Para alejarse del dolor, el organismo tiene mecanismos eficientes como las neuronas: Tamara Luti Rosenbaum
Para sobrevivir a las condiciones extremas del planeta, los organismos han desarrollado dos capacidades importantes, la termocepción, es decir la capacidad para sentir la temperatura; y la nocicepción, que se refiere a la facultad de percibir dolor, comentó Tamara Rosenbaum, Doctora en Ciencias Biomédicas, al participar en la segunda sesión del ciclo Olores, sabores y dolores: una visión neurobiológica, coordinado por el colegiado Pablo Rudomin y el doctor Ranier Gutiérrez, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), del Instituto Politécnico Nacional.
La mesa interdisciplinaria, transmitida en vivo el 18 de abril por las plataformas digitales de El Colegio Nacional, también contó con la participación de los especialistas Francisco Julio Pellicer, director de Investigaciones en Neurociencias del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, y Gilberto Castañeda, investigador del Departamento de Farmacología del CINVESTAV.
Al tomar la palabra Tamara Rosenbaum, académica del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, impartió la conferencia Aceite de olivo, veneno de víboras y las moléculas del dolor, sostuvo que, sin la capacidad del dolor, los seres vivos no podrían darse cuenta del peligro y se harían daño: “para alejarse del dolor, el organismo tiene mecanismos eficientes como las neuronas”.
Por ejemplo, cuando un niño toca un sartén caliente, el calor se detecta por receptores especializados que viajan por diferentes neuronas y llegan al cerebro. El cerebro interpreta la señal, decide y ordena mover la mano: “para poder transmitir señales se necesita la electricidad a través del paso de iones, es como cuando se prende un switch en un cuarto para encender la luz”.
La experta se refirió a los canales iónicos, receptores especializados que permiten detectar señales como la de frío, calor y dolor: “no todos son iguales, hay una relación estrecha entre el tipo de canal iónico y el estímulo que lo activa. Están los que se activan por estímulos mecánicos como cuando te dan un pellizco, hay otros que reaccionan a las temperaturas, otros a la presencia de impulsos eléctricos, y los últimos a los compuestos o ligandos químicos”.
De acuerdo con la especialista, los canales iónicos son máquinas moleculares, estructuras embebidas en la membrana, que se forman de engranes y tienen una forma similar al tipi, a la casa de los indios norteamericanos, pero invertida. Cada uno de los engranajes de esta máquina es una pieza en el rompecabezas y tiene funciones distintas, algo parecido al juego de la llave con la herradura, no todas las llaves abren todas las puertas.
Rosenbaum refirió los canales iónicos llamados TRP o receptores del potencial transitorio, que se encuentran en toda clase de organismos, vertebrados e invertebrados, se ubican en varios órganos, y juegan diferentes papeles en la fisiología, en la visión, el gusto, en la función del riñón y en los estímulos nocivos. Explicó que existen diferentes tipos de dolor, el agudo, aquel que se va y no es patológico como cuando te pinchas con una aguja; el inflamatorio, que tiende a ser más duradero que el agudo; y el crónico, que perdura y se considera patológico.
“El canal TRPV1 tiene que ver con el dolor, con la comezón y detecta la inflamación. Estos canales se adaptan, se desensibilizan y la neurona que los está expresando durante un rato se apaga. Si se investigan los canales a nivel molecular, se puede entender cómo cada una de las cosas que producen dolor pega a diferentes partes”, señaló Rosenbaum .
Recordó que otro tipo de dolor es el provocado por la víbora de cascabel, que tiene en su veneno una sustancia que aumenta la presencia de moléculas conocidas como LPA, un tipo de moléculas que se elevan en el cáncer de huesos y generan dolor crónico. Pero también existen reguladores negativos, es decir aquellos que podrían servir para inhibir o quitar el dolor, entre los que se encuentra la molécula llamada ácido oleico, que está presente en el aceite de olivo, en los aguacates, en las semillas de girasol.
“Se parece al LPA, pero cuando se aplica funciona en diferentes niveles. Aquí es como en las llaves, para el ácido oleico hay una llave para cada cuerpo. El aceite de olivo quita la capsaicina —la sustancia que se encuentra en los chiles y provoca el picor— y disminuye el dolor. A través de este tipo de investigación, hemos podido desarrollar terapias para varias enfermedades”, finalizó la experta.
Dolor, uno más de los sentidos
Por su parte Francisco Julio Pellicer Graham, director de Investigaciones en Neurociencias del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, dictó la ponencia Dolor, uno más de los sentidos y expuso que hay más de cinco sentidos. Además del olfato, la vista, el gusto, el tacto y el oído, están otros como el equilibrio y el dolor: “de lo que se trata es que nosotros como organismo tenemos una serie de traductores que nos ponen en contacto con lo externo, lo que no somos nosotros, y que nos ponen en contacto con el medio interno, que son en realidad sensores de energía luminosa”.
