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Las adicciones son una enfermedad modulada por el ambiente: María Elena Medina-Mora

Las adicciones son una enfermedad modulada por el ambiente: María Elena Medina-Mora

De acuerdo con Francisco Pellicer, el problema de repetir una conducta por placer es cuando se sale de los parámetros para los cuales fue hecha, porque se convierte en adicción. “La adicción tiene tres puntos fundamentales: la dependencia, la tolerancia y la abstinencia”

“Nos volvemos adictos por el gran placer que nos da el consumir ciertas drogas y este placer genera que vayamos a esa conducta una y otra vez. Está dentro de un proceso de homeostasis, está en nuestra fisiología”, aseguró Francisco Pellicer, director de Investigaciones en Neurociencias, del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, al impartir la conferencia Neurobiología de la adicción, azar o necesidad, transmitida en vivo el 20 de septiembre a través de las plataformas digitales de El Colegio Nacional.

La sesión formó parte del ciclo El Azar y la necesidad: 50 años después, dedicado al ensayo del biólogo francés Jacques L. Monod y coordinado por el colegiado Pablo Rudomin y Ranier Gutiérrez, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional. Además, contó con la participación de María Elena Medina-Mora, miembro de El Colegio Nacional, quien conversó sobre las Bases biológicas de la adicción: ¿Azar o necesidad?

El experto en fisiología del dolor neuropático, puntualizó que el problema de repetir una conducta por placer es cuando se sale de los parámetros para los cuales fue hecha, porque se convierte en adicción. “La adicción tiene tres puntos fundamentales: la dependencia, la tolerancia y la abstinencia.”

“Se habla de dependencia cuando se necesita hacer algo que, a veces, ni siquiera tiene que ver con fármacos para que funcionen ciertas cosas. La dependencia es compleja, no sólo significa cambiar puntos fisiológicos, sino involucra sitios, lugares, personas y tiempos.”

En palabras del investigador, una vez que se tiene un estímulo para lograr una sensación de bienestar, el organismo se da cuenta que necesita más cantidad de éste para producir placer, a eso se le conoce como tolerancia. Después se llega al fenómeno de la abstinencia, “si, por alguna razón, se altera el tiempo de obtener placer o se suspende lo que lo causa, se disparan las alarmas hasta llegar al dolor físico”.

El doctor en Ciencias Fisiológicas por la Universidad Nacional Autónoma de México explicó que los elementos mencionados se generan en núcleos del cerebro como el área tegmental ventral (VTA por sus siglas en inglés), ubicada en el encéfalo, y conocida como “circuito de recompensa cerebral”; y el sistema límbico, que regula emociones y tiene un papel importante en la memoria.

Recordó que el neurocientífico sueco Arvid Carlsson descubrió en 1952 la molécula de la dopamina y sus receptores en el sistema nervioso, se trata de la sustancia química encargada de mediar el placer en el cerebro. Sostuvo que la dopamina se produce en el área tegmental ventral y viaja directamente a la amígdala, la ínsula, el núcleo de accumbens, la corteza prefrontal y la corteza del cíngulo.

“Un cerebro no adicto tiene una producción regulada de dopamina en el área tegmental ventral, esta regulación viaja a la corteza prefrontal, que es inhibitoria. Mientras que el cerebro adicto perdió la inhibición, perdió este punto fijo y, por lo tanto, el VTA genera una cantidad brutal de dopamina y aumenta todo el sistema de excitación.”

De acuerdo con Francisco Pellicer, el cerebro adicto a sustancias como metanfetamina, alcohol, heroína y cocaína disminuye la cantidad de receptores D2, que son inhibidores y limitan la activación de dopamina y de la vía neuronal correspondiente.

“Hay muchas drogas, están los inhalables, la marihuana o la cocaína, pero también nos podemos hacer adictos a coleccionar cosas y a la comida, porque también tienen péptidos muy parecidos a los opioides, así es como nos enganchamos en comidas ricas en energía como las harinas, las pizzas y la leche”, finalizó.

Bases biológicas de la adicción: ¿Azar o necesidad?

