La enorme influencia que ha ejercido La divina comedia, no sólo dentro de la producción de Dante, sino en la literatura universal, ha opacado otras obras que se consideran menores, según el colegiado Diego Valadés
La evocación de una figura fundamental de la cultura universal, con una mirada múltiple, fue la que se llevó a cabo en la primera mesa del ciclo Celebración de Dante Alighieri, a setecientos años de su muerte, cuya coordinación estuvo a cargo del miembro de El Colegio Nacional, Luis Fernando Lara.
La sesión, que se transmitió en vivo el 14 de septiembre, a través de las plataformas digitales de la institución, contó con la participación de Guillermo Hurtado y de los colegiados Eduardo Matos Moctezuma, Javier Garciadiego y Diego Valadés.
Para dar inicio, el historiador y filósofo Guillermo Hurtado reconoció que, si bien la producción literaria de Dante no se reduce a La divina comedia, esta obra es la que le ha ganado un sitio de honor en la historia.
“De las tres partes que la conforman, el infierno es la más afamada, tanto es así que la frase el infierno dantesco se ha incorporado al lenguaje coloquial. En contraste, el purgatorio es la menos conocida, por eso no se describe nada como un purgatorio dantesco; no obstante, si hay un reino de ultratumba que merece el adjetivo de dantesco es el purgatorio, porque nadie lo ha pintado mejor, con más autoridad y colorido, que Dante.”
El purgatorio dantesco fue el título de la conferencia de Guillermo Hurtado: una mirada sobre el sitio donde las almas de los elegidos se purifican antes de encontrarse con Dios, aun cuando le haya tomado mucho tiempo a la iglesia católica definir al purgatorio como un tercer lugar escatológico, diferente del infierno y del paraíso.
Incluso, uno de los especialistas del tema, como Jacques Le Goff, ha recordado que la palabra purgatorio no existió como sustantivo sino hasta el siglo XII. Es por ello que, cuando Dante escribe La divina comedia, el purgatorio era un sitio relativamente nuevo para la imaginación, a diferencia del infierno y el paraíso, que ya habían sido explorados por la fantasía humana.
“Aunque no debemos leer a La divina comedia como un sistema filosófico, salta a la vista que el purgatorio dantesco está organizado como un tratado de teología moral. Dante describe al purgatorio como una montaña dividida en siete terrazas: en el subsuelo está el infierno y en su cima el paraíso. Las terrazas corresponden a una lista de pecados armados por su orden de gravedad: del más funesto, la soberbia, al menos nefasto, la lujuria, pasando antes por la ira, la pereza, la avaricia, la envidia y la gula.”
De acuerdo con Dante, La divina comedia debe leerse como una alegoría de nuestra vida moral aquí en la tierra. Entonces, la obra es como un enorme espejo en donde nos vemos reflejados: lo que la hace un clásico, es que ese espejo, aunque antiguo, sigue revelando nuestros rasgos más permanentes.
“De acuerdo con esta clave hermenéutica, el purgatorio es el reino de ultratumba más parecido a nuestra existencia terrena: el mundo y el purgatorio son lugares de paso, no son moradas eternas. En la tierra y el purgatorio, el tiempo es, como decía Ramón Xirau, ‘tiempo vivido’, o ‘duración’, como decía Henry Besson.”
“En el infierno y el paraíso, el tiempo, la eternidad, es otra cosa. Algunos dirían que es un instante perpetuo, pero no creo que esa fórmula capture lo que sea aquello. No tenemos palabras exactas para describir lo que no podemos concebir”, resaltó Guillermo Hurtado.
En ese sentido, el tránsito del purgatorio puede durar mucho más de lo que se estuvo en el mundo de los vivos. El único consuelo es que el purgatorio dejará de existir cuando acontezca el juicio final: entonces, “todos los que están allí pasarán al cielo, ninguno irá al infierno”.
