El experto afirmó que los mayas no tenían un dios relacionado con Venus, lo que tuvieron fue un conjunto de deidades para los distintos aspectos de este planeta, como si fuera un cuerpo colegiado
El Códice de Dresde, que pertenece al posclásico tardío y se ubica en Alemania, fue uno de los manuscritos jeroglíficos a los que hizo referencia Erik Velásquez García, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, al impartir la conferencia Las tablas de Venus en los códices mayas, transmitida en vivo el 16 de agosto por las plataformas digitales de El Colegio Nacional.
La sesión formó parte del ciclo Universidades por la ciencia. Año Internacional de Ciencia Básica en Desarrollo Sostenible, coordinado por el colegiado Jaime Urrutia Fucugauchi; Dionisio Meade Gracía y Araceli Rodríguez de Fernández, de Fundación UNAM; y Araxi Urrutia, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Velásquez García, quien es especialista en epigrafía de los antiguos mayas, comentó que ambos códices hacen referencia a Venus y a su relación con los eclipses. El experto descifró el glifo con el que se designa colectivamente a las deidades involucradas con el segundo planeta del Sistema Solar, un astro que tiene una temperatura de 450°C, cuenta con una rotación inversa a la de la Tierra y un ciclo aproximado de 583.94 días. “Los mayas nunca lo vieron de esa forma, lo vieron como si fuera una gran estrella, de hecho, uno de los nombres que le dieron es la gran estrella”.
En palabras del investigador, Venus es, después del Sol y la Luna, el astro más brillante del firmamento y los mayas lo consideraron el hermano mayor del Sol. Recordó que los mayas calcularon su ciclo en 584 días, un cómputo que les facilitó las cosas para unos aspectos y se las dificultó para otros.
Explicó que, visto desde la Tierra, Venus tiene cuatro momentos especiales, uno, que se llama estrella de la mañana, cuando sale por el oriente antes de la puesta del Sol y que se estima dura 273 días; el segundo, consiste en su desaparición a simple vista por un lapso de 50 días, momento al que los astrónomos llaman conjunción superior; después, aparece en el atardecer en el horizonte del poniente, cuando el Sol se oculta por la tarde y es un fenómeno conocido como estrella de la tarde; en el cuarto, deja de verse, desaparece por un periodo irregular aproximado de ocho días y es llamado conjunción inferior. “Se puede pensar que este ciclo dura 584 días”.
Velásquez García describió que el bibliotecario alemán Ernest Förtemann fue quien dedicó muchos años de su vida a analizar el Códice de Dresde y descifró la mayor parte del contenido calendárico y numérico. Descubrió el sistema de la cuenta larga, que cuenta días por posiciones que eran representadas por líneas y puntos. “Hay cinco páginas, de la 46 a la 50, en la que Förteman determinó que se trataba de una tabla del planeta Venus. Una de las grandes pistas en las que se basó fue en la secuencia, encontró la secuencia de 236 días, luego la de 90 días, le seguía un periodo de 250 días y al final uno de ocho días, entonces, contando todos estos números suman 584, lo que le dio la pista de que esto se aproximaba al ciclo sinódico de Venus”.
Al referirse a las deidades asociadas con Venus, el experto afirmó que los mayas no tenían un dios relacionado con este objeto cósmico, lo que tuvieron fue un conjunto de deidades para los distintos aspectos de este planeta, como si fuera un cuerpo colegiado. “Debido a que Venus pasaba mucho tiempo de su ciclo oculto a la vista humana, los pueblos mesoamericanos creían que, en realidad, estaba en el inframundo y el inframundo es un lugar cargado de muerte, enfermedades y desgracia, de tal manera que, cuando salía el planeta, eran temidos sus primeros rayos de luz y pensaban que había que resguardarse de éstos”.
Entre los dioses asociados con el planeta, se encuentra el que rige los 584 días del astro, que tiene por nombre Ha’al Ihk’ Mam Chak Ek y quiere decir “abuelo negro de la lluvia”. Esta figura aparece en la página 46 del Códice de Dresde y es la personificación de Chak Ek, la gran estrella. Sin embargo, el principal dios de todos los relacionados con este objeto celeste fue el 1 Ahau, que se refería a la primera salida de la estrella de la mañana, puntualizó el especialista.
“Casi todos los augurios que vemos en la tabla de Venus del Códice de Dresde se refieren a desgracias para los seres humanos, para el maíz, para el agua. Significa que habrá sequías, pestilencias, desgracias para las ciudades, era algo verdaderamente muy temido. Por cada página tenemos cinco dioses”.
En palabras del ponente, las duraciones que los mayas le dieron a Venus no encajan con las de los astrónomos de la actualidad debido a que esta cultura se basó en lunaciones, mismas que tenían una duración aproximada de 29 días. “Los mayas sí, tenían la capacidad para anticiparse a estos ciclos, los conocían muy bien, pero no les interesaba tanto la exactitud, lo que vemos en las tablas de Venus es que las fechas están manipuladas por los mismos mayas para que sus ciclos pudieran predecir posibles eclipses y para que estas fechas encajaran con el calendario especifico de 260 días”.
Agregó que a los mayas les interesaba profundamente averiguar cuándo habría un eclipse debido a que les temían profundamente, “porque pensaban que durante los eclipses el Sol o la Luna podían ser devorados por un agente en el cielo que era identificado con el planeta Venus. A Venus lo culpaban de quererse comer al Sol o la Luna durante estos fenómenos”.
De acuerdo con el investigador, las indicaciones sugieren que los movimientos de Venus fueron usados por los mayas para predecir eclipses. “Quizá esta es la razón por la cual después de la tabla de Venus del códice de Dresde, está la tabla de los eclipses que tiene una duración de 405 lunaciones”.
Fuente: El Colegio Nacional