Rubén Olachea
Es profesor-investigador del Departamento Académico de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), rolachea@uabcs.mx.
El chileno Sebastián Lelio (nacido en 1974) saltó a la fama por el Óscar a la mejor película extranjera que obtuvo en 2017 por Una mujer fantástica. En noviembre de 2022 se estrenó con gran éxito de crítica The Wonder (Prodigio, disponible en la plataforma de servicio en línea Netflix). Basada en la novela homónima, publicada en 2016 por la exitosa escritora de best-sellers irlandesa-canadiense Emma Donoghue (nacida en 1969), Prodigio cuenta la historia del rescate a una niña realizado por una enfermera. Es un rescate que raya en lo absurdo, pero así es la vida. La niña es víctima multifactorial de una familia católica pobre que vive en un apartado pueblo irlandés en 1865. La niña no ha probado bocado por más de cuatro meses y en la localidad se forma un comité para contratar a una enfermera que haga una observación sistemática con el fin de probar si se trata de una santa milagrosa o si se trata de una estafa.
La adaptación de este drama de la época victoriana sitúa a Lelio como un gran director que asombra a la crítica especializada por su dominio del arte cinematográfico. Su adaptación en esta coproducción británica e irlandesa contó con la participación de la propia autora y Alice Birch en el guión. La cinta inicia en un amplio espacio a manera de estudio cinematográfico para dar entrada a una ficción de un pasado no tan remoto. En Irlanda resuena la hambruna, se culpa al imperio británico y hay un éxodo a tierras brindando mejores oportunidades. ¿No te suena algo parecido a “En Latinoamérica hay injusticia y pobreza, se culpa al imperio norteamericano y hay un éxodo a esas tierras buscando mejores oportunidades”? La película tiene tantas resonancias con el presente que enumeraré solo algunos aspectos:
- Las fake news de una niña que dice nutrirse del maná del cielo y un doctor que ve posibilidades ahí de dar con el secreto de la eterna juventud (así como lo lees).
- Un claro caso de fanatismo católico que enfrenta y divide de forma polémica a un pueblo.
- Los periodistas cazando noticias y elaborando reportajes sensacionalistas.
- La ciencia médica y la tecnología en entredicho con retos y desafíos.
- Mujeres oprimidas por un sistema patriarcal (sexista o machista) que las asume tontas y culpables antes de que se puedan defender y antes que a cualquier otro hombre se le acuse de lo mismo.
Podría seguir, pero no quiero. Abrumar con argumentos extra-cinematográfico suele irritar a los lectores y cinéfilos interesados. El apego fiel a la historia, el paisaje, vestuario y escenografía es nítido. El frío y los vientos irlandeses se perciben, aunque el audio es impecable y se optó por una música de estilo contemporáneo que crea la sensación de que estamos frente a una historia de terror. Porque lo es. La combinación de hambre, fe, fanatismo, ignorancia, pobreza y desesperanza es aterradora. En ese sentido, no es que la ciencia venga a representar la salida iluminadora a ese escenario catastrófico de una sociedad. La ciencia apenas representa un asidero notable, pero desde el principio nos queda claro que no es la panacea. La misma enfermera contratada, con un pasado doloroso por ser viuda joven que perdió a su bebé, se refugió en una nostalgia y melancolía dolorosas atesorando objetos como las botitas tejidas para ese bebé cuya vida fue truncada. Por lo menos haber experimentado el dolor la pone en perspectiva frente al caso que atiende.
La enfermera en cuestión se llama Elizabeth “Lib” Wright y es estupendamente interpretada por Florence Pugh, quien me recuerda algo de la tensa personalidad que expresaba Kate Winslet en sus mejores apariciones en pantalla. Florence es elogiada por las emociones contenidas de mujer inteligente e independiente que se sabe en desventaja en un mundo regido por hombres, pero no cesa en su lucha por ser tan lista o ruda como lo son ellos con ella. La economía de la lengua inglesa adquiere tonos ácidos cuando le insinúan que come el doble o que come en sustitución de la niña, comentarios sumamente ofensivos que le hace precisamente el periodista que termina seducido por la gran personalidad de Lib.
La niña en cuestión se llama Anna O’Donnell y luego se llamará Nan cuando emprenda una nueva vida en territorio menos hostil que su natal Irlanda. El personaje es interpretado por Kila Lord Cassidy y lo hace estupendamente. Claro que el maquillaje ayuda para convencernos de que está moribunda, pero es su desempeño lo más convincente. El actor Tom Burke es quien hace de periodista cínico, de nombre William Byrne. Cuando la enfermera se da cuenta de que hay gato encerrado en torno al caso de la niña entra a varias capas: la niña sufrió serio maltrato por un hermano ya muerto y se siente culpable. Aunque sus padres la quieren, Lib ve con error que no hacen nada por detener esta especie de ‘huelga de hambre’ que matará a la infante si no se hace una radical intervención de la razón frente a lo irracional. Kitty, la narradora, nos hará ver, tipo Sor Juana Inés de la Cruz, que todo es según el cristal con que se mira.
Hay muchas claves en el relato que demandan gran atención e interpretación por parte del público: cuando la enfermera Lib tiene la valentía de entrar a una taberna y termina siendo maltratada por el tendero de la barra, se da cuenta de que detrás de la amargura grosera del hombre está el hartazgo de la clase trabajadora: todo ese drama de una niña que no necesita comer para seguir viva es una farsa abominable. Quizá estamos frente a una escena cotidiana: mucha gente tiene razón en sus quejas sobre el estado de cosas de nuestra sociedad, pero al expresarlo con groserías solo contribuye a una frustración colectiva. Se tiene que hacer algo, más ingenioso que violento, para remediar la situación.
También se insinúa otra lectura alucinante: Lib se refugia a escondidas, como secreto culposo, en la bebida de láudano, una preparación compuesta por vino blanco, azafrán, clavo, canela y opio, con efecto morfina, para disminuir el dolor y el insomnio. Pero la solución radical al cuadro de una familia que miente y que parece desear la muerte de su propia niña en aras de santificar su sacrificio en delirio religioso, consiste en urdir un escape genial: la enfermera supera su adicción al láudano y al lastimoso fetiche de la ropa de su bebé perdido por un plan maestro en el que se finge la muerte de la niña a una hora precisa y el inicio de una nueva vida en otro país para la niña, con una nueva identidad: nuevo nombre y nuevos padres más optimistas, menos derrotados.
Luego me entero de que la autora de esta asombrosa historia (cuyo final de casa en llamas mucho recuerda a algunas películas famosas como El nombre de la rosa y Como agua para chocolate) ha sido reconocida por múltiples premios, entre ellos uno a la mejor ficción lésbica. Emma Donoghue es una integrante distinguida de la diversidad, que no va por ahí imponiendo su visión del mundo, sino comunicando inteligencia, poniendo nueva luz a cosas que creíamos ya vistas.
Referencia cinematográfica
The Wonder (El prodigio). Dirección: Sebastián Lelio. Guión: Emma Donoghue, Sebastián Lelio, Alice Birch. Basada en The Wonder de Emma Donaghue. Irlanda y Reino Unido, 2022. 109 minutos.
Fuente: elsoldemexico.com.mx