“Para que un anfibio viva tiene que existir una buena calidad de agua. No existe mejor indicador, para un chinampero, de que el agua está limpia cuando hay un ajolote vivo”, enfatizó Zambrano
“Axolotl es un dios peculiar en el panteón prehispánico, porque se resistió y se opuso al destino manifiesto que tenía, se arrojó al fuego y se convirtió en Ajolote, después de diversas encarnaciones”, recordó Juan Villoro, miembro de El Colegio Nacional, al iniciar la mesa “El axolote: su origen mítico, su biología extraordinaria y su fuerza como símbolo cultural”, como parte del ciclo Las neurociencias en México y el mundo, coordinado por el colegiado Pablo Rudomin y Ranier Gutiérrez del Cinvestav.
El escritor mexicano subrayó que el axolote tiene algo especial, parece ser una mezcla de distintos animales posibles, pero lo sorprendente es que sólo es una criatura, cuya capacidad larvaria tiene la posibilidad de mutar, convertirse en salamandra y de cortejar el fuego, lo cual míticamente es interesante, porque el dios Xólotl, rehuyó al fuego y lo asoció al agua. El colegiado se refirió a la literatura del escritor Julio Cortázar, quien fue un aficionado de la ciencia y basada en ella escribió el cuento “Axolotl”.
“Cortázar entendió la excepcionalidad de la especie como algo muy similar a la humano, consideró que la conciencia humana era una excepcionalidad en la naturaleza, ese polvo de estrellas que de pronto comenzó a pensar en sí mismo y cobró conciencia fue una especie excepcional. Si el hombre tiene esta condición, el axolote podría ser entendido como su espejo”. De acuerdo con Villoro, este cuento puso al axolote en el centro de la literatura fantástica y hasta ahora son más de 200 años de historia de los ajolotes como modelos de estudios científico.
Al tomar la palabra, Luis Alfredo Cruz Ramírez, de la Unidad de genómica Avanzada del Cinvestav, expuso que la palabra axolote es el nombre genérico que se le da a varios anfibios urodelos, es decir, aquellos organismos que tienen cuatro patas y una cola, pertenecen al género Ambystoma y, a su vez, comprende 33 especies que habitan en Canadá, Estados Unidos y México. “El nombre de Axolote se da a 16 especies endémicas de México”.
Señaló que, en 1814, el naturalista alemán Alexander von Humboldt envió axolotes en frascos de alcohol al zoólogo francés George Cuvier a París, después de una expedición al continente americano. Él estaba en el Museo de Arte Natural y generó la hipótesis de que el ajolote era probablemente la larva de un reptil. En 1866, se reportó la primera reproducción exitosa en cautiverio en Europa y en ese mismo año, el naturalista francés André Marie Constant Duméril logró la metamorfosis del axolote, lo que comprobó que no era larva de ningún reptil. Se trató del primer estudio científico que habló de su capacidad de regenerarse.
Explicó que la regeneración de extremidades es un proceso complejo que implica diversos eventos de reprogramación de moléculas y células. “Después de la amputación, lo que va a ocurrir es que las células de la epidermis se van a dividir para cubrir la herida. Para que ocurra la regeneración, tiene que haber inervaciones, es decir, que los nervios forman una capa epitelial que da señales a la célula residente y comienza a disgregarse y a formar una población conocida como blastema. Posteriormente, ocurre una reprogramación celular, que significa que esas células comienzan a dividirse rápidamente para generar una población grande, a través de memoria se forman los tejidos de la nueva extremidad”.
Por su parte, Luis Zambrano, del Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la UNAM, sostuvo que, en México, existen entre 16 y 18 especies distintas de axolotes, aunque es difícil distinguir sus diferencias. La más famosa es la lambiscona mexicana, que tiene la capacidad de regenerarse. Detalló que el axolote vive en el fondo, enterrado en el lodo y escondiéndose de las garzas y serpientes, ese es el motivo por el que sólo vive en las noches, comienza a moverse por ahí de las seis de la tarde a cazar peces y deja de moverse a las 11 de la noche para retomar actividad a las cuatro de la mañana.
“Es un animal al que le encanta el amanecer y el atardecer. Tiene la capacidad de respirar de tres formas, por la piel, por las branquias y al desarrollar pulmones”. En palabras del biólogo mexicano, su casa es Xochimilco, vive entre los canales y chinampas. Gracias a sus características de biodiversidad, este sistema generó una simbiosis entre el axolote y la chinampa. “El motivo por el que la especie es feliz en ese hábitat es porque los canales, cuando no están contaminados, están llenos de vida que se traduce en comida, como insectos y pececillos”.
“Para que un anfibio viva tiene que existir una buena calidad de agua. No existe mejor indicador, para un chinampero, de que el agua está limpia que un ajolote vivo. La ciudad con 23 millones de habitantes debe cuidar las joyas que tiene dentro de su territorio, para poder evitar la desaparición de especies como el axolote”.
Finalmente, el zoólogo Andrés Cota, integrante de la Sociedad de Científicos Anónimos, señaló que existieron perversiones coloniales que afectaron la percepción del axolote, por ejemplo, la que llegó a considerarlo de figura fea y aspectos ridículo. Fue hasta que llegaron los naturalistas, cuando el ajolote trascendió a enigma científico.
“Durante la intervención francesa, enviaron más de 30 especies. Auguste Duméril recibió cinco ajolotes para estudiarlos en el Zoológico de París, dónde no sólo los mantuvieron vivos, también los reprodujeron. Darwin fue uno de los pioneros en predecir lo que podía estar sucediendo. En 1859, incluyó una anotación al respecto en El origen de las especies, sobre el mecanismo de propagación que podría estar operando”. En 1885, el zoológo alemán Julius Kollmann acuñó el término neotenia para referirse a la conservación de los caracteres larvarios durante toda la vida”.
De acuerdo con el también escritor, los axolotes fueron musa de grandes plumas, como la de Salvador Elizondo, quien tuvo una atracción por esta especie y en su texto Ambystoma tigrinum planteó que todo en ellos delataba una profunda nostalgia del lodo. Juan José Arreola, por su parte, se refirió al ajolote, en 1972, como el “pequeño lagarto de jalea. Gran gusarapo de cola aplanada y orejas de pólipo coral. Lindos ojos de rubí, transparente alusión genital”.
Otros escritores dedicaron su pluma al extravagante anfibio incluyendo a Octavio Paz, Carlos Chimal, Alberto Ruy Sánchez, Rafael Lemus, Roger Bartra y Pablo Soler Frost. También esta especie permitió ser figura de metáforas de la sociedad mexicana como lo hizo José Emilio Pacheco, quien aportó en Acrosoma: “Ni pez ni salamandra, ni sapo, ni lagarto, posee rasgos humanoides y es, como nosotros, el habitante quintaesencial de Nepantla, la cuna de Sor Juana, la tierra de en medio, el lugar de nadie, el recinto y tumba de quienes, a lo largo de todas nuestras metamorfosis, tampoco llegamos a la verdad de ser adultos y lo único que sabemos es reproducirnos”.
Cota enfatizó que, en 1998 había 6 mil ejemplares de axolotes por kilómetro cuadrado. Actualmente, en la ciudad de México, sólo existen 20 por kilómetro cuadrado.
Fuente: El Colegio Nacional