En palabras de María Elena Medina-Mora, “seguimos viviendo con el virus, tenemos que aprender a identificar qué pasó, cómo se manejó y cómo podemos hacerlo diferente”
En la cuarta y última sesión del ciclo Lecciones y acciones a más de un año de la pandemia de COVID-19, coordinado por Susana López Charretón, miembro de El Colegio Nacional, se abordaron los estragos en la salud mental que ha potenciado la pandemia de coronavirus en los mexicanos, así como la formación de especialistas y atención a la distancia, bajo el título Efectos psico y sociológicos de la pandemia y lecciones a aprender.
La sesión se transmitió en vivo el 13 de diciembre a través de las plataformas digitales de la institución y contó con la participación de la colegiada María Elena Medina-Mora, quien dictó la ponencia Salud mental, ¿una nueva sindemia? implicaciones para el sistema de salud y el desarrollo social; y de Juan José Sánchez Sosa, profesor emérito de la Facultad de Psicología de la UNAM, con su intervención titulada Formación de especialistas y atención a distancia en salud mental: experiencias recientes en México.
Al tomar la palabra, la doctora en psicología María Elena Medina-Mora comentó que lo que se ha aprendido con la pandemia es que el impacto en el bienestar y en la salud mental ha evolucionado en dos sentidos: primero, en los síntomas que inician con ansiedad y estrés, y segundo, en las manifestaciones graves, enfermedades mucho más severas que se sumaron a los trastornos crónicos.
“Cuando empezamos a ver muchas pérdidas, se asoció un malestar general que puede identificarse en escalones o etapas. Empezó con tener problemas de sueño, problemas de irritabilidad, de desesperanza, y con sentimientos que impedían tener un funcionamiento normal, así como el aumento de sustancias que después se convirtieron en trastornos como depresión, estrés postraumático y ansiedad”, explicó la especialista.
Agregó que fue evidente que no se podía atender el problema sólo desde la salud, sino que sería necesaria la sociología. “Encontramos en la pobreza y desempleo factores importantes, también en la pérdida y en la violencia. Sólo hicieron caso a las indicaciones de salud, pero no atendieron las necesidades sociales de las personas. Al final, seguimos viviendo con el virus, tenemos que aprender a identificar qué pasó, cómo se manejó y cómo podemos hacerlo diferente.”
De acuerdo con la especialista, existen brechas en la atención psicológica, entre las que se encuentran: que sólo el 20% de las personas que necesitan atención la reciben; la calidad, porque no hay paridad en la atención que se brinda en las instancias de salud; la falta de apropiación social del conocimiento, es decir no se está atendiendo a la comunidad con la mejor evidencia posible, y la baja inversión en el gasto de salud; además, no hay suficiente personal, existen 3.68 psiquiatras por cada cien mil habitantes, en México.
La psicóloga mexicana aseguró que para atender estos problemas es necesario generar resiliencia, promover la cobertura universal de salud y la seguridad sanitaria. “La meta más importante es recuperar los proyectos de prevención de riesgos, y que esta gestión de riesgos en emergencias recuperen su reglamento y estén incorporados a la atención primaria para darle más énfasis; así como un enfoque gubernamental que asegure la participación de la comunidad y aplicación a toda la sociedad.”
Para lograr lo anterior son necesarios siete principios: aprovechar la respuesta actual para fortalecer respuestas frente a las pandemias como los sistemas de salud: una sola salud; invertir en funciones esenciales de la salud pública; una base sólida en la atención primaria; fomentar la participación del conjunto de la sociedad; entornos propicios para la investigación, la innovación y el aprendizaje; aumentar la inversión; y abordar las desigualdades preexistentes y el impacto desproporcionado de COVID-19 en las poblaciones marginadas y vulnerables.
“El reto es la generación continúa del conocimiento del contexto, no todas las conductas son similares, debemos entender y definir las conductas. Para definir los desenlaces deseados se requieren diferentes marcos conceptuales, métodos y técnicas. Transmitir conocimiento y capacitar, así como invertir en la investigación y en la enseñanza”, finalizó la colegiada.
