Las empresas tecnológicas juegan un papel clave en crear las herramientas, plataformas y servicios de esas sociedades futuristas, que serán la base de las mismas, muchas de las cuales hasta ahora solo hemos imaginado en los libros o películas de ciencia ficción
En los últimos meses expertos, medios de comunicación y empresas no han parado de hablar sobre los posibles impactos y beneficios que los avances en desarrollos de inteligencia artificial y otras tecnologías nos ponen sobre la mesa como sociedad. Pero esa vorágine por tratar de entender cómo será nuestro mundo en los próximos diez años, no puede ser el pretexto para olvidar que esas nuevas oportunidades también deben aplicar para los retos pendientes.
En marzo me tocó vivirlo en experiencia propia. Primero, porque me invitaron a participar en un panel en South by Southwest (SXSW) en Austin, que se ha posicionado como uno de los eventos de innovación y entretenimiento más icónicos del planeta, y segundo, porque me tocó hablar en la sede de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) en Nueva York en el evento Global Compact Brasil, durante la semana de la Comisión sobre el Estado de la mujer.
Uno podría pensar que ambos eventos están completamente desconectados, que son muy distintos entre sí y con agendas muy específicas y separadas, pero en realidad ambos albergaban un hilo conductor interconectado.
En SXSW, para sorpresa de nadie, se habló mucho sobre la IA, con una especie de fervor Zeitgeist se profundizó sobre su impacto en nuestras relaciones, trabajos, educación, salud, alimentación, minorías y más. Durante cinco días pude escuchar, discutir y reflexionar sobre multitud de temas. Desde psicodélicos como un medio terapéutico cada vez más probado, hasta una presentación de mujeres científicas de la NASA, charlas sobre el futuro del trabajo, compromiso cívico y activismo corporativo, sesiones sobre cambio climático y justicia en la era de la IA.
Se discutió cómo las empresas pueden promover los principios de Diversidad e Inclusión (DEI, en inglés), que como bien lo dijo Tarana Burke, co-creadora del movimiento #MeToo durante SXSW: “Para que DEI funcione no basta con que sea una iniciativa o departamento”. Amy Webb, futurista y autora del libro The Genesis Machine, habló sobre la urgencia de hacer que la tecnología trabaje para nosotros, no al revés y aseguró algo en lo que realmente creo: “Es cierto que la IA reemplazará a algunos humanos, pero la forma en que trabajaremos juntos será simbiótica en lugar de confrontativa”.
Y dejé Austin con la que para mí será una de las reflexiones y preguntas que más tendremos que hacernos en la siguiente década cuando Amber Straughn, astrofísica del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA, dijo: “Una de las cosas que me encantan de la astronomía es que llega al corazón de nuestras preguntas más importantes. ¿De dónde venimos? ¿Cómo llegamos aquí? ¿Estamos solos en el Universo? Porque son preguntas misteriosas, que van más allá de la ciencia; son puntos que llegan al corazón de la pregunta central que todos nos hacemos: qué es ser humano”.
Esa duda existencial sirvió como antesala a una gran reflexión y provocación sobre los derechos humanos y la conectividad. Temas que fueron el punto de partida de mi participación en la ONU en Nueva York, en un escenario distinto, pero con puntos de conexión en su agenda.
Ahí conocí y escuché la voz de mujeres fuertes unidas por sus causas e interseccionalidad. Tuve la oportunidad de compartir sobre el poder masivo de transformación a través de la tecnología y de programas como #SoyNotable, que nació en Google, y cuya misión es enseñar a las mujeres a promocionarse y avanzar en sus carreras, una realidad que para millones de mujeres, en especial aquellas en grupos minoritarios, les resulta difícil hablar de autopromoción. A la fecha, 450,000 participantes han sido impactados, más de 1,000 organizaciones de 178 países o Grow with Google que ya ha impactado a 200,000 mujeres alrededor del mundo con certificados y capacitaciones en el área de tecnología.
Resultados que sin duda están lejos de responder a la realidad, pues de acuerdo con el estudio de la ONU Descifrando el código: educando a niñas y mujeres en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM)” de 2022, 74% de las mujeres están interesadas en ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, pero sólo 30% de ellas eligen campos relacionados con STEM en la educación superior.
Frente a los nuevos escenarios globales que se presentan, en los que la IA, las plataformas digitales y la tecnológicas transformarán cada vez más todos los aspectos de la vida humana, tenemos el gran objetivo de inspirar y animar a más chicas a elegir la profesión que quieran, contribuyendo a que cada vez haya más diversidad en todos los ámbitos, sean los que sean.
Así pues el futuro del que hablamos o comenzamos a imaginar en SXSW, no puede ir desconectado de los pendientes y retos que siguen siendo tema primordial de una agenda social más diversa, más equitativa y por consiguiente más humana.
Sin duda, las empresas tecnológicas juegan un papel clave en crear las herramientas, plataformas y servicios de esas sociedades futuristas, que serán la base de las mismas, muchas de las cuales hasta ahora solo hemos imaginado en los libros o películas de ciencia ficción, pero el motivador que no podemos olvidar es la escalabilidad y la mejora humana. Se trata de buscar la humanización de la tecnología y no al revés.
Fuente: forbes.com.mx