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Las masacres colectivas invisibilizan otro tipo de desapariciones forzadas: Claudio Lomnitz

El colegiado expuso las rutas de migración que siguen los latinoamericanos por México en su camino a Estados Unidos, donde son comprados por el crimen organizado

Masacres colectivas como la de los 43 estudiantes de Ayotzinapa o las de migrantes en San Fernando, Tamaulipas, perviven más en la memoria e “invisibilizan” fenómenos de desaparición que pueden ser aún mayores, explicó el antropólogo Claudio Lomnitz, miembro de El Colegio Nacional, al dictar la quinta conferencia de su ciclo Pensar la desaparición.

“Los eventos masivos son eventos donde se está matando, masacrando a un montón de gente al mismo tiempo; hay otros en que hay procesos de desaparición que son masivos, pueden ser mucho más masivos, pero no son simultáneos y, al no ser simultáneos, quedan invisibilizados”, afirmó el colegiado en la conferencia titulada “Las desapariciones masivas”.

Los casos de desaparición masiva, al igual que las masacres, abundó, “son a la vez inusuales y políticamente cruciales. Es más probable que haya memoria de Ayotzinapa o San Fernando a que haya memoria de la procesión diaria de casos que pasan por las pantallas de nuestras redes sociales. El evento masivo tiene un potencial político explosivo y, en cierto sentido, desproporcionado”.

“Nos importa más que haya justicia para ‘los 43’ que para ‘los 120 tantos mil’ (número registrado de personas desaparecidas en México), y recordamos con más facilidad a ‘los 72’ (víctimas de la primera masacre en San Fernando), que a los más de mil 200 desaparecidos registrados en Sinaloa, del pasado septiembre para acá”, dijo.

Durante su ponencia, Lomnitz expuso algunas probables razones de la desaparición masiva en México. Se refirió al trabajo de la investigadora Amarela Varela Huerta, quien considera que las masacres sucedidas en San Fernando, Tamaulipas (en 2010, de 72 migrantes), y de 2012 en Cadereyta, Nuevo León (cuando fueron masacradas 49 personas), tuvieron como finalidad “servir como dispositivos aleccionadores para desincentivar las migraciones” desde los países latinoamericanos hacía Estados Unidos.

Varela, dijo el colegiado, plantea la ejecución en ambos casos como mensajes, ya sea “entre cárteles o que fueron mensajes a los polleros”. Para Lomnitz, efectivamente, “las masacres son, en primer término, mensajes con un sentido y un público más o menos estable”, pero, advirtió, “la tortura y el asesinato no son, ni pueden ser, exclusivamente mensajes o actos de comunicación”.

“El uso del asesinato como mensaje es apenas una función del acto, por esta razón, cuando un asesino desea que su crimen opere de manera primordial como mensaje, frecuentemente adjunta un suplemento textual al cuerpo de su víctima. Como, por ejemplo, en el caso de los asesinatos mexicanos de la actualidad, hay una inscripción en una cartulina, un narcomensaje”, puntualizó.

Entre el homicidio y la desaparición, existen diferentes nexos: “Un primer nexo es el de la complicidad o connivencia entre el crimen organizado y el gobierno, donde la desaparición puede servir para que el gobierno pueda ignorar un homicidio, no tener que investigarlo y tampoco tener que incluirlo en sus estadísticas.

“Un segundo nexo entre homicidio y desaparición concierne a la dinámica de la guerra entre organizaciones. En una batalla entre cárteles, frecuentemente se busca levantar el cuerpo del compañero caído por dos razones: primero, porque no se quiere dar una idea clara de cuántos soldados se han perdido en la batalla; segundo, porque no se quiere dejar rastro de la identidad de los caídos, sobre todo si ha caído algún comandante”. Y tercero, “para impedir que el contrario profane el cuerpo del caído”.

De esta manera, la desaparición “sirve para construir alianzas entre el crimen organizado y los oficiales y gobernantes locales, donde la desaparición en principio le permitiría al gobierno seguir trabajando localmente y poder hacerse ‘la vista gorda’ respecto al uso sistemático de la violencia y del asesinato, particularmente para ordenar las economías locales”.