El político Dante
En el imaginario colectivo se mantiene la imagen de Dante sólo como un creador, pero tuvo cierta influencia política durante su tiempo: en un momento fue nombrado embajador de la república de Florencia ante el Papa, donde recibe la noticia de que había sido acusado y juzgado por corrupción por parte de los güelfos negros, una de las facciones que dominaba en aquel momento, por lo que no volvió nunca a Florencia.
En este amplio periplo es cuando escribe Monarquía, el libro al que dedicó su reflexión Diego Valadés, miembro de El Colegio Nacional, quien señaló que hay dudas acerca del momento en que lo hizo: unos piensan que la escribió en 1303, otros en 1308, y Antonio Gómez Robledo se decanta por 1314.
“La enorme influencia que ha ejercido La divina comedia, no sólo dentro de la producción de Dante, sino en la literatura universal, ha opacado otras obras que se consideran menores: Monarquía no es una obra menor ni en la producción dantesca, ni en la producción política medieval: sigue siendo una obra a la que podemos referir como clásica por su perduración y por ser un elemento de referencia y un factor de interlocución que cualquier lector contemporáneo puede emprender con gran provecho.”
Más allá de no conocerse la fecha exacta en la cual Dante escribió Monarquía, lo que sí se sabe es el ambiente general en el que vivía: cuando actuó como dirigente político, como diplomático, como gran creador cultural, el ambiente europeo era de enorme turbulencia.
Esencialmente, Europa vivía en medio de conflictos permanentes, derivados de diversas causas: conflictos de origen territorial, comercial o económico, de carácter estrictamente político, muchas veces llevados al terreno de las armas por temas pasionales.
“Era una lucha sin árbitros. En el eje de la lucha se situaban el imperio y el papado, por encima de ellos sólo cabía la invocación de la deidad en el conflicto de las grandes fuerzas políticas de su momento; el Papa y el emperador romano germánico. En ese entorno de una lucha sin mediadores, en la que todos los protagonistas eran antagonistas, Dante fue una más de las múltiples víctimas que se produjeron.”
Y es que la lucha no sólo se limitaba a los grandes bloques de poder, enfatizó el constitucionalista, sino que se descomponía en otras facciones: en la época en la que se hace presente los güelfos y los gibelinos, que venían de una serie confrontación de dos casas aspirantes al poder en Alemania.
Así, cuando Dante escribe Monarquía ya había sido expulsado de Florencia, después de alcanzar la máxima representación política en el año 1300, cuando accede al priorato, la denominación que se daba a uno de los 12 magistrados que durante un año ejercían el poder.
“Uno de los aspectos que más interesaban a Dante era encontrar un factor que permitiera superar los antagonismos que afectaban la vida de toda la ciudadanía, que afectaban la estabilidad de las instituciones. Ese sistemático enfrentamiento llevaba siglos de existir y afectaba la seguridad de las personas y la estabilidad de las instituciones.”
Dante concebía una monarquía universal, un sistema que permitiera el gobierno de todos los países, todos los reinos, de todas las ciudades y, por tanto, de todos los gremios, todas las familias y todas las personas.
“La obra está estructurada a manera de silogismos y Dante concibe que, a partir de la presencia de un monarca universal, se pueda generar la paz, cuyo objetivo era la paz, que sigue siendo el gran objetivo de las organizaciones que tienen primacía global en nuestro tiempo.”
Entre la lengua y la muerte
El coordinador de la Celebración de Dante Alighieri, a setecientos años de su muerte, el colegiado Luis Fernando Lara, dictó la cátedra Dante, la lengua materna y las tradiciones verbales, centrado en el libro Tratado de la lengua vulgar que, en comparación con La divina comedia, El convivio o Monarquía, es una obra menor, “pero es una obra menor que tiene mucho que decirnos no sólo para entender la época, sino las maneras de comprender lo que son las lenguas”.
