Jesús Antonio del Río Portilla
La vida da vueltas, al pasar del tiempo los que tenemos algunos años vemos como los acontecimientos parecen repetirse de alguna forma. En mi juventud leía a Federico Nietzsche y podría sintetizar una de sus aportaciones como que la historia de los pueblos era un proceso cíclico, donde procesos similares ocurrían en diferentes momentos de la historia en las mismas o en diferentes civilizaciones.
En ese tiempo, yo quería ver esos procesos cíclicos como un movimiento circular que iba avanzando en el tiempo, algo parecido a un resorte, pero con un sentido de recorrido hacia arriba. Imaginaba que cada nuevo ciclo iba mejorando, con un sentido de mejora no muy claro.
Eso pensaba en la juventud y contrastaba contra el famoso dicho de que el pasado fue mejor. Dicho que me resisto a dar por válido, ya que me parece que ahora podemos entender y explicar muchos de los procesos que ocurren en nuestro alrededor y eso es al menos reconfortante.
En los mismos tiempos leía conceptos de la revolución permanente donde el desarrollo desigual y combinado demandaba que construyéramos estrategias de solución de la problemática acordes con los diferentes entornos sociales, económicos y ambientales, conceptualización que me atrae todavía y que me parece de lo más adecuada para promover justicia e igualdad entre las personas y las especies que habitamos este planeta.
La consideración y fomento de la diversidad es uno de los aspectos que considero más pertinente para la construcción de relaciones que favorezcan los desarrollos de las personas y el entorno natural.
También en esos momentos estaban en la juventud las discusiones sobre implantar la dictadura del proletariado, donde los medios de producción pasaran a ser propiedad del Estado, para luego construir una sociedad comunitaria.
Este último objetivo me atraía y me sigue atrayendo, pero siempre dudé que la única manera de llegar a una sociedad menos desequilibrada, a lo que hoy llamaría sustentabilidad, debería pasar por situaciones autoritarias.
Por esas épocas en Sudamérica observábamos dictaduras apoyadas por la cúpula capitalista que imponían ideas de cómo establecer desarrollos.
Podíamos decir que las dictaduras en nuestro continente estaban al servicio de otros países diferentes a los que gobernaban. Aunque desde otras perspectivas, se decía que en México vivíamos la dictadura perfecta, donde una élite gobernaba en un ambiente parecido a la democracia y estaba al servicio de unos cuantos.
Durante más de cuarenta años he visto como México se transforma como producto de las diferentes luchas de las personas en colectivos diversos. No había una sola línea, sino que eran muchas trayectorias que conformaban una amplia senda por la que se transitaba.
Siempre he preferido las vías amplias donde se aceptan variaciones de rutas que satisfacen diferentes necesidades.
Crecí en ambientes de tolerancia a la diversidad, es más, que la propiciaban. La biología nos ha enseñado que para que un ecosistema se desarrolle es necesaria la diversidad. En la sociedad esa diversidad enriquece a las personas y construye una plétora de manifestaciones culturales.
Por otro lado, en estos días, nuevamente veo situaciones donde la autocracia intenta dirigir de manera única los destinos de muchas personas. Vemos cómo dictaduras muy parecidas a las antiguas de Sudamérica crecen en países de Europa, donde por cierto ya a principios del siglo pasado crecieron y desembocaron conflictos internacionales. ¿O más bien deberíamos decir que las sudamericanas imitaban a las europeas de inicios del siglo pasado? Los ciclos están presentes.
Tengo que aclarar que nada más diferente de las dictaduras de hoy a las que se pretendían establecer inicialmente por los bolcheviques. Las dictaduras que hoy se busca establecer o se han establecido no buscan el bienestar comunitario, los motivos de la Rusia actual no son llegar al bienestar social. Los métodos pueden ser similares, pero la dictadura del proletariado buscaba una fase comunitaria, algunos hasta decían anarquista.
Para nada puedo equiparar hoy al gobierno de la actual Rusia a la propuesta de Lenin y Trosky en los inicios de la revolución de octubre.
No confundamos, los objetivos son opuestos y no considero adecuada la frase “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”.
Es más, los esfuerzos por establecer autocracias por la fuerza y dirigidos a promover más beneficios para los que más tienen se han observado en muchos lugares. Para muestra basta citar las actitudes de Donald Trump.
Desde mi punto de vista, los procesos en la historia parecen dar vueltas, pero hoy tenemos más información como personas que las personas de hace algunos años.
También, sin darnos cuenta, proveemos de más información que antes para que se pueda usar en beneficio de unos y no de todas las personas. Los esfuerzos pueden ser más fáciles, pero quizá más complicados.
Estoy convencido de que la diversidad es una alternativa para construir procesos y vías de transformaciones. No hay un solo camino y menos el rígido que pueden ofrecer las vías militares.
Seguiré promoviendo las decisiones participativas y que permitan construir bienestar social.
Fuente: delrioantonio.blogspot.com