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Me duele la cara

Me duele la cara

Karla Cedano Villavicencio

Hace el lunes antepasado, como todos los lunes, me tocó ducha larga. Tengo la costumbre, todos los lunes de dedicarle más tiempo a mi rutina de limpieza que el resto de la semana. Bueno, hace 10 días, la rutina fue muy distinta. Justo al momento del enjuague, sucedieron dos cosas. La primera, me ardió la cara. Del susto, me volteé para evitar el agua en mi rostro y seguí enjuagándome el cuerpo. ¡Oh, sorpresa!, en lugar de sentir la piel libre de jabón, la sentía aún más resbalosa. Como si tuviera una ligera capa de algo… no tan denso como aceite de bebé, pero más lubricado que la sensación del jabón que trataba de eliminar. Entonces caí en cuenta, “el agua de nuestros pozos SÍ está contaminada”, y le pedí a gritos a mi hija que me trajera el garrafón de agua que había comprado un par de días atrás, para poderme enjuagar lo mejor posible con agua potable.

Hace más de 6 años no compro garrafones de agua, desde que instalé filtros de agua en mi cocina, en mi oficina. Era, hasta hace 15 días una orgullosa defensora del agua de filtro, y “cuidadora del planeta”. Esa sana costumbre terminó hace 15 días, cuando en distintos puntos de la colonia en la que vivo, se instalaron sendas mantas que alertaban sobre una posible contaminación del agua de nuestros dos pozos y nos advertían sobre no usarla para consumo humano. El rumor era que el agua olía a hidrocarburos. Y digo rumor porque la verdad, a mí no me olía a nada el agua. Hasta que, me ardió la cara.

Debo dar un poco de contexto, el viernes anterior a mi desagradable regaderazo, nuestra junta de colonos hizo una reunión informativa, a la que no pude asistir, pero de la que cito textualmente parte del mensaje que nos enviaron por correo: “Se contactó con CONAGUA, CEAGUA, SAPAC y Protección Civil. Personal técnico de estas instituciones fue a ver nuestros pozos y tanque de almacenamiento y después hacer pruebas organolépticas, dijeron lo siguiente: ‘CONAGUA, CEAGUA y SAPAC, que el agua del pozo de Jacaranda y del tanque de almacenamiento de Jacaranda, presentan olor a hidrocarburos. CEAGUA dijo que también el pozo de Colorín lo presenta. Protección Civil dijo que el tanque de almacenamiento de Jacaranda presenta un olor ligeramente desagradable y que no se recomienda su uso para consumo humano. Para resolver el problema, CEAGUA y CONAGUA recomiendan drenar los pozos hasta que el agua salga limpia. SAPAC recomienda ponerle cantidades grandes de cloro y bicarbonato. La única institución que nos dio algo por escrito fue Protección Civil. CONAGUA volvió días después, para tomar muestras y llevarlas a analizar. Se contactó con varios laboratorios para pedir cotizaciones del análisis del agua”.

Entre los laboratorios se incluye uno de relevancia nacional que está localizado en Morelos y que tiene la misión de “Producir, implantar y diseminar conocimiento, tecnología e innovación para la gestión sustentable del agua en México”. Recibimos un correo de su parte en el que nos comunican: “Buenas tardes. Revisando su solicitud de cotización, le comento que no podemos realizar el servicio. Le dejo los datos de un laboratorio que está en la CDMX y con los cuales hemos trabajado.” En un correo posterior, nos explican porque no pueden hacer los análisis: “Buen día. El motivo por el que no podemos realizar el servicio se debe a que no contamos con el equipo para determinar gasolina y no estamos acreditados ante la EMA para ese parámetro. Saludos cordiales”.

Se entiende que no cuenten con el equipo adecuado, o las pruebas montadas, pero es muy lamentable que una institución de investigación, cuya misión es resolver problemas para ayudar a la sociedad, simplemente cierre las puertas con respuestas como esa. Especialmente, cuando como comunidad académica en Morelos, hemos estado durante más de 20 años insistiendo por todos los medios posibles sobre la capacidad de los centros de investigación para ser referentes, que apoyen a la sociedad. Proclamando que nos faltan problemas retadores, que debemos unirnos y hacer más por la ciudadanía para combatir temas ambientales, económicos y sociales para lograr un mundo mejor.

Debo reconocer que, conforme he ido reflexionando sobre el tema, entre la indignación, la incredulidad y la franca desolación, me ha invadido otro sentimiento: la culpa. Resulta que el día de la junta, cuando me enteré de la indiferencia del centro de investigación, decidí tuitear un mensaje sobre el tema. Y a los pocos minutos me citaron un tuit que daba entrada a una nota sobre el tema. Me enteré entonces que hacía más de seis meses la gente de Ocotepec manifestó el mismo problema que nosotros. Me quedé helada. Yo, en mi nube personal, ni me enteré, ni me preocupé, ni me enojé. Saber que hay un tema de contaminación en Ocotepec desde hace tanto tiempo y que no ha sido un tema para las autoridades me parece indignante, y me parece aún más indignante que no hay una vinculación real entre el sector académico y la sociedad para atender los problemas que nos afectan directamente.

Sé que soy una afectada directa; sin embargo, este problema no es personal, la cuestión es que tenemos un problema de contaminación en los mantos freáticos en Ocotepec desde hace 6 meses y sólo se está agravando más mientras pasa el tiempo. No sólo no se está haciendo nada al respecto, sino que ni siquiera se ha dimensionado realmente el problema. No hay datos, y las soluciones que nos plantean las autoridades son absurdas y no atacan el problema de raíz.

Desde hace 18 años soy parte de una gran comunidad que busca una integración entre la comunidad científica y la sociedad. Desafortunadamente, en ésta ocasión no estamos siendo lo que se espera de nosotros como referentes académicos. Si este es el tipo de actitudes que vamos a tener como institutos, centros de investigación o universidades ante un problema real de una comunidad, yo personalmente sí me siento muy decepcionada.

Estoy cuestionando mucho esta labor que hacemos como comunidad científica, en la que siento que alegremente prometemos poder ser una solución para los problemas reales de la Sociedad Mexicana y que cuando lo hacen les decimos: “pues no tenemos la prueba o no tenemos los reactivos”. Yo espero más de cualquier institución académica, sin importar cuál sea la problemática.

Quizás estoy dejando que mi juicio se empañe porque afecta mi salud y la de mi familia, pero la labor que hemos emprendido varios, desde hace muchos años es tratar de cerrar brechas entre la comunidad científica y la sociedad, y tengo la impresión de que en esta ocasión la brecha sólo se abrió más.

Confieso que, además, me siento hipócrita, pues ahora sí me estoy preocupando porque este problema pasa en mi colonia y me afecta a mí directamente, pero hace seis meses cuando comenzó a suceder en Ocotepec, ni me enteré, ni me preocupé. Esa, sin duda, es una cuenta personal que tendré que saldar yo con mi conciencia. La lección que aprendo es sobre lo necesario que es estar en contacto con las noticias locales, leer más, escuchar más, involucrarnos más. Reconozco que hoy, a 10 días del baño contaminado, me he estado bañando en casa de mi mamá; y sin embargo… me sigue ardiendo la cara, pero ya no es por efecto del agua contaminada. Hoy me arde la cara, pero de indignación y de vergüenza.

Fuente: Sin embargo se mueve…

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