Dulce Infante Mata (Ecosur) y Patricia Moreno Casasola (Inecol)
La doctora Dulce María Infante Mata es investigadora titular “A” en El Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), Unidad Tapachula; por su parte, la doctora Patricia Moreno-Casasola Barceló es investigadora titular “D” en El Instituto de Ecología (Inecol). Contacto: dinfante@ecosur.mx y patricia.moreno@inecol.mx, respectivamente.
Nuestro país es reconocido mundialmente por poseer una gran diversidad de humedales —nombre con que se reconoce a los estuarios, las ciénagas, los pantanos, las lagunas, rías, marismas, los manglares— y es uno de los 154 países que han firmado la Convención Ramsar, relativa a los humedales de importancia internacional especialmente como hábitat de aves acuáticas.
En dicha Convención, México tiene inscritos 142 humedales de importancia internacional, también denominados sitios Ramsar, con lo que ocupa el segundo lugar con más humedales en esta categoría, los cuales ocupan una superficie de 8,657,057 hectáreas. Sin embargo, la superficie real que abarcan estos ecosistemas es mayor, ya que existen humedales que no han sido designados como Ramsar, y todos son fundamentales para el funcionamiento ecológico, económico y social del país, pero también de nuestra vida diaria.
Los humedales se caracterizan por poseer un suelo rico en microorganismos que le dan potencial para filtrar y limpiar el agua, y alimentar el manto freático de donde se saca el agua de nuestros pozos, pues se mantienen inundados gran parte del año, además de ser el hábitat de cientos de especies de plantas y animales que están adaptados para vivir en condiciones de inundación.
Podemos encontrar humedales a lo largo de las costas, las montañas, los lagos y las planicies de inundación; algunos ejemplos de los sitios Ramsar que se encuentran en zonas áridas son las pozas transparentes de Cuatro Ciénegas en Coahuila, la Laguna Balandra y los Oasis de la Sierra de la Giganta en Baja California; en zonas lluviosas están los manglares de La Encrucijada en Chiapas, los Pantanos de Centla en Tabasco y La Popotera de Alvarado en Veracruz; asimismo, el Parque Nacional Arrecife de Cozumel, el Parque Nacional Arrecife de Puerto Morelos en Quintana Roo, y los cenotes de Yucatán. Como sabemos, todos son totalmente diferentes entre sí, pues la lluvia, la temperatura, los suelos y otros factores los hacen únicos y determinan las especies de plantas y animales que los habitan.
Los humedales nos aportan grandes beneficios, tantos que no podríamos vivir sin ellos. El principal es el agua dulce, indispensable para nuestra existencia y la de plantas y animales; ¿te imaginas?, sin este líquido no tendríamos cultivos, ciudades, ni industria; de ellos, además obtenemos alimentos como el arroz y materiales como madera y leña, por mencionar algunos y valiosos servicios ambientales, como su capacidad para almacenar agua dulce y filtrarla lentamente, limpiándola y alimentando el manto freático; otros consisten en almacenar carbono, con lo que ayudan a reducir la cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera, y su capacidad para amortiguar inundaciones en zonas aledañas a las ciudades. Por su parte, los manglares y los arrecifes de coral tienen el potencial de proteger a la zona costera de fuertes vientos y marejadas originadas por huracanes; los humedales también son áreas de reproducción y alimentación de peces, cocodrilos y aves residentes y migratorias.
En las últimas décadas, estos ecosistemas han sido muy impactados por las actividades humanas; se estima que más de 50 por ciento de los humedales mexicanos han desaparecido y que el resto están sometidos a fuertes presiones que los degradan cada día más. Entre los más afectados se encuentran los humedales de agua dulce que han sido transformados en potreros inundables, los humedales ribereños que han desaparecido por canalizaciones de los ríos, incendios, talas y cultivos, y las selvas inundables que han sido transformadas en áreas de cultivo.
Existen leyes para cuidar a los humedales; la más conocida es la que busca salvaguardar los manglares, el humedal más protegido en nuestro país, tal vez porque se distribuyen en la mayor parte de las costas de México, donde enriquecen las lagunas y dan refugio a los peces. Sin embargo, la necesidad y esfuerzos de protección se deben de extender a otros humedales como las selvas inundables que tienen una distribución restringida en los estados del sureste y en pequeñas áreas costeras con presencia de agua dulce. Dichas selvas son el hábitat de especies emblemáticas como el apompo o zapote reventador, el corcho y el palo de tinto, cuyas poblaciones están en riesgo de desaparecer, ya que solo se mantienen manchones aislados y la mayoría de ellos no tiene el tamaño mínimo para ser considerados en los inventarios forestales nacionales, por lo que cada vez son menos visibles.
Para que los humedales se mantengan en buenas condiciones, a la ciudadanía nos toca respetar su espacio, su agua, su diversidad y considerar igual de importante un humedal arbóreo que un humedal herbáceo natural. Es necesario recuperar los humedales que han sido modificados y darles una alternativa productiva más compatible con su conservación como puede ser el ecoturismo. Es muy importante que las comunidades y ciudades que están establecidas cerca de humedales comiencen a apropiarse de ellos y cuidarlos, reconociendo el inigualable valor que tienen los servicios ambientales que ofrecen.
El 2 de febrero, día internacional de los humedales, es una oportunidad para realizar actividades educativas y recreativas recordando el lema de esta celebración para 2020 “Humedales para un futuro urbano sostenible”, lo cual solo será posible si los conservamos y tomamos conciencia de su gran valor, no únicamente para el futuro, sino en el presente, también.
Fuente: México es Ciencia