Por su parte, la colegiada María Elena Medina-Mora intervino hablando de las Bases biológicas de la adicción: ¿Azar o necesidad? en donde se refirió a los factores ambientales adversos que afectan el bienestar de las personas y que fueron mencionados en el libro El azar y la necesidad, de Jaques L. Monod.

Explicó que, en la combinación de herencia genética y medio ambiente, existe un modelo que habla de la dependencia de las drogas como una enfermedad del cerebro y una visión opuesta que la considera un problema social. “Si lo vemos desde la perspectiva de modelo de enfermedad, sabemos que hay factores genéticos, ambientales y sociales, que contribuyen a la vulnerabilidad para que un individuo empiece a consumir drogas, continúe consumiendo y tenga cambios progresivos en el cerebro que caracterizan el desarrollo de la dependencia.”

De acuerdo con la directora de la Facultad de Psicología de la UNAM, los factores que influyen en la vulnerabilidad a la adicción son: el trauma no abordado, como violencia o experiencias adversas en la niñez, antecedentes familiares con el uso de drogas, exposición temprana a su uso, fácil acceso a éstas, actitudes permisivas de consumo, así como enfermedades mentales que pueden desarrollar dependencia después.

“Los que no permiten que se le llame enfermedad del cerebro a la adicción plantean que son pocos los que se enferman, alrededor del 10% de los que usan droga. Yo pienso que son las dos cosas, quienes desarrollan dependencia, desarrollan una enfermedad del cerebro, parte del uso nocivo también estaría dentro de este concepto de la enfermedad; además, es un problema social, porque se determina y afecta a muchas personas.”

En palabras de la especialista, los dos modelos son complementarios. “Las drogas pueden alterar partes importantes del cerebro que son necesarias para interacciones sociales saludables y para funciones del soporte vital.”

Explicó que la adicción se puede describir como un ciclo repetido de tres etapas: atracones, consumo excesivo de una sustancia que puede causar intoxicación y genera efectos placenteros; abstinencia o efecto negativo, cuando el individuo experimenta un estado emocional dañino en ausencia de la sustancia; y la preocupación-anticipación, que se refiere a la búsqueda de la persona para conseguir su sustancia.

“Las tres etapas están relacionadas entre sí, y tienen cambios específicos en el cerebro. Se relacionan con los ganglios nasales, que controlan a los vasos gratificantes del consumo de sustancias, lo que se llama el circuito de recompensa, las drogas sobre estimulan este circuito y, con una exposición repetida, la persona se adapta a la presencia y disminuye la sensibilidad.”

En palabras de la psicóloga mexicana, la siguiente área del cerebro afectada es la amígdala extendida, que se involucra en el estrés y sentimientos de malestar, la ansiedad e irritabilidad, y acompañan a la abstinencia. “Al final, se daña la corteza prefrontal, involucrada en la capacidad de organizar pensamientos y actividades, priorizar tareas, administrar el tiempo y tomar decisiones sabias.”

Sostuvo que el consumo de drogas antes de los 26 años incrementa la probabilidad de presentar síntomas psicóticos hasta más de siete veces. “No todos los individuos están en el mismo riesgo de iniciar y desarrollar dependencia. Ésta se da por una combinación de factores que incrementan la vulnerabilidad y por la ausencia de factores que protegen al individuo.”

Comentó que los factores biológicos que aumentan la vulnerabilidad incluyen los genéticos, que son el 50% de predisposición. Puntualizó que las adicciones son una enfermedad modulada por el ambiente y que se tienen concepciones erróneas en la sociedad como que la gente puede dejar voluntariamente las drogas.

Afirmó que “hay unas barreras estructurales que los hacen convertirse en población de calle y que causa que tengan este aislamiento que limita su recuperación. Tienen poca información de los médicos, que hace que su trastorno se haga más grave, y lo que se ha visto es que estas mismas áreas que procesan el dolor físico, procesan este dolor social del aislamiento y la discriminación, aumentando la vulnerabilidad. Toda esta reacción de la sociedad va a tener el impacto en el cerebro, igual que si hubiera un golpe o un daño físico”.

Fuente: El Colegio Nacional

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