Icono del sitio INVDES

Nuestros ancestros fueron un grupo pequeño que llegó a América hace 18 mil años: Guillermo Acosta Ochoa

“En los libros de texto se llega a hablar de las primeras sociedades como la sociedad olmeca, la cual se ha dado en llamar cultura madre. Probablemente, las culturas madre —porque tenemos que hablar en plural— sean mucho más antiguas”, destacó el especialista

Si queremos saber más sobre quienes llegaron por primera vez a América, el panorama se vuelve cada vez más complejo, aseguró Guillermo Acosta Ochoa, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, al dictar la conferencia “Los primeros habitantes del territorio mexicano: del poblamiento inicial al desarrollo aldeano”, como parte del ciclo La arqueología hoy, coordinado por Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional.

Buena parte de los resultados forman parte de un grupo interdisciplinario, tanto de colegas de la UNAM, del INAH, incluso, de otras universidades fuera del país y, en particular, lo que no deja de ser importante, “porque tal vez no hemos dado la atención suficiente a aquellas sociedades que nos hacen ser lo que actualmente somos como seres humanos”.

Para ello se parte de distintas preguntas: ¿Cómo era el nuevo mundo en la última edad del hielo? ¿Cómo era la tecnología de estas primeras comunidades? El especialista aseguró que cuando habla “de pobladores de comunidades, me refiero a hombres y mujeres, pero también a infantes y ancianos, pues hay actores que, a veces, dejamos fuera dentro de la historia como grupos colectivos”.

“¿Cuándo ingresaron al actual territorio? ¿Qué aspecto tenían? Y, por último, ¿cómo transitaron hacia la domesticación y el origen de la agricultura? Son otras preguntas que se planteó el especialista durante la conferencia, celebrada de forma presencial en el Aula Mayor de la institución.

“Nosotros evolucionamos como cazadores-recolectores, nos dispersamos desde África a través del mundo y llegamos a América, aun cuando todavía existen debates al respecto”, señaló el investigador. Sin embargo, de la parte de la historia humana en la que nosotros estamos presentes en el nuevo mundo, “probablemente sólo se conoce una parte de ella”, al grado que cuando se habla del desarrollo de la civilización y de las sociedades prehispánicas, generalmente se cuenta la historia a partir de las sociedades del llamado preclásico”.

“En los libros de texto se llega a hablar de las primeras sociedades, como la olmeca, la cual se ha dado en llamar cultura madre. Probablemente, las culturas madre — porque tenemos que hablar en plural— sean mucho más antiguas y tengamos que reconocer que este periodo, muy importante, por supuesto, en realidad forma parte sólo del 20 por ciento de la historia humana que hemos vivido en el nuevo mundo”.

Al hacer cronología sobre este poblamiento, el doctor en Antropología por la UNAM aseguró que se de empezar hace 18 mil años, aproximadamente, cuando se produjo el último máximo glacial —todavía existen algunas discusiones sobre cuándo se inicia esta colonización—, para seguir con la extinción de la megafauna. “Aún existen algunos cuestionamientos sobre si los humanos realmente son responsables de esto, pero hay cierta coincidencia con la llegada de los primeros humanos y su extinción, aunque también con el fin de esta última edad de hielo, denominada Pleistoceno, de alrededor de hace 12 500 años”.

El hemisferio norte se convertía en un gran puente terrestre, por el cual pudieron haber ingresado los primeros pobladores, lo que se asumió durante mucho tiempo; en la actualidad, se sabe que se trató de algo mucho más complejo, se formularon diversas teorías o hipótesis, algunas de las cuales ya no son válidas en la actualidad, enfatizó Guillermo Acosta.

Hace algunos años se formuló una hipótesis “solutrense”, en donde se asumía que incluso podían haber llegado europeos de la tradición solutrense, definida como cierto tipo de tecnología del paleolítico superior europeo, entre 20 mil y 18 mil años, que pudieron ingresar al este de Norteamérica, “porque ahí se empezaron a encontrar los sitios más tempranos”.

A partir de eso también tendríamos que reformular ciertos estudios, porque se va a buscar a los primeros pobladores y, en realidad, el poblamiento más viable fue costero, entonces es posible que no se puedan encontrar estos sitios porque están sumergidos, “entonces tendríamos que empezar a hacer arqueología subacuática, lo que se está empezando a hacer y están encontrando estos sitios muy tempranos”.

“Si queremos encontrar sitios o yacimientos tempranos, tendríamos que buscarlos en una franja del Pacífico para hacer ciertas predicciones. De hecho, es curioso que ahorita estamos encontrando una gran cantidad de restos humanos muy tempranos, precisamente en esta franja oriental de Quintana Roo.

“Si queremos saber más sobre los ancestros que llegaron por primera vez a América, les puedo decir que hasta este momento no hay un consenso, de hecho, probablemente cada vez que se encuentran más sitios, el panorama se hace más complejo”, porque existe una gran cantidad de tecnologías de esas épocas que habían servido para hacer los fechamientos.

Por ADN, ahora sabemos que no existe ningún ancestro común con estas poblaciones de Europa; es decir, todos los primeros americanos proceden de Asia, y nuestro ancestro común en realidad evoluciona en algún momento entre hace 22 mil y 18 mil años, “generaron un pool genético, no habían ingresado todavía al resto del continente, simplemente habían llegado a América sin saberlo y cuando aumentan nuevamente los niveles del mar e ingresan, ya sea por la ruta costera o por la ruta continental, empiezó a haber una diversificación enorme de estas tecnologías”.