Formación de especialistas y atención a distancia en salud mental y experiencias recientes
Por su parte, Juan José Sánchez Sosa profesor emérito de la Facultad de Psicología de la UNAM, habló de la Formación de especialistas y atención a distancia en salud mental y experiencias recientes. Sostuvo que se necesita formar especialistas que tengan la capacidad de atender a distancia y puntualizó que los componentes de la atención a distancia son prácticamente idénticos a la atención presencial. “La pandemia de COVID-19 generó una inédita y rápida transición en que casi todo tipo de contacto humano requiere hacerse a distancia; los especialistas en ciencias del comportamiento no son excepciones.”
El miembro de la Academia Mexicana de Ciencias aseguró que la atención a distancia en la interfaz salud-comportamiento lo que busca es facilitar acceso a esos servicios requeridos, pero el reto consiste en poder hacer esto sin sacrificar calidad clínica en ningún sentido. “Lo que se sabe hasta ahora es que poco más de 20 años de investigación respaldan la eficacia de las intervenciones basadas en investigación científica y evidencia clínica adecuadamente administradas a distancia.”
De acuerdo con el experto, la investigación científica se refiere al conocimiento del cual se derivan intervenciones clínicas, y la evidencia clínica es el impacto directo que tiene esa intervención con el efecto esperado. “Los estudios que comparan lo que se ha denominado tele-terapia con la presencial, revelan que los pacientes en tele-terapia completan un mayor número de sesiones antes de abandonar el trabajo terapéutico que aquellos que tienen terapia presencial. Una fuerte alianza terapéutica, la mejora de conductas de autocuidado de la salud y la prevención de recaídas se han logrado con éxito mediante intervención telefónica.”
Sin embargo, el acceso a los servicios telefónicos y de Internet implican una cuestión de equidad sanitaria y justicia social. “Muchos pacientes y algunos profesionales no tienen acceso ni capacidad para utilizar teléfonos celulares con video o internet, suficiente eficacia de banda ancha o conexión por cable, esto es excepcionalmente importante en grupos de población vulnerables, adultos mayores, personas con discapacidad, habitantes de zonas rurales y personas con ingresos bajos”, aseguró el profesor emérito de la UNAM.
Agregó que lo que se busca es lograr una herramienta para una atención que no sufra en lo absoluto en calidad, para eso se necesita modificar la reingeniería de formación de especialistas. “Para ampliar esta capacidad y formar a los especialistas se deben aumentar cuatro criterios indispensables: la base en investigación científica, la prueba de evidencia clínica, la mejoría notoria y la transferencia del control de la mejoría al ambiente del usuario, es decir se debe incluir en la ecuación del tratamiento a la familia.”
Explicó que entre las ventajas de esta forma de investigar se encuentra que no requiere interacción presencial entre participante e investigador; también está el ahorro de recursos del profesional, como tiempo y dinero, y de quien requiere ayuda; además, la recolección de datos y experimentación virtual ocurre cuando es necesaria y existe una menor dificultad para participar y la disminución de errores humanos.
Con relación a la ética de la tele-atención, Sánchez Sosa comentó que es importante guiar la práctica de acuerdo con el código ético en vigor y la Ley de Salud Mental aún en tiempos de crisis. Existen cuatro formas de practicar profesionalmente necesidades del usuario: apoyarse en un comité de ética; obtener formación y apoyo, que se refiere a usar nuevos recursos para desarrollar o ampliar las competencias como expertos en comportamiento; considerar la canalización, la referencia, evaluar el referirlos con colegas más aptos en el tele-servicio, y cuidarse, es un mandato ético cuidarse a sí mismo y practicar autoevaluación.
“Hay que hacer del autocuidado y de contactar a su comunidad de colegas una buena costumbre desde ya”, finalizó el experto.
Fuente: El Colegio Nacional