Además, aseguró Lomnitz, “la desaparición tiene funciones internas para los cárteles. Desaparecer a los propios es impedir que los contrarios usen sus cuerpos. Asimismo, los rangos bajos del cártel, su proletariado o su lumpen proletariado, quizá no se hayan ganado reconocimientos ni honores suficientes para merecer un lugar en el panteón familiar”.

Por último, “los propios trabajadores de la violencia pueden querer desaparecer frente a sus familias o comunidades de origen por no considerarse dignos de ser admitidos en su terreno sagrado. En la desaparición se confabulan una estrategia política orientada a cuidar el nexo de tal o cual cártel con tal o cual gobierno o gobernante, con una serie de estrategias orientadas a no dejar los cuerpos de los muertos del cártel tirados para que los recoja o aproveche el cártel contrario”.

Formas de economía migratoria

Para explicar una posible forma de desaparición masiva entre los migrantes, pero que no sucede de manera simultánea, Claudio Lomnitz se refirió a la información recabada por el periodista salvadoreño Óscar Martínez en su libro Los migrantes que no importan, al que calificó como “tremendo, terrible, que debería de ser obligatorio en las prepas de todo el país”.

A través de una proyección, Lomnitz explicó las dos rutas de acceso a México de la migración latinoamericana, una por Tenosique y otra por Tapachula, en esta última, las personas toman “la bestia”, el tren de carga que los conduce a Coatzacoalcos. Desde esta ciudad, llegan al centro del país y de ahí parten hacía tres puntos en la frontera con Estados Unidos.

“Tiene una lógica regional muy parecida a la Revolución mexicana, es decir, una frontera oriental: Tamaulipas, Coahuila, piensen en los carrancistas; una frontera central, Chihuahua, pensemos en Villa; y una frontera occidental, es decir, los sonorenses, hoy día también los sinaloenses, que dominan también Baja California”.

Lomnitz recordó el caso de una mujer hondureña a la que entrevistó en Estados Unidos, después de que fue vendida al crimen organizado por su pollero en Coatzacoalcos y mantenida en casas de seguridad. En 2008, “son los Zetas, que realmente dominan todo este negocio desde el punto de vista centroamericano, están secuestrando o comprando o seduciendo con pretextos a migrantes”.

Según el testimonio, la entrevistada fue retenida en una casa de seguridad de Coatzacoalcos, después, fue trasladada en un camión de redilas a la frontera con Estados Unidos. Esta versión fue constatada por el periodista salvadoreño Óscar Martínez, quien siguió la misma ruta de los migrantes.

“A la orilla de la vía del tren, en Coatzacoalcos, al menos en los tiempos de Óscar Martínez era el punto más importante [de secuestro]. Se están secuestrando gran cantidad de gente de ahí, pero también de otros puntos, desde Tenosique, incluso, y en Tierra Blanca, en Orizaba, se los llevan en autobús a una casa de seguridad”.

Ya en la frontera, los migrantes son llevados a una casa de tres niveles, donde deben pagar tres extorsiones. En la planta baja hacen una llamada a sus familiares pidiendo un primer depósito, una vez hecho, suben al segundo piso donde deben realizar otro pago que les permitirá subir al tercer piso. Una vez que lo realizan son cruzados a Estados Unidos.

Sin embargo, explicó, no todos tienen los recursos para realizar los pagos y deben pagar el rescate con trabajo, a ellos se les denomina “balines”. Todos ellos, “están en el primer piso porque no pagaron”, y para pagar y liberarse, “puede ser empleo en el cártel, reclutamiento forzado o prostitución”.

“Los que sí van pagando, suben y los que no, ¿qué van a hacer con ellos? Algunos, pocos, serán absorbidos por el cártel, habrá otros a quienes maten, que es la idea del uso sacrificial, pero la mayoría los están soltando de alguna u otra manera. Esto no lo sabemos muy bien todavía, pero la impresión que tengo es que terminan en la casa de migrante porque es un lugar un poco más defendido, un poco más protegido”.

“O bien tratan otra vez de cruzar de forma independiente, o bien tratan de emplearse en el mercado laboral interno que hay en la ciudad, o bien se entregan a las autoridades migratorias para ser deportados porque ya están desesperados y han tratado de cruzar tres o cuatro veces, no tienen con qué seguir cruzando y estaban mejor en regresándose”, expuso el colegiado.

Fuente: El Colegio Nacional

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