Desarrollo aldeano

Lo primero que habrá que entender es que cuando llegan a la región mesoamericana, estos primeros pobladores, que seguramente no eran esquimales, traían una tecnología que debió parecerse mucho a la de éstos, con abrigos bastante calurosos, por ejemplo, para poder ingresar a un entorno prácticamente preglaciar, pero cuando llegan a México, cruzan los trópicos, tienen que cambiar todo su sistema cultural, describió Guillermo Acosta Ochoa.

Estos cazadores del Amazonas realmente tienen muy poco que ver con estos esquimales, a pesar de que ambos eran sociedades cazadora-recolectoras. De hecho, cuando ingresan a la zona de México, que también a nivel de fauna se llama región mesoamericana, toda esta fauna que ingresó junto con los primeros nativos, en realidad ni siquiera se habían dado cuenta que habían llegado al continente, no existía como tal.

Al cambiar todo su sistema cultural se produjo un sistema de propulsión que permitía que ciertas herramientas, como unos dardos, se pudieran lanzar mucho más lejos y de manera efectiva, con una gran fuerza; sin embargo, cuando se ingresa a una selva tropical, esa herramienta se vuelve poco eficiente, se hacen arcos cortos o se elaboran hamacas como un elemento valioso, porque les permite dormir perfectamente, en un lugar hacerlo a nivel de piso, donde seguramente habrían muchos bichos con cuales tendrían que lidiar”.

El problema es que buena parte del material cultural de los desechos de estos antiguos pobladores eran materiales orgánicos, por lo que se destruyen muy fácilmente en los contextos tropicales, donde hay mucha humedad, mucho calor y poco desarrollo de suelo, es por eso que las cuevas son un entorno mucho más útil para los arqueólogos, a fin de obtener evidencias de estos primeros pobladores.

En su conferencia, Acosta Ochoa aseveró que no puede considerarse como algo negativo que haya mucho más rigor al datar elementos que son de manufactura humana, en especial porque, por ejemplo, hay mucho carbón que es de orden ambiental, resultado de un arrastre, lo que “pudo haber sucedido en sitios como el Cedral, donde se encontró un artefacto”.

“Aquí en la cuenca de México continuamente hemos llegado a encontrar grandes fisuras que se hacen y que por ahí migran materiales arqueológicos cuando estamos en contexto lacustre, estas arcillas expansivas generan grandes grietas y pueden migrar material; por eso no basta con decir: ‘tengo un artefacto y una fecha’. Muchos de estos sitios —lo hemos aprendido también de nuestra maestra Linda Manzanilla—, debemos entenderlos dentro de sus contextos de actividad”.

Hasta hace 20 años, en palabras del investigador, todavía existía la hipótesis de que los primeros pobladores traían una tecnología del paleolítico de puntas acanaladas, y que habían ingresado de manera acelerada a finales de la última edad de hielo, y que habrían recorrido, de forma muy acelerada, todo el continente hasta Sudamérica, en prácticamente menos de un milenio.

“Sí existían tecnologías similares, no idénticas, en toda esta región mesoamericana y en Centroamérica, pero lo que ya se sabía era que estas parecían ser de tipologías más tardías de las que eran realmente en Estados Unidos y en el norte de México”.

De acuerdo con el especialista, deben de estar sitios anteriores al 14 mil, lo más temprano que han identificado plenamente en México. “Estoy seguro de que debemos encontrarlo, aunque no deben ser demasiados sitios. Sabemos que hay un boom demográfico, de repente tenemos una docena de restos humanos en la cuenca de México y otros diez más en los cenotes de Yucatán, lo cual no es fortuito”.

El investigador de la UNAM destacó: “Sigo dudando de sitios que puedan tener más de 18 mil años por el modelo que hemos hablado; sabemos, además, por marcadores genéticos, que prácticamente hubo una sola línea de los ancestros de los primeros americanos. De ha hecho DNA mitocondrial, desafortunadamente y todavía muy pocos restos a los que se les haya hecho DNA antiguo. Entonces sabemos que todos vienen por una línea que podemos trazar muy bien de un grupo relativamente pequeño que ingresó alrededor del 18 mil”.

Previo a la conferencia de Guillermo Acosta Ochoa, el miembro de El Colegio Nacional, Leonardo López Luján, coordinador del ciclo La arqueología hoy, habló del número reciente de la revista Arqueología mexicana, dedicada a los colibríes en México, a partir de “una excepcional estatuilla de Huitzilopochtli, el colibrí zurdo, el colibrí del sur, belicoso numen tutelar de los mexicas y divinidad solar”.

“¿Por qué califico esta pieza como excepcional? Simple y llanamente porque las efigies escultóricas de Huitzilopochtli que han llegado hasta nuestros días se cuentan realmente con los dedos de las manos. Gracias a las fuentes escritas y a las pictográficas del siglo XVI sabemos que en la cúspide del Templo Mayor de Tenochtitlan había una escultura monumental de Huitzilopochtli, prácticamente inamovible, pues alcanzaba los 2 y medio metros de altura y, nos dicen los cronistas, ‘el gordor de un buey’: estaba tallada en piedra y tenía aplicaciones de diversos materiales, apoyada en una peana de poco menos de medio metro de alto, para ocupar el Sanctum Sanctorum, justo al fondo de la capilla y, obviamente, esta escultura solamente era vista por quienes ascendían hasta la cima de la pirámide, es decir, por dignatarios”.

Fuente: El Colegio Nacional

Salir de la versión móvil