“La ciencia no es solo el conocimiento que producimos, sino la forma en la que lo hacemos”, así fue como Antígona Segura Peralta, investigadora en el Instituto de Ciencias Nucleares de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) abordó la situación de sesgos y violencia que marginan la participación de las mujeres dentro de la academia.
Durante el seminario organizado por la Coordinación de Igualdad y Género del Cinvestav (Código-C), Segura Peralta señaló que a pesar de que la violencia de género suele abordarse desde la necesidad de obtener justicia o implementar un castigo sobre quien la ejerza, un punto aún desatendido es la forma en que la comunidad académica contribuye a normalizar esta situación al sostener una estructura que protege a las personas agresoras.
Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), arrojan que el 33 por ciento de las personas que hacen ciencia en México son mujeres, hecho que no solo se atribuye a las diversas condiciones (económicas, sociales o religiosas) que algún individuo de cualquier género pudiera enfrentar, sino a los procesos de discriminación y estratificación que suponen la existencia de superioridad del uno sobre el otro.
Estos mecanismos de exclusión abarcan dos extremos, el sesgo y la violencia de género. El primero hace referencia a actitudes o comportamientos que nacen de un prejuicio y que a pesar de que sea inconsciente y ocurre en menor medida, es medible, por ejemplo, la disparidad en cuanto a la cantidad de investigadores en el SNII sobre las investigadoras, lo que supone una barrera para que las mujeres puedan tener ascensos con mayor facilidad.
También la violencia de género, que comprende desde chistes misóginos hasta agresiones sexuales catalogadas como delitos.
Según la investigadora, ambos mecanismos convergen en que la comunidad académica es consciente de su participación directa o indirecta y que por diferentes motivos deciden ser espectadores.
“Para que esto cambie, es posible construir una academia más integral, no es necesario esperar a que las universidades o centros de investigación establezcan reglamentos, la tarea es hacer ciencia desde el respeto a la diversidad y la empatía, sin pasar por encima de otros; porque la colaboración es más fructífera que la competencia”, puntualizó Segura Peralta.
Fuente: cinvestav.mx