¿Qué va a pasar con la memoria del mundo de los archivos que se desvanecen en el universo digital en que hoy vivimos?”, preguntó Paulina Lavista
“La fotografía constituye, desde hace más de 100 años, un canal de comunicación entre la arquitectura y la sociedad, como también entre los mismos arquitectos, y un imprescindible instrumento para su formación y conocimiento, los cuales nos han dado la posibilidad de conocer los lugares lejanos y arquitecturas de otros tiempos”.
Con esta reflexión, el arquitecto Felipe Leal, miembro de El Colegio Nacional, dio la bienvenida a la mesa redonda “Fotografía”, realizada de manera presencial en el Aula Mayor de la institución y también transmitida a través de las redes sociales, con las reflexiones de Fernando Cordero, Paulina Lavista, Jaime Navarro y Lake-Verea (Francisca Rivero Lake y Carla Verea).
Durante la sesión se reflexionó en torno a algunos vínculos y utilidades que la fotografía tiene respecto a la arquitectura, sobre todo su “valor de descubrimiento: permite revelar y conocer aspectos de la arquitectura, historia y carácter de su tradición, sin recurrir a un discurso verbal”.
“Para saber destacar las cualidades de una obra arquitectónica, la fotografía ha sido una herramienta fundamental para conocer la arquitectura; por medio de ella hemos podido admirar y comprender obras emblemáticas antiguas y contemporáneas, así como de muchos lugares lejanos y distantes en el tiempo”, señaló Felipe Leal.
Desde su perspectiva, el testimonio gráfico de múltiples fotógrafos permite valorar en justa medida la visión con que algunos fotógrafos lograron captar los conceptos formales de la arquitectura moderna y, por ende, “hacernos evidentes esos aspectos a quienes nos interesamos en ella”.
El fotógrafo, con un uso inteligente de sus sentidos, construye una realidad visual nueva a partir de un objeto o algo tangible; crea una realidad autónoma respecto de la existente —aunque referida a ella— y, por tanto, susceptible a transformarse en una manifestación artística: sin duda se convierten en piezas de arte”, a decir del colegiado.
La fotógrafa Paulina Lavista, quien se refirió a los vínculos que ha mantenido durante más de 40 años con El Colegio Nacional acompañando a el escritor Salvador Elizondo y a su primo Mario Lavista, aseveró que de las emociones más sublimes y profundas que he experimentado frente a las obras de arte que el hombre ha creado, “sin duda ha sido con las obras arquitectónicas”.
La dimensión y alcance de la inteligencia y capacidades del hombre para diseñar, y luego construir magníficas edificaciones, algunas de ellas que han superado el paso del tiempo por la solidez con que fueron construidas, hallaron en la fotografía un elemento fundamental “para narrarnos su historia, nuestra historia: la historia del hombre se refleja en grandiosos ejemplos de las diversas civilizaciones cuidadosamente cortadas y bien encajadas o acomodadas ante el fenómeno de la cámara oscura”.
Luego de hacer un recorrido por la obra de diversos fotógrafos por los que siente una especial admiración, Paulina Lavista reflexionó acerca de la importancia que tiene la cámara oscura como una metáfora de lo que somos como seres humanos, pues antes de que apareciera la fotografía, como tal, “el hombre había descubierto un principio de la física conocido como de la cámara oscura”.
“Un fenómeno que consiste en que en cualquier espacio grande o pequeño, completamente oscuro por todos lados, si hay un orificio pequeño la luz en línea recta se concentra en el orificio y penetra la luz, y como un acto de magia, arrasa al interior de la cámara la imagen de afuera, o sea la realidad: podemos suponer que el fenómeno mágico fue observado en alguna cueva oscura por el hombre primitivo, lo que tal vez lo motivó para las pinturas rupestres”.
Con una mirada en el presente y en el futuro, la fotógrafa se refirió a la realidad que se vive en la actualidad en el mundo de la fotografía, cuando miles de teléfonos producen al día millones de instantáneas que para guardarlas deben subirse a la nube, y hay que renovarlas, para lo cual se requieren de grandes almacenes digitales para preservar su calidad y “eso es muy caro y laborioso”.
“Hoy en día se pierden muchas fotografías y lo más grave es que se pueden manipular digitalmente: en la actualidad, una fotografía puede transformarse para cambiar la realidad y hoy, paradójicamente, se puede dudar de la veracidad de ciertas fotografías. Yo me pregunto qué va a pasar con la memoria del mundo de los archivos que se desvanecen en el universo digital en que hoy vivimos”, alertó Paulina Lavista.
De ahí su convencimiento de que con la fotografía, el ser humano “encuentra el vehículo para capturar la verdad de la existencia de las cosas”.
