Helena Cotler (CentroGeo)
La doctora tiene el nombramiento de Profesora Investigadora Tecnólogo Titular «C» en el Área de Sistemas Socio-ecológicos del Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo).
Durante los últimos meses, en diferentes medios se ha hecho hincapié en la necesidad de mantener una alimentación saludable para fortalecer nuestro sistema inmunológico, donde el consumo de productos frescos se ha considerado sinónimo de buena alimentación, de fuente de minerales y vitaminas necesarias para nuestra salud. Pero ¿y si no siempre fuese así? ¿Y si las frutas y verduras que consumimos no tuvieran los nutrientes necesarios para el cuerpo humano?
Sabemos que las plantas y todos los cultivos requieren crecer sobre el suelo, no sólo por el anclaje que éste les ofrece, sino también por la presencia de la humedad que mantiene, así como por la presencia de macro y microorganismos necesarios para la descomposición de la materia orgánica y el reciclaje de nutrientes indispensables para el desarrollo de las plantas. Se estima que en los suelos se encuentran 4,000 diferentes tipos de genoma de bacterias y, como mínimo, un millón de especies de hongos. Hoy en día conocemos menos de uno por ciento de especies de bacterias y cinco por ciento de hongos (Pepper et al. 2009).
Los nutrientes que el suelo provee a las plantas también son vitales para la salud humana; estos elementos esenciales llegan a nuestra dieta a través de los vegetales (que los toman del suelo), o bien a través de productos animales que, a su vez, los adquieren de las plantas.
Catorce macro y micro elementos son vitales para el crecimiento de plantas y para la salud humana: entre los macronutrientes esenciales se encuentran nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, azufre y ocho elementos llamados traza, entre ellos, cinco metales pesados (hierro, manganeso, zinc, cobre, molibdeno), así como tres no-metales (boro, cloro y níquel).
Por ello, los suelos que proveen un medio saludable son ricos en nutrientes que dan lugar a tejidos vegetales que contienen la mayoría de los elementos que el ser humano requiere. La deficiencia de cualquiera de estos elementos se traduce en enfermedades en el cuerpo humano (Brevik y Burgess, 2014).
Por otro lado, los suelos constituyen una fuente imprescindible de medicamentos. Cerca de 78 por ciento de los agentes antibacterianos aprobados entre 1983 y 1994 y alrededor de 60 por ciento de las nuevas medicinas contra el cáncer, aprobadas entre 1983 y 1994, tuvieron sus orígenes en los suelos (Pepper et al., 2009).
Hoy en día, no todos los suelos pueden proveer estos minerales a los cultivos. Desde la revolución verde del siglo pasado, se ha considerado al suelo como un cuerpo inerte, al que solo bastaba incorporar fertilizantes para mantener su nivel de fertilidad y pesticidas para controlar las plagas. Voces críticas de entonces y evidencias actuales muestran que estos insumos han eliminado la microbiota del suelo, generando un desequilibrio biogeoquímico y destruyendo la estructura física del suelo.
La agricultura industrializada y el abandono del campo han ocasionado que cerca del 53 por ciento de los suelos estén afectados por erosión hídrica (INEGI, 2015), lo cual implica la pérdida de suelo superficial, donde se acumula y descompone la materia orgánica a partir de la cual se liberan los elementos necesarios para las plantas. Además, la pérdida del suelo afecta su capacidad para retener humedad, con lo cual las plantas son más propensas a enfermarse o morir ante la variabilidad de las lluvias.
Con cerca del 20 por ciento de las tierras agrícolas de temporal erosionadas (Cotler et al. 2020), la seguridad y la soberanía alimentaria están comprometidas, afectando a pequeños agricultores que generan el 39 por ciento de la producción agropecuaria nacional, de la cual 70 por ciento es de maíz (blanco y amarillo) y 60 por ciento de frijol; de igual manera, perjudica la calidad nutritiva de los cultivos.
La crisis del coronavirus covid-19 está mostrando nuestra vulnerabilidad como consecuencia de la destrucción de la naturaleza, del mal manejo de los suelos y de priorizar una agricultura industrializada. Para fortalecer nuestra salud debemos comenzar recuperando a los suelos, practicando una agricultura sustentable, ya que si no los conservamos, perderemos la capacidad de alimentarnos de manera sana.
Referencias
Brevik E.C. y Burgess L.C. (2014). “The Influence of Soils on Human Health”. Nature Education Knowledge 5(12):1.
Cotler H., Corona A.J., Galeana M. (2020). “Erosión de suelos y carencia alimentaria en México: una primera aproximación”. Investigaciones Geográficas 101 DOI: http://dx.doi.org/10.14350/rig.59976.
Pepper I.L., Gerba C.P., Newby D.T., Rice C.W. (2009). “Soil: A Public Health Threat or Savior?” Crit.Rev.Env.Sci.Tec. 39, 416-432.
Fuente: México es Ciencia