Jesús Antonio del Río Portilla
A veces pienso que hablamos en el desierto y nadie nos lee o escucha. Cada vez estoy más convencido que efectivamente cada día nos acercamos más a la desertificación de las regiones selváticas de nuestra América Latina, en particular de México, y quizá por eso pronto hablaremos en el desierto y no solo metafóricamente.
Estamos sufriendo la tercera ola de calor en este año en México y no estamos atendiendo y actuando para mitigar las causas.
Por supuesto que tenemos muchos años de estar alertando a las diferentes comunidades que nuestra adicción a la energía de los combustibles fósiles y a la forma de promover el desarrollo económico de las regiones provoca que el clima en el planeta Tierra esté cambiando. Decirlo de esta manera suena lejano y despreocupadamente; lo que está cambiando son las diferentes formas en las que hemos vivido tanto las personas como las demás especies en NUESTRO planeta por cientos de miles de años.
Las frases que llaman a la acción para la transición energética resultan ahora trilladas, suelen no ser escuchadas y pasan a ser parte normalizada de nuestra vida cotidiana.
Ya sabemos que cuando no tenemos satisfechas nuestras necesidades primarias, el largo plazo pasa a segundo término y eso es lo que sucede en parte de la población mexicana. Sin embargo, no solo los que no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas dejan para el futuro la transición energética. Una buena parte de la población que tiene sus necesidades básicas más que cubiertas, con derroche de egoísmo, evita transitar hacia un consumo responsable tanto en recursos como en energía.
Pero, primero, atendamos lo urgente. Ante estas olas de calor lo primero que tenemos que considerar es hacerle caso a las esporádicas y simples advertencias que recibimos. Tenemos que desarrollar campañas de información y sensibilización sobre los riesgos de las olas de calor y enfocar esta información a los grupos vulnerables: infancias, personas mayores o con enfermedades crónicas. Gestionar adecuadamente el agua y reducir su consumo en actividades no esenciales, especialmente en estas olas de calor. Promover generación de sombra con elementos naturales para generar microclimas frescos.
Nos hemos percatado que durante estas olas de calor, el consumo de energía se dispara. Parece contradictorio que en estos eventos es cuando más energía solar llega a nuestros entornos y no estemos usando los sistemas fotovoltaicos para acondicionar nuestras edificaciones.
Si bien las fuentes de energía renovable no tienen un impacto directo en la temperatura ambiente ni en la intensidad de las olas de calor, su uso desempeña un papel crucial en la gestión de las olas de calor y sus efectos en el futuro cercano. Las energías renovables no solo contribuyen a mitigar el cambio climático, una de las principales causas del aumento en la frecuencia e intensidad de las olas de calor, sino que también ofrecen varias ventajas específicas para manejar sus consecuencias. Recordemos que el uso de los combustibles fósiles son la principal causa del cambio climático global.
Los aspectos que podemos empezar a cambiar en nuestros entornos involucran el cambio de la infraestructura urbana, digamos: techos verdes o paredes verdes, parques y espacios verdes para disfrutar el ambiente citadino en lugar de vialidades para los automóviles, fomento al transporte público eléctrico y a la movilidad no motorizada. Dotar a nuestras edificaciones de estrategias de climatización pasiva. Promover el uso de las fuentes renovables de energía, ya que al ser distribuidas y no depender de un suministro centralizado, pueden aumentar la resiliencia de las redes eléctricas y garantizar el acceso a la energía durante las olas de calor, especialmente en zonas críticas como hospitales, centros de salud y escuelas. Recordemos que la energía eléctrica generada con sistemas fotovoltaicos es más barata que la generada con combustibles fósiles. Los ahorros económicos y la reducción de la dependencia de combustibles fósiles que genera la transición hacia energías renovables pueden ser reinvertidos en medidas de adaptación y preparación para las olas de calor, como la creación de infraestructura verde, la mejora de sistemas de alerta temprana y la implementación de programas de educación y asistencia a poblaciones vulnerables, armando una transición justa. El uso de fuentes renovables de energía no solo ayuda a reducir los factores que contribuyen al cambio climático y, por ende, a las olas de calor, sino que también ofrece soluciones prácticas y sustentables para manejar sus efectos inmediatos y a largo plazo.
Seguramente, usted que lee estas líneas ya concluyó que este tipo de infraestructuras urbanas y de estrategias son las que debemos exigir a quienes quieren ocupar los puestos de gobierno en todos los niveles y así es.
Recordemos que la transición hacia energías renovables debe ser un proceso participativo que considere aspectos sociales, económicos y ambientales, asegurando el aprovisionamiento de energía justo y equitativo de todos los sectores de la sociedad.
Seguramente, ustedes notaron que usé varias veces el concepto de recordar, lo hemos dichos muchas veces, pero cada vez es más urgente nuestra acción y, lamentablemente, cada vez parece que estos llamados se integran más al baúl de las pasividades. Nuestro actuar puede evitar que hablemos en el desierto.
Fuente: delrioantonio.blogspot.com