Durante el año pasado, el área del mayor agujero de ozono (un área en la que la capa de ozono se debilita en la estratosfera de la Tierra) del mundo, que se encuentra sobre la Antártida, se ha reducido en aproximadamente dos millones y medio de kilómetros cuadrados, quedándose en una extensión de poco menos de 20 millones de kilómetros cuadrados. Es decir, su tamaño ha alcanzado niveles de 1988, según la Agencia Espacial estadounidense, NASA.
Se descubrió por primera vez en la década de los 70 y creció rápidamente debido a la mayor concentración en la atmósfera clorofluorocarbonos. En 1985 se firmó el Protocolo de Montreal, que regulaba estrictamente la liberación de estas sustancias, para proteger la capa de ozono. El acuerdo ha sido firmado ya por 196 estados y se espera que el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida recupere los niveles de 1980 alrededor de 2070.
La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU., NOAA, y la NASA colaboran para monitorear el crecimiento y la recuperación del agujero de ozono cada año. Sus mediciones mostraron que el agujero alcanzó su punto más alto el 11 de septiembre, cubriendo un área aproximadamente dos veces y media mayor que Estados Unidos (12,2 millones de kilómetros cuadrados) y luego disminuyó durante el resto de septiembre y hasta octubre. En 2016, las temperaturas estratosféricas más cálidas también limitaron el crecimiento del agujero de ozono. El año pasado, el agujero de ozono alcanzó un máximo de 14,3 millones de kilómetros cuadrados, 3,2 millones de kilómetros cuadrados menos que en 2015. El área promedio de estos máximos diarios de agujero de ozono observados desde 1991 ha sido de aproximadamente 16 millones de kilómetros cuadrados.
El radio más pequeño alcanzado en 2017 estuvo fuertemente influenciado por un vórtice antártico inestable y más cálido que ayudó a minimizar la formación de nubes estratosféricas polares en la estratosfera inferior. La formación y persistencia de estas nubes son importantes primeros pasos que conducen a las reacciones catalizadas por cloro y bromo que destruyen el ozono, dijeron los científicos. Estas condiciones antárticas se parecen a las que se encuentran en el Ártico, donde el agotamiento del ozono es mucho menos grave.
Pero aún no podemos cantar victoria, los científicos afirman que esta aparente recuperación en 2016 y 2017 se debe a la variabilidad natural y no a una señal de curación rápida. Detectado por primera vez en 1985, el agujero de ozono antártico se forma durante el hemisferio sur a finales del invierno, ya que los rayos del sol que regresan catalizan reacciones que involucran formas de cloro y bromo, químicamente activas, creadas por el hombre. Pese a los avances en la conservación de esta capa, el área actual del agujero de ozono sigue siendo grande porque los niveles de estos elementos siguen siendo lo suficientemente altos.
Científicos del Stockholm Environment Institute (SEI, Suecia) de la Universidad de York (Reino Unido) publicaron en agosto nuevas cifras que muestran las consecuencias de una exposición a largo plazo al ozono. Aseguran que, en 2010, la exposición a largo plazo a la contaminación atmosférica de este gas contribuyó a alrededor de un millón de muertes prematuras por causas respiratorias a nivel mundial, aproximadamente una de cada cinco de todas las muertes respiratorias. Esto supera en un 125 % las estimaciones anteriores de los impactos mundiales de la salud del ozono. Los hallazgos se basaron en los resultados de un reciente análisis de la asociación de la exposición a largo plazo al ozono y la mortalidad respiratoria en 670.000 adultos.
Fuente: NASA