Lowe mencionó que actualmente el ámbar se encuentra sobreexplotado
El copal, dijo Leonardo López Luján como preámbulo a la ponencia “Los caminos del ámbar en la antigua Mesoamérica, “suele aparecer tanto modelado como moldeado en forma de figuras divinas, bolas, pellas, cilindros, barras y fragmentos irregulares”. Durante la época prehispánica, “fue consumido en cantidades realmente sorprendentes por los pueblos mesoamericanos y hasta la fecha por los pueblos indígenas de México”.
“Era un pegamento útil, por ejemplo; se empleaba para fabricar aceites y los médicos lo apreciaban por sus múltiples cualidades curativas. El protomédico Francisco Hernández, esto en el siglo XVI, menciona su uso para el dolor de cabeza y los padecimientos por causas que suponían eran frías y húmedas”, señaló.
Sin embargo, el mayor volumen de copal era destinado a las actividades de carácter religioso. “Para ello se usaban braceros y sahumadores, tanto de cerámica como de piedra. Puede afirmarse que casi todos los rituales públicos y privados involucraban el incensamiento con copal de los lugares sacros, de las efigies divinas y de los participantes de las ceremonias”, destacó.
Además, López Luján describió las formas de tributación que se hacían del material: “Tenemos conocimiento de que grandes cantidades de este producto ingresaban periódicamente a Tenochtitlan por concepto de tributación. La provincia guerrerense de Tlaxco, donde ahora es Taxco, Guerrero, enviaba 40 canastillas de copal refinado”.
Ámbar, sobreexplotado por los chinos
La arqueóloga Lynneth S. Lowe, quien ha estudiado el intercambio de materiales arqueológicos como el cacao, el jade, las conchas y el ámbar, alertó sobre la explotación que actualmente padece este último material, también venerado por las culturas mesoamericanas y extraído principalmente de dos yacimientos ubicados en Chiapas.
“Es un problema fuertísimo, con el auge del comercio internacional, con la globalización, se vio que había un producto susceptible de ser exportado; en primer lugar, llegaron los artesanos de San Cristóbal de las Casas, que era una explotación moderada, luego de Taxco, del centro de México, pero finalmente, desde Europa, en Italia, se vio que aquí había una fuente muy importante de este material con precios moderados”, señaló.
La explotación no cesó y, por el contrario, se incrementó: “En los últimos 10 años ha sido un problema, porque han sido los chinos quienes han estado exportando este material en forma realmente brutal, son cantidades enormes porque se van a Simojovel (Chiapas) y compran por kilo, por tonelada. Ellos piden que sean esferas perfectas, del ámbar translúcido y la verdad es que los que se enriquecen son los intermediarios, los comerciantes, pero los artesanos no reciben una mayor remuneración o una mejora en su calidad de vida o de trabajo”.
Lowe comentó que el ámbar es una gema de origen orgánico, como las perlas “que también tienen un origen orgánico. De hecho, es una resina que ha pasado por un proceso de fosilización, a diferencia del copal que es una resina fresca, natural, que no ha pasado por este proceso. En el caso del ámbar ya tenemos un proceso de mineralización, es una resina, pero fósil, que no es fácil, ha pasado por un proceso muy complejo a lo largo de millones de años”.
La autora del libro El ámbar de Chiapas y su distribución en Mesoamérica dijo que existen yacimientos de ámbar “tanto en el viejo mundo como en el nuevo mundo, aunque no todos son susceptibles de ser explotados”. Los yacimientos de América, sin embargo, “son un poco más jóvenes, podemos decir, comparados con los del Báltico, porque tienen unos 22 a 26 millones de años de antigüedad”.
Los dos principales yacimientos en México se encuentran en Simojovel y en Totolapa, en Chiapas. “Se han hecho análisis de las resinas y se ha logrado identificar que se utilizaron de una especie que ya no existe, es decir, una especie extinta que existió hace 20 o 30 millones de años, que era un antecesor del guapiñol (guapinol), hay otras regiones donde también le llaman algarrobo, sobre todo en Centroamérica y en el Caribe”.
De acuerdo con las fuentes históricas, el término en náhuatl para referirse al ámbar era apozonalli, palabra formada por dos partes, atl: agua, y pozonalli: espuma o burbuja de agua. “Entonces es una burbuja o la espuma del agua. ¿Y esto por qué? Pues obviamente por esta calidad de su transparencia, de su imagen, que es casi líquida. Para ellos era como la espuma del mar”.
Como el copal, el ámbar también se daba en tributo: “Se tributaba un bezote de ámbar claro con su engaste de oro, eso era dos veces al año, y también una pieza grande de ámbar claro, del tamaño de un ladrillo, es decir, la pieza natural, imaginemos que es una pieza que puede servir para hacer ornamentos de gran tamaño, por ejemplo, unas orejeras, o uno de estos bezotes largos”.
En el posclásico, agregó la arqueóloga, “estaba estrictamente reglamentado el uso de estos adornos, de entre los diferentes estratos sociales, los diferentes grupos de personas, y bueno, el caso de los ornamentos de ámbar era justamente el mismo. Las fuentes nos hablan sobre todo de los bezotes cortos, que se llaman téntetl, que se colocaban en la parte inferior del labio, y estos solamente podrían ser usados por los jefes de los comerciantes”.
Otros ornamentos que se mencionan son los bezotes curvos, o tencololli, y los bezotes largos, como los del Códice Mendocino, que se llamaban tezácatl. “Son adornos muy impresionantes y estos solo los podrían usar los grandes guerreros, los viejos jefes de la guerra, aquellos que habían logrado capturar a algunos enemigos de zonas especialmente difíciles, era como una distinción muy especial, y bueno, no solo de ámbar, se menciona también de turquesa o de cristal de roca”, enfatizó la investigadora de la UNAM.
Fuente: El Colegio Nacional