Tratado de la lengua vulgar forma parte de las obras correspondientes al segundo periodo de su producción, entre La vida nueva y las Rimas, y La divina comedia, “un periodo de entusiasmo por la ciencia y la filosofía”, en palabras de Antonio Gómez Robledo.
¿Por qué Dante no escribió también en lengua vulgar su pequeño tratado, que toma como objeto de reflexión lo que podemos llamar, legítimamente, la lengua materna?, se preguntó el lingüista en su conferencia, antes de explicar que el Tratado consta de dos partes o libros, aunque Dante había proyectado cuatro.
“El primero es una reflexión acerca de la facultad del lenguaje, de la capacidad humana para hablar en términos filosófico-teológicos. Una explicación de lo que entiende por vulgar-elocuentia, y una exposición y proyección de los dialectos romances de la península itálica. En el segundo propone en qué debe consistir un vulgar ilustre italiano y pasa a delinear el comienzo de lo que podía haber sido su arte poética, si hubiera terminado los otros libros prometidos.”
Para su reflexión hay un hiato oscuro entre la elocuencia de los clásicos, a los que lee y ama, para cuya lectura tuvo que aprender la gramática, lengua secundaria, y la lengua madre de su lengua vulgar, el latín, a la que reconoce más adelante sólo como gramática común.
“Las expresiones que utiliza Dante para hablar de lo que se ha traducido modernamente como lengua son locutio, eloquio e idioma, rara vez usa lingua. La elocuentia o el eloquio parecen haber significado para Dante la mera capacidad para hablar, la facultad del lenguaje; la vulgar elocuentia es, por lo eso, la más noble, la más natural, la primera de los seres humanos”, elementos que fueron abordados por el creador, entre la riqueza de su obra literaria.
En las vinculaciones, influencias o miradas hacia los diversos campos del conocimiento por los que apostó Dante Alighieri, Eduardo Matos Moctezuma, también miembro de El Colegio Nacional, reflexionó acerca de ciertas similitudes halladas entre el infierno dantesco y el infierno náhuatl.
“Comenzaré diciendo cómo en la lectura de La divina comedia podemos observar influencias o presencias mesopotámicas, bíblicas, grecolatinas y hasta musulmanas. Esto es interesante, porque podemos observar, a lo largo de la descripción que nos va dando Dante del infierno, ciertos aspectos que van apareciendo en estas otras presencias.”
Luego de ofrecer un recorrido por los caminos de la muerte en culturas antiguas, desde la leyenda de Gilgamesh, el arqueólogo se refirió al diálogo literario que se encuentra entre la perspectiva de la muerte en Dante y lo que hay en las culturas mesoamericanas, en especial en la mexica, donde tenemos la presencia del inframundo, al cual van a llegar una serie de personas que mueren o fallecen a partir de elementos no relacionados con la guerra, ellos van a ir al sol; no relacionados con el agua, porque los que mueren ahogados les está destinado ir al Tlalocan.
“A los que mueren de cualquier otro tipo de muerte les está destinado llegar al Mictlán, pero tenemos una leyenda del viaje que va a realizar Quetzalcóatl, en la que no va solo: se acompaña de Xólotl y va a ir atravesando una serie de peripecias, que amenazan aquellas esencias destinadas para ir al Mictlán.”
Aquí empiezan los paralelismos del viaje que Dante va a emprender por los círculos infernales, en la elección de esa otra persona a la que se le reviste de aspectos muy importantes y Dante escoge a Virgilio, mientras en la leyenda de los soles, Quetzalcóatl va a ser acompañado por su nahual, por Xólotl.
“Pero si observamos lo que se nos relata del Mictlán y de los nueve círculos infernales, podemos advertir que se trata de nueve espacios. Esta geografía infernal, en un caso, del mundo del inframundo de los mexicas, por el otro, está conformado por nueve pasos en los cuales se van encontrando una serie de características.”
