En la actualidad hay sociedades donde sigue siendo muy visible esta obsesión por clasificar a la gente en función de rasgos biológicos muy evidentes, señaló Lazcano en la sesión
“Los mexicanos vivimos en una situación de autocomplacencia: nos congratulamos de haber tenido un dirigente como Vicente Guerrero, que era mulato; de haber tenido toda la generación brillante de la Reforma, que eran indios -ahora nos da miedo la palabra indios- y, a pesar de la sublimación que hacemos de las culturas mesoamericanas, basta con asomarse a cualquier barrio de clase baja, de acercarse a un pueblo, para darnos cuenta de la situación pavorosa de marginación en la que vive gente que tiene una raíz indígena muy fuerte.”
La reflexión la pronunció hace un par de años Antonio Lazcano, miembro de El Colegio Nacional, durante la sesión Racismo e intolerancia, que formó parte del Tercer Encuentro Libertad por el saber. El Colegio Nacional ante los problemas y las oportunidades de México, transmitida la noche de este lunes 16 de noviembre, como parte de sus recomendaciones en línea.
En aquella conversación también participó el colegiado Pablo Rudomin, además de la integrante de la Academia Mexicana de Ciencias Judit Bokser, y el investigador de El Colegio de México, Manuel Ángel Castillo, quienes abordaron desde diferentes perspectivas una problemática que no pareciera tener solución ni en nuestros días.
“Nos guste o no, el racismo sigue siendo una parte constitutiva de la sociedad mexicana, para vergüenza nuestra.” Así, Antonio Lazcano enfatizó que, sin contar con los elementos para hablar de la parte sociológica, económica o ideológica que hay de un tema como el racismo o la intolerancia, sí hay un aspecto importante, que para muchos ha pasado desapercibido en los últimos años: estamos viendo en el mundo científico el incremento en el uso de argumentos racistas basados en la genómica, en el DNA o en la biología total.
“Esta es una tradición que se ha dado desde hace mucho: no es culpa de los científicos, ni de la sociedad, pero a la que debemos enfrentar de manera directa. Tampoco es raro que las ciencias o los descubrimientos de distintas disciplinas científicas se saquen de su contexto original para justificar situaciones de facto en términos políticos o sociales.”
La teoría de la evolución, desde que se propone de forma clara, en 1859, rápidamente es utilizada por distintos lectores como una forma de justificar la supremacía supuestamente intelectual, cultural de Europa, en especial del mundo anglosajón, con respecto al resto de los pueblos que estaban siendo colonizados.
“Un fenómeno que la gente discute menos es cómo a principios del siglo XX, con el renacer de la genética, las políticas de segregación, de purificación racial, creyeron encontrar un instrumento para justificar actos tan terribles como la esterilización de la que se vieron víctimas algunos grupos no pequeños en Estados Unidos.”
Incluso en la actualidad, reconoció el científico mexicano, hay sociedades donde sigue siendo muy visible esta obsesión por clasificar a la gente en función de rasgos biológicos muy evidentes “y el rasgo más evidente es la piel: la piel es el órgano más grande que tenemos y en Estados Unidos todavía nos piden que nos describamos como blanco, como negro o como caucásico.”
El miedo al conocimiento
El neurocientífico Pablo Rudomin dedicó su charla a reflexionar sobre el manejo que se le está dando a la información en la actualidad: vivimos un tiempo en el que todo el conocimiento pareciera estar a la mano, pero eso no significa que haya un aumento en los saberes dentro de las distintas sociedades.
“Estamos viviendo el mundo de la explosión de la información y el aumento no necesariamente implica un aumento en el conocimiento. Eso tiene muchas implicaciones en nuestros métodos educativos, en la forma en cómo afrontamos los problemas y cómo los resolvemos: la acumulación de información sin conocimiento conduce a la confusión: son datos y más datos, si no los unificamos con una teoría, con un concepto, simplemente genera confusión”, aseguró el colegiado.
En su cátedra, Rudomin puso varios ejemplos sobre la mesa: con el cambio climático y la contaminación, resulta que tenemos conocimiento suficiente para saber lo que está pasando, lo que nos falta es la inteligencia social para afrontar la solución de esos problemas.
“Una vez que te informas te empiezas a dar cuenta de las complejidades y los claroscuros, te das cuenta que nada es tan claro y simple, como aparece a primera vista. Después de todo el conocimiento es paralizante; realmente aquí hay miedo a conocer, porque conocer implica responsabilidades: una decisión equivocada puede acarrear grandes consecuencias.”
Si en otros momentos históricos se llevaba a la hoguera a quienes tenían el conocimiento, después se quemaban sus libros, eso no ha terminado, hay países donde se está absolutamente en contra del desarrollo del conocimiento: hubo exilio y casi disidencia científica durante el estalinismo, cuando surgieron las discusiones sobre la genética clásica.
“Tenemos el continuo dilema de la ciencia básica versus la ciencia aplicada y hemos sido testigos, en estos últimos meses y años respecto a que la ciencia sólo debe dirigirse a resolver problemas prioritarios, pero también la defensa de la ignorancia, que es muy conveniente: cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.”
