“Los iberoamericanos tenemos un lugar y quienes escribimos pensamos y creamos en español, en los ámbitos del orbe hispano, tenemos un lugar en el siglo XXI”, aseveró Enrique Krauze
El discurso con el que el poeta Octavio Paz recibió el Premio Nobel de Literatura, hace 30 años, llevó por título “La búsqueda del presente”: una reflexión en la que mostró algunas incomodidades que lo habían acompañado por aquellos años, como recordó Enrique Krauze, miembro de El Colegio Nacional, durante la mesa Octavio Paz: 30 años del Premio Nobel de Literatura, transmitida en vivo el 9 de diciembre.
“A Paz le incomodaba mucho que en los diccionarios de la literatura y del pensamiento, en los compendios de citas del pensamiento universal —hechos en Francia, Inglaterra o Estados Unidos —, las entradas a la literatura en castellano fueran minoritarias y al pensamiento todavía más, como si no hubieran existido todos esos nombres que él recordó en su texto.”
Acompañado del colegiado Christopher Domínguez Michael, con la presencia de Sergio Vela, director de Arte & Cultura del Grupo Salinas, el historiador rememoró aquellas semanas de 1990, cuando se enteró del reconocimiento, “inmediatamente me pude comunicar con él estaba en Nueva York, estaba en un éxtasis de casi no poder hablar y él me dijo: me emociona su emoción.”
“Realmente había una justicia poética por muchos motivos, uno de los momentos más felices de su vida y de sus amigos y de sus lectores. Dos meses después nos reunimos en Estocolmo y recuerdo el discurso de Paz, centrado en el valor de la palabra, de la poesía y de las lenguas, porque comprendió que, si por ese motivo le estaban otorgando el Premio, no había ningún caso en traer a cuento temas pasajeros de la política: es el poeta Octavio Paz, el poeta que siempre fue y sigue siendo, el que habló en esa ceremonia, y el que recibió el Premio Nobel.”
En el diálogo conmemorativo, Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, señaló a Jorge Cuesta como uno de los orígenes de la mexicanidad de Octavio Paz, porque en los años 30 escribió que la literatura mexicana y, por extensión la escrita en América Latina, en español toda, “formaba parte de una tradición de la herejía”.
“Esta herejía que dijo Paz en Estocolmo, hace 30 años, tiene que ver con la muy particular situación de América Latina y su literatura en el mundo moderno. Hay profesores extraviados en Estados Unidos y en otros sitios, que pretenden incluirnos en lo que ellos llaman los estudios poscoloniales, donde meten a buena parte de la literatura y el arte de los países del antes llamado tercer mundo, pero cualquier lector acucioso entiende que nuestro caso es peculiar y Octavio Paz insistió mucho en eso.”
En la lectura del crítico literario, la Nueva España y México son, al mismo tiempo, una vieja nación — somos Estado Nación antes que Italia y Alemania, desde el siglo XVI —, pero también somos una nueva nación, una contradicción que se refleja en El laberinto de la soledad y transcurre en el discurso “La búsqueda del presente”.
“Nuestra lengua es de origen indoeuropeo, la religión predominante fue y es el catolicismo, sin embargo, la identidad de la literatura mexicana, desde el modernismo de Rubén Darío, no puede ser asimilada como hacían los manuales del siglo XIX y aún del XX como una extensión de la literatura en lengua española.”
“España no deja de ser una pequeña nación europea y buena parte de su importancia histórica y de su fracaso en los siglos XVIII y XIX se debió a que quedó endeudada al crear un mundo distinto y, en buena medida, antagónico. Recuerdo aquel discurso como una reivindicación de la originalidad de la literatura, desde luego de la poesía, en América Latina.”
De acuerdo con Enrique Krauze, a partir de la obra de personajes como Jorge Luis Borges y Octavio Paz, los iberoamericanos si se encuentran sentados en el “banquete de la civilización”, como decía Alfonso Reyes: el argentino y el mexicano son universales, en especial porque lograron superar esa especie de limbo por el que pasa un escritor después de muerto: si dos décadas más tarde sigue vigente se vuelve un clásico, si no “entra al territorio del olvido”.
“Si esto es así, Borges y Paz libraron ese limbo; de hecho, nunca estuvieron en él. Ni qué decir de los novelistas: de García Márquez y de Vargas Llosa, ha habido una continuidad en esos autores, están siendo traducidos a otros idiomas; de modo que pienso que esa condición de marginalidad de la que tanto se quejaba Octavio y que tanto hizo por repararla, no lo es tanto en la actualidad, es un mundo multipolar.”
“Ya no hay centros y el mercado de las ideas está mucho más abierto ahora que existen las redes sociales y la prueba está en las revistas, en los sitios, en el intercambio de ideas. Los iberoamericanos tenemos un lugar y quienes escribimos pensamos y creamos, los ámbitos del orbe hispano, tenemos un lugar en el siglo XXI. Ahora, podemos ganarlo mucho más si luchamos por defender la libertad y la democracia y vencer a ese virus que, a diferencia de la pandemia que vino de China, viene de Latinoamérica”, resaltó el historiador en referencia a un comentario de Christopher Domínguez Michael, un convencido de que en 2020 llegamos por el peor de los caminos posibles al centro de la modernidad o de la posmodernidad: “somos los exportadores del populismo.”
“Quién iba a pensar que los Hugo Chávez, los Kirchner y tantos otros personajes han colonizado intelectualmente la política internacional y hoy gobiernan en Washington, en Londres, en Budapest, en Varsovia, con un modelo que, a diferencia de lo que pasó con el fascismo de la mitad del siglo pasado, ahora tiene un origen latinoamericano”, resaltó el crítico.
Bajo la guía de Sergio Vela, durante la conversación se abordaron distintos aspectos en la vida y la obra del poeta; por ejemplo, si existió la posibilidad de que escribiera sus memorias, a lo que siempre se negó, en gran parte porque “hubiese sido incapaz de contar su vida privada con la crudeza de José Vasconcelos, por ejemplo: sus memorias están en su poesía”, enfatizó Enrique Krauze, quien también reflexionó sobre sus luchas, internas y externas, ante la ilusión y, posterior decepción, en la revolución rusa.
“Eso le dolía Octavio Paz, porque a los 60 años de edad descubrió que esa gran aurora de la humanidad se había convertido en una pira sangrienta. El dolor de haber apoyado ese experimento sobre millones de personas le dolía mucho, tanto como le enorgullecía haber apoyado a la República española”, recordó el director de la revista Letras Libres.
El Colegio Nacional