Asimismo, en La divina comedia se observan estos elementos acuáticos presentes: hay que cruzar el río Aqueronte para llegar al primer círculo infernal; después, en el tercer círculo, por ejemplo, tenemos la presencia del perro, del cancerbero, un elemento muy importante dentro de las leyendas en los pueblos mesoamericanos.
Con una mirada contemporánea
El historiador Javier Garciadiego, miembro de El Colegio Nacional, habló de Dante Alighieri a partir de dos figuras mexicanas a las que ha dedicado muchos años de investigación, como Alfonso Reyes y José Vasconcelos, para encontrar tanto las similitudes en sus miradas, como sus marcadas diferencias.
“Según Alfonso Reyes, por ejemplo, Dante tenía una visión optimista de la historia, a mí me parece más bien teleológica; como sea también era una visión poética. Reyes no tenía duda, Dante veía mucho más hondo y mucho más lejos que los hombres de su época en el enigma de la historia. A Reyes le llamó sobremanera la atención que se ocupara, adelantándose varios siglos, de una disciplina anónima todavía en sus tiempos, como la psicología, cuyos enigmas Dante baña con su claridad.”
En efecto, Dante creó un mundo de representaciones fundadas en conocimientos e intuiciones de orden psicológico, lo que se refleja en su recurrencia a los sueños, su uso de la memoria, su puntilloso análisis de los sentimientos, y su destreza para hacer con la imaginación, al mismo tiempo, “un arte pletórico de poéticas razones y de saberes amplios y diversos”.
“En cambio, la promoción que hizo Vasconcelos de Dante fue sobresaliente. Cuando fue rector y luego secretario de Educación Pública, Vasconcelos se empeñó en convertir a ambas instituciones en grandes entidades editoriales, siendo uno de sus mayores proyectos fue la entrañable, pero polémica, colección de Clásicos y, como era previsible, junto a varios clásicos griegos, a los Evangelios de Jesucristo, a Goethe y a Tolstoi, entre otros pocos, se imprimió La divina comedia, único libro perteneciente a la Edad Media.”
De acuerdo con el historiador, fue inmensa y auténtica la fascinación que Dante siempre le causó a Vasconcelos. Era tal su admiración por La divina comedia que hizo posible que ésta se leyera en el México posrevolucionario, con tan poco afecto a las culturas ajenas.
Se sabe que Vasconcelos decidió incluir a Dante en tan selecto grupo de autores, porque consideraba que su poesía “era un auténtico mensaje celeste”, en palabras de Vasconcelos. Cuando Vasconcelos fue director de la Biblioteca de México, una treintena de años después, instaló un busto de Dante.
“Unos años antes de morir, Vasconcelos se atrevió a publicar un listado de los 100 libros que es preciso leer para darse cuenta de lo que es la sabiduría y para adquirir la esencia de saber de todos los tiempos, Dante estaba en esta lista de sus preferencias. El suyo fue un amor sin cortapisas.”
En ese sentido, José Vasconcelos fue vehemente siempre, pero no Alfonso Reyes, quien se caracterizó por ser siempre conciliador y consecuente, por eso su relación con Dante fue diametralmente distinta: Vasconcelos se identificaba con él por sus ideales, afanes, derrotas y rencores políticas: la mutua cólera civil los hermanaba, al igual que la soberbia y el trato hosco. También lo admiraba por ser un escritor con llama.
Desde esa reflexión, a Reyes le gustaba Dante por la amplitud de sus intereses intelectuales, por su esmero en ser a la vez poeta y sabio, los escritores clásicos son clásicos por ser siempre modernos, actuales: “los grandes escritores modernos lo son, porque hacen de los clásicos sus contemporáneos”.
“Vasconcelos y Reyes fueron dos de nuestros mayores escritores modernos, porque siempre dialogaron con los clásicos, porque siempre estuvieron montados en los hombros de gigantes, como Dante, cuyo verdadero nombre bautismal fue Durante, el que dura: y vaya que sí, a 700 años de su muerte lo estamos recordando.”
Fuente: El Colegio Nacional