En ese sentido, Pablo Rudomin aseveró que hay situaciones que han cambiado: ya no se lleva a nadie a la hoguera, realmente la mejor manera de obstaculizar la investigación científica ha sido diseñada por las instituciones “que, supuestamente, tienen como obligación desarrollar la ciencia.”
“Para Einstein hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y de que el universo sea infinito no estaba seguro.”
Discriminación como un fantasma
La discriminación puede tratarse como un fenómeno invisible, encubierto, negado en la semántica social y en el ámbito de la vida cotidiana no se dan cuenta de su existencia, pero existe, afirmó la catedrática de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Judit Bokser.
Durante su participación en la mesa, la investigadora enfatizó que tanto el rigor del conocimiento como el compromiso ético son requisitos indispensables para poder dar cuenta de la magnitud, de la intensidad y la complejidad que acompañan a estos procesos que hoy vivimos de transformación social, política y cultural, “dentro de los cuales emergen este continuo, tan inesperado ciertamente en la confianza que tenemos en el progreso, de formas de intolerancia, de racismo y de exclusión.”
“Rigor conceptual no significa rigidez, pero debemos ser conscientes que ha habido un amplio uso del término racismo y se deriva porque interactúan expresiones de viejos y nuevos tintes de una serie de expresiones, de intolerancia inicial, de odio y de marginación, de segregación, de rechazo, de exclusión y sus nexos con distintas formas de expresión o manifestación, tanto culturales como políticas, como pueden ser nacionalismos extremos, xenofobias, populismos y tribalismos étnicos.”
En una amplia gama, el racismo asume extremas expresiones, fundamentalmente la negación de la diversidad, el rechazo a la igualdad y la destrucción, en el extremo, de lo otro: parece una paradoja la que acompaña a nuestros tiempos, porque por un lado, “se derrumban viejas fronteras, tanto culturales como territoriales, se abren nuevos horizontes de vida, que conducen al conocimiento y al reconocimiento del otro y, a la vez, se construyen nuevas murallas, cierran espacios y se deslegitima la diferencia.”
“Los procesos de discriminación como punto de partida son la expresión más contundente, tanto individual como colectiva, de la negación del principio de igualdad de la condición humana. Reflejan una incapacidad cognitiva, social, cultural, para dar cuenta de lo otro y de las diferencias, también de la igualdad.”
Desde la perspectiva de Bokser, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, esos contextos se construyen a partir de discursos y de prácticas sociales, de concepciones y de construcciones mentales; intolerancia y racismo, cercanos, son los canales por los cuales fluye de un modo continuo la discriminación, “no siempre consciente para los actores, pero desde los cuales es posible la reflexión sociológica, tanto en los discursos como en las prácticas.”
Una mirada sobre la migración
Cuando se piensa en el racismo o en la intolerancia, se deja fuera tanto una tradición de la política mexicana, como una realidad contemporánea: durante mucho tiempo, en el imaginario social de México, la migración o las migraciones se entendían como los movimientos de sus nacionales hacia Estados Unidos y eso copaba hasta la agenda de investigación sobre el fenómeno en el país, “pero es bastante más diversa que eso”, a decir del investigador de El Colegio de México, Manuel Ángel Castillo.
“Hay procesos migratorios que han existido desde hace mucho tiempo y que no entran en esa característica: México no es sólo emigrantes, sino también un país de inmigración y ha sido, sobre todo en los años recientes, un país de tránsito y de retorno. Y me falta un componente adicional que también tiende a invisibilizarse: las migraciones internas.”
En su reflexión, el investigador del Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales del Colmex, recordó que los movimientos de población al interior del país son mucho mayores en volumen que los movimientos internacionales, y también son muy diversos, “porque tendemos a pensar que las cifras que nos dan los censos, en donde se homogeneizan los movimientos de un estado al otro, no alcanzamos a ver que esos movimientos son muy distintos.”
“Los movimientos que incorporan a las poblaciones oaxaqueñas o chiapanecas, que vienen de algunos grupos étnicos, suceden sobre todo, debido a lo que ocurre entre poblaciones urbanas que se están moviendo a partir de los procesos de desarrollo económico, particularmente en los centros urbanos más dinámicos.”
En esta diversificación de la dinámica migratoria en México se encuentra no sólo la complejidad de un fenómeno, sino las contradicciones que genera, lo cual se traduce en discriminación, en exclusión y en racismo: la presencia de esa construcción ideológica y de algunos estereotipos, al ser la “población que se ve como la que llega, la que altera, la que perturba, a la que se le achacan las situaciones de inseguridad, en un tema que es muy sensible en la actualidad.”
“Y no son sólo los extranjeros los que llegan, sino también los nacionales que llegan de un lado a otro. Eso ocurre con los linchamientos: apenas aparece una persona que no es de la comunidad e, inmediatamente, se le liga a un tema criminal y eso termina en tragedias”, resaltó Manuel Ángel Castillo.
Fuente: El Colegio Nacional