Juan Ramón Camacho Rodríguez
Ya vivimos desplazamientos o sustituciones de las personas en el campo profesional y laboral por parte de la inteligencia artificial (IA), lo cual lleva a pensar en las supuestas bondades que traen a la humanidad los avances tecnológicos.
En una reciente publicación, el medio de comunicación “El Mundo” transmitía este título: “La inteligencia artificial pone en riesgo 300 millones de puestos de trabajo en todo el mundo” (1), información sustentada en una investigación dada a conocer por Goldman Sach el pasado 26 de marzo.
Hace unos días el diario “El País” encabezaba una de sus notas con estas palabras: “Así perdió un trabajo de locutor por una IA: “Vamos camino de que el factor humano desaparezca”” (2). La cuenta de twitter @JoséMarioMX, perteneciente a un abogado mexicano, publicó: “¿Estaremos listos? Una de las profesiones que más se verá impactada por el uso de la inteligencia artificial será la abogacía. ¿Presenciaremos el fin de la abogacía?”.
Son muchas inquietudes sobre la inteligencia artificial y el supuesto peligro que ella representa para oficios y profesiones. El temor está más que justificado. Para muchos, el futuro distópico dibujado hace décadas por los autores de ciencia ficción ya nos alcanzó.
Ya sabíamos desde hace buen rato que la tecnología, en cualquiera de sus modalidades, trae el beneficio aparejado con el riesgo. ¿Qué tecnología no tiene sus riesgos para el ser humano? ¡Hasta aquella que se utiliza en el renglón de la salud los tiene! El punto es: ¿cómo prevenir el daño posible en el uso de la tecnología?
Si no controlamos el uso de las máquinas para evitar que nos perjudique, entonces sí que nos veremos en aprietos. La tecnología no es el problema, realmente, sino el uso y el abuso que hacemos de ella. ¿Algún límite le hemos puesto al desarrollo de la inteligencia artificial? Ninguno, lo mismo que a su uso.
Un millar de personajes líderes mundiales en el ámbito tecnológico han solicitado, a través de una carta, pausar el desarrollo de las más potentes tecnologías de IA (más potentes que GPT-4) (3). Se entiende con ello que hay cierto temor en que las cosas terminen por descontrolarse y traer más perjuicios que beneficios a la humanidad.
No es lo mismo jugar ajedrez contra la computadora que permitir que ella tome la responsabilidad de nuestra creatividad y productividad en el ámbito profesional y laboral, abriéndole la posibilidad de que nos quite el empleo. La IA hace más y mejor, indudablemente, pero sin ética, sin valores, sin el sentido de la vida, que es lo que hace del factor humano algo indispensable.
Contra las amenazas tecnológicas, nada mejor que una buena dosis de humanismo.
Fuente: elheraldodechihuahua.com.mx