Luna descarta. “No lo creo, ya que aunque son tolerantes a la presencia humana y sus actividades en España aún no se ha llegado al grado de urbanización que los zorros alcanzan en Inglaterra, por ejemplo. Por parte de los ciudadanos no creo que se tolerase la presencia diaria de ciertos animales en ciudades enteras. Creo que se marcharán por sí mismos cuando vuelva el ruido, las luces y la gente, y si no ya haríamos nosotros para que se fueran”, comenta.
Los cambios de comportamiento de las especies dependientes del ser humano
Otro género propio dentro de las imágenes que estos días se han viralizado son las de especies que, en situaciones naturales, no habitan las ciudades, pero que debido a la situación de cuarentena han cambiado su comportamiento ante la ausencia de humanos.
Ese ha sido el caso por ejemplo de los ciervos del parque de Nara, en Japón, acostumbrados a ser alimentados por los decenas de miles de turistas que visitan esta ciudad monumental cada año. De hecho, en el propio parque, hay puestos que venden galletas a los turistas para que se las den a los ciervos, completamente dóciles y acostumbrados a la presencia humana. Ahora, debido a la falta de turistas, algunos de los cérvidos han comenzado a salir de los parques en busca de alimento por las calles de la ciudad.
Para Álvaro Luna, el problema de base está en la dudosa práctica de alimentar poblaciones de fauna silvestre de forma artificiosa. “Estos casos son muy esclarecedores de lo que puede ocurrir cuando se alimenta a fauna silvestre de un modo exagerado, por eso, entre otros motivos, suele ser una práctica poco ética que se persigue. Se puede comprobar en Gibraltar y Asia con los monos, en Iguazú con los coatíes…”, señala el biólogo, al que pedimos que valore también las imágenes de decenas de monos enfrentados en zonas urbanas de Tailandia estos días por comida.
“En el caso de los ciervos y los monos de Tailandia que han aparecido en vídeos hablamos de poblaciones muy elevadas de forma artificial, dependientes del aporte humano diario, y en cuanto eso se ha acabado este aporte esos animales han tenido que reinventarse rápido o desesperarse. El hambre aprieta. El problema no es que no sepan buscar comida, es que hay muchos para la comida real que ofrece el sitio de forma natural. Si es que podría haber población alguna [de esas epecies] en esos lugares”, valora.
¿Les pasará algo a las palomas y otras especies urbanitas?
Luna explica que aunque a menudo nos pase desapercibido, la ciudad se ha convertido ya en un ecosistema propio para muchas especies, que ahora durante el confinamiento pueden llamarnos la atención. Otras, como las palomas o los cada vez más complicados de ver gorriones, siempre han estado ante nuestros ojos, formando parte del paisaje de las ciudades. Y ahora, durante la curentena, alguna voces han pedido que la gente siga preocupándose por su alimentación ya que ahora no hay tanta gente por la calle generando restos de comida de las que se solían alimentar.
Mensajes como “pon migas de pan en tu ventana, las palomas se van a morir sin gente en la calle”, han tenido bastante movimiento en redes. ¿Pero están en lo cierto?
“Es un tema complicado. La gente suele echar a esos animales pan, que en primer lugar es un alimento inapropiado. Pueden pasar más hambre estas semanas aquellos animales que fueran más dependientes de los restos que esparcimos diariamente a propósito o sin querer, pero vno va a producirse un colapso, ni se van a hundir sus poblaciones”, comenta Luna, quien cree que algún cambio en su comportamiento para conseguir nuevas fuentes de alimento se puede dar, pero que no cree “que la gente empiece a echar comida por la ventana aporte nada”.
Cuestión distinta es lo que puede pasar más allá de las ciudades. Saliendo de la visión urbano-céntrica que también está teniendo esta crisis, el tráfico rodado y la actividad en zonas rurales también ha caído con fuerza, “y eso sí que puede ser un factor determinante para la recuperación de algunas especies”, nos dice Luna.
“A mi juicio la naturaleza fuera de las ciudades va a salir beneficiada, al estar paralizada la caza, menos molestias los fines de semana en el campo, menos tráfico,etc. No es que a largo plazo vaya a tener un efecto, pero sí que la supervivencia y éxito reproductor de ciertas especies, para este año, puede ser mejor”, opina, poniendo como ejemplo los anfibios, que tienen una gran mortalidad provocada por atropellos, aunque sea mucho menos visible que los que se dan con jabalíes, ciervos o corzos.
Lo que sí que parece evidente es que este confinamiento de ventana no está permitiendo ser mucho más conscientes de la presencia de fauna en las ciudades. “Puede ser un buen momento para que, ya que no hay otra cosa que hacer, la gente comience a valorar positivamente la naturaleza de su entorno, a darse cuenta de que hay más de lo que parece, una biodiversidad de barrio digna de atención”, comenta Álvaro Luna, quien recomienda seguir proyectos como el que ha iniciado la asociación Ecourbe, donde ayudan a identificar aves y otro tipo de fauna que estos días la gente está viendo desde sus casas.
Fuente: hipertextual.com