“La búsqueda del unicornio”
Como un homenaje a Carlos Jurado, así tituló Fernando Cordero su participación en la mesa redonda, bajo el convencimiento de que, por el tiempo dedicado a la producción fotográfica de la arquitectura, desde hace varios lustros comprendió que la arquitectura es un tema fascinante para ser estudiado visualmente y “congelado en el tiempo fotográficamente”.
“Encontré en la fotografía mi veta creativa que me permitió la exploración a otros géneros de la fotografía: cuando el arquitecto, de manera talentosa, conjunta estética y función nos da a los creadores de imágenes las herramientas para convertir a la estructura arquitectónica en una suerte de materia plástica maleable, para hacer de ella, a través de la fotografía, una reinterpretación lúdica de la naturaleza, de sus materiales, funciones y formas”.
Lo que logran los fotógrafos con su obra, señaló Cordero, es transformar las formas de la arquitectura, logran convertir, “con luz y plata”, al vidrio en agua, al concreto bruto en transparencia vulnerable y frágil, “al viento lo hacemos un sólido invisible y a la luz el mejor aliado para atravesar o congelar y desaparecer a nuestro antojo toda materia existente”.
Pero todo ello es posible siempre y cuando entre el arquitecto y el fotógrafo exista una complicidad, y lo que definió como un acuerdo poético-metafórico-lúdico, donde la cámara se convierte en un juez implacable: ”la cámara arrebata la realidad con luz y tiempo de lo que a veces preferimos omitir, de ahí mi admiración por las tecnologías tradicionales y mi necesidad por continuar la toma fotográfica de manera análoga”.
“La arquitectura es un escenario idóneo para narrar conceptos desde varios ángulos escenográficos de espacio y tiempo; historias que, en una suerte de edición narrativa, nos hablan del arquitecto creador de la obra, así como del intérprete fotógrafo capaz de, en un fragmento de tiempo, contar una anécdota que puede conmover y crear un cambio en el espectador”.
No ha sido una labor sencilla para Fernando Cordero, si bien el rigor que la fotografía de arquitectura le ha llegado a demandar le abrió las puertas a otro género de creación de imágenes, al que llama “Arquitectura Industrial” y algunas empresas de ingeniería lo buscan para llevar a cabo, a modo de ensayo fotográfico, la producción de imágenes de sus obras de ingeniería en distintos campos de la industria a lo largo y ancho de nuestro país.
“Es otro género de la fotografía que me resulta fascinante por la narrativa que se desarrolla en las áreas donde son construidas: verdaderos monstruos que nos ‘facilitan’ la vida con sus servicios”.
En la mesa redonda, Francisca Rivero Lake y Carla Verea, agrupadas en el Estudio Lake-Verea, leyeron de manera conjunta un texto en el que definieron a la arquitectura como “un fragmento de historia con ganas de platicar”.
“Nos gusta contar historias, buscar en los fragmentos que nos ayudan a entrar en carácter para investigar, fotografiar y narrar lo que nos nace decir; investigamos y leemos desde el internet y desde los libros. Del internet nos fascina la noción del archivo que se alimenta y cambia, que está vivo; de los libros leer los textos monolíticos: los libros han congelado la visión de sus autores y estos no sirven como punto de partida”.
Rebeldes, curiosas y con la pulsión de expresar su manera de ver el mundo, de leer historia, con ganas de platicar, Lake-Verea entiende a las construcciones “como entes vivos que cambian, se adaptan, se modifican y, a veces, desaparecen”.
Por su parte, Jaime Navarro, quien también se ha especializado en la arquitectura y la iluminación, se dijo convencido de que la fotografía debe considerarse como el nuevo lenguaje del arte contemporáneo, con una vida paralela o que sustituye a la escritura, “es la nueva escritura, un arma cargada de futuro: no la poesía, sino la fotografía”.
“La fotografía tiene un poder transformador espectacular fuera de todo manierismo, de todas formalidades, y de todo formalismo, pues creo que es un arma implacable y bien utilizada, o mal utilizada, puede ser destructiva, a la que debemos controlar y conocer para interpretarla, para usarla, para añadir, para restar o para contraatacar”.
En la arquitectura, resaltó Navarro, la misma fotografía se implica de una manera que no se sabe qué es más importante, si el arquitecto o el fotógrafo, sobre todo porque hay mucha gente que conoce de arquitectura gracias a la fotografía: es decir, no ha estado en el lugar y esa información se condiciona por la fotografía.
“¿Qué es mentira de esa arma? Depende la distancia, depende el lente, depende de la luz, depende de cómo has limpiado el suelo. Luego, no vemos con los ojos, sino con la cabeza, y la cabeza está construida por la cultura, la cultura ya te dice lo qué hay que ver”, en palabras de Jaime Navarro.
Fuente: colnal.mx