Estos objetos “abarcan un amplio rango de tamaños, masas y formas, con diámetros que van del uno a los 30 años luz; y densidades del orden de mil a un millón de partículas por centímetro cúbico”, subrayó
“La Vía Láctea tiene una edad aproximada de 13 mil 600 millones de años y en ella habitan alrededor de cien mil millones de estrellas. El Sol es una de éstas”, comentó el astrónomo chileno Guido Garay al impartir la conferencia Maternidades Cósmicas: ¿Dónde y cómo nacen las estrellas?, como parte del ciclo Noticias del cosmos, coordinado por Susana Lizano y Luis Felipe Rodríguez Jorge, miembros de El Colegio Nacional.
El director del Departamento de Astronomía de la Universidad de Chile sostuvo que las estrellas masivas tienen una vida que va de uno a 10 millones de años para, finalmente, explotar como supernovas. Sin embargo, el universo es testigo de la formación de estos objetos cósmicos. “Las estrellas son grandes esferas con mucha masa, que se encuentran en equilibrio entre la fuerza de gravedad que las somete y la presión de radiación que proviene de reacciones nucleares”.
De acuerdo con el investigador, para estudiar el origen y la composición de las estrellas es importante considerar la radiación electromagnética, que se mide en ondas y es generada por cuerpos celestes que se propagan en el vacío a la velocidad de la luz. Esta “es la principal herramienta que usan los astrónomos para descifrar las características físicas de los diferentes objetos cósmicos”.
“Con ella se puede medir la intensidad, la polarización y el color, y lo que permite inferir el objeto físico que produjo la radiación. El rango de longitud de onda abarca desde los rayos gama, pasando por los rayos X, la luz UV, la luz visible y el infrarrojo. Sólo en el infrarrojo y en radio se pueden observar los procesos que dan origen a las estrellas”.
Entre los instrumentos que permiten observar la formación de estrellas se encuentran los radio interferómetros, como el Very Large Array, integrado por 27 antenas localizadas en Nuevo México; y el Atacama Large Millimeter Array (ALMA), que cuenta con 56 antenas y se ubica en San Pedro de Atacama, Chile. Además, están los telescopios infrarrojos en el espacio como el Spitzer y el Herschel, que dejaron de registrar información debido a que se quedaron sin combustible, y el más actual de todos, el James Webb Space Telescope.
Garay explicó que, en el espacio existen lo que se conoce como nubes oscuras o nubes moleculares, consideradas las madres de las estrellas. Hasta ahora se han detectado más de 180 especies de moléculas que las componen. Por ejemplo, se encuentran las moléculas simples, como el hidrógeno molecular, el elemento más abundante en el universo; las moléculas complejas con aproximadamente diez átomos, como el alcohol etílico; y las moléculas de interés biológico como la glicina, primer aminoácido detectado en el espacio, componente importante en la biología del ser humano.
“Estos ladrillos fundamentales están presentes en toda la Vía Láctea, lo que sugiere que la vida no es un evento único del planeta Tierra”. Aseguró que la hipótesis plantea que estos precursores prebióticos llegaron a la Tierra durante las primeras fases de su evolución, a través de impactos de meteoritos y cometas, desencadenando los procesos químicos que dieron origen a la vida.
Pero, además, de moléculas, las nubes oscuras del espacio también contienen polvo interestelar, compuesto por pequeñas partículas sólidas que miden una milésima de milímetro. “Sólo el 1% de la masa total de las nubes moleculares se encuentra en forma de grano de polvo; estos tienen un profundo efecto en las observaciones, porque puede extinguir la luz visible a los astrónomos”.
En palabras del especialista, las nubes moleculares abarcan un amplio rango de tamaños, masas y formas. Tienen diámetros que van desde uno a hasta 30 años luz; densidades del orden de mil a un millón de partículas por centímetro cúbico; y masas del orden de uno a cien mil masas solares. Además, son muy frías, porque tienen una temperatura aproximada de 260 grados centígrados bajo cero. “Cerca de un 10% de la masa de la Vía Láctea está en forma de gas molecular”.
Recordó que, en los años 50, el astrónomo Bart Bok propuso que las estrellas se podían formar en las nubes moleculares. Lo que se demostró fehacientemente con las observaciones de longitudes de onda de radio y con la imagen infrarroja de la región BN-KL en Orión. “Las nubes moleculares son opacas a la luz visible y, por lo tanto, impiden ver el proceso de formación de estrellas. La revolución se produjo con el desarrollo de la radioastronomía y de la astronomía infrarroja, bandas en las que el polvo cósmico es transparente”.
“Las estrellas de baja masa se forman en condensaciones moleculares que presentan un alto oscurecimiento en el espectro óptico, denominadas glóbulos obscuros. Las estrellas de alta masa se forman en núcleos moleculares densos y masivos que son, incluso, obscuros en el infrarrojo”, expuso el astrónomo.
Al responder a la pregunta ‘¿cómo nacen las estrellas?’, el científico explicó que existe una acreción debido a la nube molecular misma, que produce un disco que atrae material interestelar. Este disco y sus procesos generan un chorro de partículas que es eyectado al espacio. “Estos chorros arrastran campos moleculares y producen lo que se conoce como el flujo molecular, que cuando chocan con el medio ambiente producen los objetos llamados Herbig-Haro, que están relacionados con los procesos de formación estelar. Esto es una idea somera de lo que hoy sabemos que es la formación de las estrellas”.
Fuente: El Colegio Nacional