En palabras del experto en fisiología del dolor neuropático, lo anterior sirve para la protección: “nosotros nos percatamos del mundo gracias a que tenemos ciertas protecciones. Hemos evolucionado para que los órganos estén protegidos, por ejemplo, las costillas protegen zonas vitales”.
Agregó que estos traductores biológicos se descubrieron hace casi dos siglos y existen varios receptores ligados a sentidos como el tacto: “están los receptores de Krause que son los de la temperatura normal, el frío y el calor, pero hay un umbral con lo cual esto comienza a complicarse, no sólo se activan o inactivan como un todo o nada, sino que se activan con cierto grado de energía física”.
En 1994, la Organización para el Estudio del Dolor definió a este término como una experiencia desagradable en lo sensorial y lo emocional, que se asocia con una lesión tisular real o posible, o que se describe en función de dicha lesión. “Dos años después, el doctor Steve Chapman agregó que la emoción no es simplemente la consecuencia de una sensación dolorosa, sino que es en sí una parte fundamental de esta experiencia. Es decir, que la alarma tiene que ser desagradable, de lo contrario, no sería alarma”, explicó el experto.
Pellicer Graham expuso que existen cuatro elementos importantes constituyentes de la fisiología del dolor: la sensación, la percepción, la conciencia y la empatía: “los receptores del dolor están catalogados como de umbral alto, lo que significa que se necesita una cantidad importante de energía para activarlos. Por ejemplo, las salsas nos encantan, porque tienen la particularidad de hacer que se liberen sustancias que producen dolor, en particular la sustancia P”.
Narró que se realizó un experimento en el que se le presentaron a dos pacientes dos imágenes, la primera, era unas tijeras cortando un dedo, y la segunda, una cara con signos de dolor: “Lo interesante fue ver que una de las personas sintió empatía y activó su sistema de dolor, mientras que la otra tenía insensibilidad congénita, no lo activó, porque simple y sencillamente no tiene significado para él, nunca ha sentido dolor y, por lo tanto, esta cara para él no significa nada”, finalizó.
El dolor como un fenómeno biológico, psicológico y social
Al tomar la palabra, Gilberto Castañeda Hernández, investigador titular del Departamento de Farmacología del Centro de Investigación y estudios avanzados del IPN, impartió la ponencia El dolor como un fenómeno biológico, psicológico y social. Aseguró que el dolor es una experiencia personal influenciada en diferentes grados por factores biológicos, psicológicos y sociales.
Explicó que la nocicepción es la parte puramente biológica del dolor, pero nocicepción y dolor no son iguales: “el dolor tiene una parte emocional y se distingue por estos factores, lo que percibimos como malestar no es el resultado directo de una lesión”.
De acuerdo con el farmacólogo, el conocimiento científico en dolor ha avanzado mucho y, sin embargo, los enfermos están insatisfechos con su tratamiento: “hay literatura que muestra que los pacientes no están contentos, por lo tanto, no estamos haciendo la tarea, estos avances no se están traduciendo en una mejor calidad de vida para los pacientes con dolor”.
Puntualizó que se tiene que comenzar a conceptualizar el dolor como un fenómeno biológico, psicológico y social, por lo tanto, se necesitan considerar estos elementos para la optimización de la analgesia: “cuando hay un analgésico nos interesa lo que sucede con los mecanismos periféricos, es decir en los tejidos en los mecanismos centrales”.
El especialista se refirió a los conceptos de placebo, un estímulo psicológico inducido, y nocebo, una expectativa desfavorable, esto es el dolor y su expectativa: “las experiencias vividas con anterioridad juegan un papel importante, por ejemplo, cuando un niño va al dentista ya sabe lo que pasará, aunque no se atienda, imagina el dolor. Sabemos que el dolor que percibe el paciente no solamente depende de lesiones, sino también del contexto”.
De acuerdo con Castañeda Hernández, en la parte social un elemento necesario a contemplar es el factor cultural: “depende de la cultura, de cómo se comunica el dolor, de las creencias y cómo se lidia con esta sensación. Si no se aplica este factor para los tratamientos, el trato con el paciente no va a ser el óptimo. Ha habido grandes avances en la caracterización de los factores biológicos, en las neurociencias y en los aspectos integrativos como el modelaje fármacocinético-farmacodinámico, que han permitido el diseño de estrategias altamente eficaces, Sin embargo, el alivio del dolor en la práctica clínica está aún lejos de ser óptimo”.
Enfatizó que el conocimiento de las bases biológicas del dolor y la analgesia por parte de los médicos es mínimo y su tiempo de estudio dedicado en las escuelas es nulo: “se deben considerar los aspectos culturales en el tratamiento del dolor, sobre todo, en dolor crónico y cuidados paliativos. Los factores biológicos, psicológicos y sociales del dolor y la analgesia deben ser incluidos en los programas de estudio de medicina y otras profesiones relacionadas con la salud”, finalizó.
El Colegio Nacional