De acuerdo con Agoitia Polo, las drogas y las sustancias como el alcohol y el tabaco liberan dopamina en el cerebro, pero lo hacen de una manera distinta a las recompensas convencionales, “promueven una liberación más grande y afecta a todos los procesos celulares”
Las drogas son sustancias que enganchan fácilmente al cerebro y lo cambian y “las podemos agrupar en aquellas que bajan las funciones del sistema nervioso central, llamadas depresores; están también los alucinógenos como el LSD; los cannabinoides y los opioides”, con estas palabras Silvia Cruz Martín del Campo, especialista en sustancias que producen abuso y adicción, inició la conferencia Descifrando el cerebro, impacto de las drogas en nuestra mente, realizada el 9 de abril en el Aula Mayor de El Colegio Nacional.
La sesión formó parte del ciclo Universidades por la ciencia, coordinado por el colegiado Jaime Urrutia Fucugauchi; Dionisio Meade, de Fundación UNAM; y Araceli Rodríguez, del Consorcio Universidades por la Ciencia. La científica del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional recordó que la palabra adicción, significa etimológicamente, sin palabras. “Me parece interesantísimo que haya pasado a nombrar los cambios conductuales que se presentan y que tienen que ver con muchos factores sociales, individuales, pero que básicamente los desencadenan las drogas”.
Explicó que la adicción es una enfermedad crónica y degenerativa, de origen multifactorial y con múltiples recaídas que perturban la forma en la que funciona, incluso estructuralmente, el cerebro. “Lo que hay es un conflicto, entre una parte del cerebro, que entiende que puede tener consecuencias negativas, y otra parte que dice: me da igual, voy por ella”.
La experta en neurobiología de adicciones subrayó que, entre los tipos de drogas que existen, también se encuentran las estimulantes del sistema nervioso central como la cocaína, que tiene formas de pasta, polvo y piedra; y las anfetaminas, como el cristal y el éxtasis. “Estas sustancias llevan al sistema nervioso central hacia arriba, meten el acelerador, provocan que se produzca mucha sustancia excitadora y se mantenga un estado de alerta y susto”.
En palabras de la investigadora, las neuronas hablan lenguajes, así como los mexicanos hablan español para comunicarse, las drogas hablan dopamina. “Vamos a pensar que para comunicarnos necesitamos un emisor, un mensaje y un receptor. Eso mismo pasa en el sistema nervioso, tenemos quien manda el mensaje, que son los neurotransmisores y el que lo recibe, pero el mensaje es la dopamina. Las drogas son capaces de “hablar dopamina”, liberan dopamina, se meten en los mensajes del cerebro y le hacen creer que consumir es tan importante como como comer. De alguna manera, lo que hacen las drogas es hackear el cerebro”.
Enfatizó que se debe tener en cuenta que todo esto está comunicado con áreas del cerebro relacionadas con las emociones, motivaciones e impulsos, que se encuentran en el sistema límbico. Este sistema es una parte central del cerebro y es muy antiguo evolutivamente, “nos permite reaccionar frente a las cosas más básicas para la sobrevivencia. Entonces, las drogas se meten en este sistema para liberar cantidades enormes de dopamina y afecta todo lo que está conectado con la memoria, la impulsividad y las emociones”.
“Lo que sucede son cambios plásticos del cerebro que generan una impulsividad enorme, difícil de controlar, y se da un descontrol de las sustancias. Está produciendo un cambio tal, que ese exceso de dopamina se tiene que compensar, una forma de compensarlo es guardar los receptores, entonces, si a ese cerebro le quitó la droga, ya no tiene capacidad de respuesta igual a las recompensas naturales o convencionales”, detalló Cruz Martín del Campo.
De acuerdo con la especialista, hay criterios para identificar la adicción, con que se cumplan dos se puede asegurar que se tiene un problema de adicción, el primero, es consumir más de lo que la gente pensó consumir; el segundo es que se genere tolerancia, quiere decir, que las mismas dosis tienen cada vez efectos menores; y el tercero, es que al dejar de consumir se manifieste un deterioro muy claro por no hacerlo. “Cuando se deja de consumir, hay mucho sueño, mucha hambre, mucha incapacidad en sentir placer y un desgaste enorme”.
“Los estimulantes como la cocaína y la anfetamina son tremendos y el cristal de México es extraordinariamente adictivo, en cuestión de tres meses que se consuma, las personas pierden el control rápidamente. Es tan adictivo como la heroína, porque el síntoma de abstinencia es tan desagradable, que realmente las personas se sienten enfermas y a la siguiente dosis le llaman la cura, porque los mejora”.
Por su parte, el psicólogo Andrés Agoitia Polo sostuvo que el cerebro evolutivamente ha creado circuitos que procesan información provechosa e información peligrosa. “Un circuito es el flujo de información entre un emisor y un receptor, en este caso son neuronas, grupos de neuronas que están cambiando información en un sentido”.
El investigador del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM explicó que en estos circuitos habla la dopamina, que transmite señales dopaminérgicas que tienen que ver con la percepción subjetiva de la recompensa y con identificar los predictores más certeros de llegar a ésta.
Lo anterior tiene una razón evolutiva, que acerca a los humanos a los elementos necesarios para la sobrevivencia. “Lo que hacen las drogas es activar los núcleos del grupo de neuronas que estarían procesando la recompensa y de manera artificial están generando esta señal de importancia y de recompensa. Lo que nos da idea de cómo uno se puede enganchar en conductas que nos llevan a sensaciones placenteras”.
“Si el estímulo es suficientemente atractivo, va a ensombrecer otras recompensas que estarían compitiendo por la atención, por la conducta o los recursos que dispone un animal, como el de los humanos que es el tiempo y el esfuerzo”, aseguro el especialista en procesos de aprendizaje, memoria y actividad neuronal asociados a los efectos de sustancias adictivas.
Agregó que las drogas y sustancias como el alcohol y el tabaco liberan dopamina y promueven su liberación de una manera distinta a las recompensas convencionales. “Primero, promueven una liberación más grande en términos de magnitud, y también permanecen por mucho más tiempo en el espacio sináptico, dos características importantes para el desarrollo de las adicciones, porque esta cantidad excesiva de dopamina activa a los receptores dopaminérgicos de una manera muy desproporcionada.
Lo anterior afecta a todos los procesos celulares que dependen de la señalización dopaminérgica, en otras palabras, las sustancias secuestran o toman control de las vías que realmente activan las recompensas convencionales”.
Después ocurre una pérdida de control y vienen los episodios de consumo problemático, esto significa que el individuo puede recaer cuando se expone a un aroma, un sonido en particular o algo que estuviera ocurriendo al momento del primer consumo y sucede lo que “denominamos cryding, que podemos traducir como ansia de consumo o un anhelo de consumo desproporcionado que detona sistemas de búsqueda.
Ante la limitada capacidad para predecir o anticiparse, la mejor manera de actuar en un momento de incertidumbre es disminuir los riesgos y el consumo es el primer factor de riesgo”, concluyó el especialista.
Fuente: El Colegio Nacional