Investigadores del INAH revelan que Cuauhtémoc, último tlatoani mexica, no fue torturado con fuego directo, sino con un hisopo mojado en aceite caliente, causando heridas profundas hasta los huesos
Cuauhtémoc, el último tlatoani mexica no fue quemando de los pies directamente fuego, sino utilizando un hisopo mojado en aceite y calentado en las brasas, mismo que al contacto iba lastimando la piel y los músculos hasta llegar a los huesos, aclararon conjuntamente la arqueóloga Patricia Ledesma Bouchan y el historiador Salvador Rueda Smithers al participar en el ciclo de conferencias Cuauhtémoc: a 500 años de su muerte.
El ciclo, coordinado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, miembro de El Colegio Nacional, continuó en el Aula Mayor de la institución con la conferencia “Los últimos días de la defensa de Tenochtitlan”, dictada por Ledesma, directora del Museo del Templo Mayor y Rueda Smithers, director del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, ambos del INAH.
“Hoy es 13 de agosto, y en esa misma fecha, pero de 1521 cayeron Tenochtitlan y Tlatelolco bajo el poder de Hernán Cortés y de miles de aliados indígenas, enemigos de la Triple Alianza”, recordó Matos Moctezuma en el preámbulo de la conferencia en la que se abordaron las circunstancias de la caída del pueblo mexica y de su último emperador, incluido el del célebre tormento que lo dejó sin posibilidades de volver a caminar.
Una vez consumada la Conquista, el 13 de agosto de 1521, relató Ledesma, lo primero que hace Hernán Cortés es pedir cuentas del oro que los españoles habían acumulado antes de su huida de Tenochtitlan, durante la llamada noche triste. De acuerdo con la arqueóloga, tanto el conquistador como sus soldados se encontraban en la ruina y ávidos de cobrar por su participación en la contienda.
“La parte económica es bien importante; en ese momento ya Cortés había empeñado prácticamente toda su fortuna; de pronto pensamos que todos los ejércitos vienen ya con un uniforme y con sus armas, y eso no ocurrió hasta finales del XVIII, en el siglo XVI cada uno de los soldados se tenía que pagar su propio armamento, incluso pedir fiado; por ejemplo, si alguien se lastimaba, ¿cómo le pagabas al doctor?”.
“Sabemos por el propio Bernal [Díaz del Castillo] que ya muchos estaban endeudados por las famosas apuestas, como también por estas deudas por las armas, por los caballos que eran muy importantes. Y lo primero que hace Cortés es, obviamente, perdonarle la vida precisamente por eso, porque Cuauhtémoc era el que tenía la información sobre qué había pasado con este famoso tesoro que habían perdido durante la llamada noche triste”.
Ante la presión del conquistador, el tlatoani responde que ya no existe ningún tesoro: “Le logra dar un pequeño monto, pero no era el suficiente para lo que Cortés se acordaba que había dejado y también comienza a haber ahí una serie de rumores y de presiones políticas entre los propios soldados porque no estuvieron de acuerdo nunca con la cantidad de botín que le tocó a cada uno de ellos y, por supuesto, la violencia no se hizo esperar”.
Fue entonces que el ballestero Juan Alderete, quien viajaba con el grupo en calidad de tesorero del Rey, propone aplicar el tormento a Cuauhtémoc. “La tradición de la quema de los pies es una tradición muy antigua, se utilizó en la Inquisición desde principios del Medievo, se dejó de utilizar un tiempo y después se recuperó por la Inquisición española y se aplicó muchas veces en América”, explicó Ledesma.
Rueda Smithers agregó que Bartolomé de las Casas menciona que a Cuauhtémoc “se le hizo un tormento de tal manera que le salieron los tuétanos por las plantas de los pies” y describió que en realidad se llevó a cabo con “el hisopo mojado en aceite y que se acerca a la brasa y que va quemando poco a poco la piel y después los músculos y los huesos, hasta dejar inválido al que lo está sufriendo”.
“Normalmente tenemos esta idea de los pies directamente sobre el fuego, pero en realidad la técnica ya era utilizada en Europa desde hacía mucho tiempo; de hecho, uno de quienes compartieron también esta tortura fue el gran maestro de los Templarios, Jacques de Molay, entre 1307 y 14, también fue torturado con esta técnica que requiere pocos insumos, pero que provoca un intenso sufrimiento porque finalmente la planta del pie es una de las partes del cuerpo más sensible, pero no le cuesta la vida normalmente a las personas y entonces es una forma fácil, rápida y muy barata para que la gente confiese”, subrayó Ledesma.
De líder a icono: la transformación de Cuauhtémoc
Los historiadores, señalaron los ponentes, no han llegado a un acuerdo sobre si Cuauhtémoc fue torturado solo o en compañía de otros compañeros. “Hay distintas versiones sobre si este sufrimiento lo padeció solo o si tuvo acompañantes y cuántos fueron; curiosamente las fuentes no se ponen de acuerdo en esta parte, por ahí el que sabemos con seguridad que sí la sufrió igual que él fue Tetlepanquetzal, otro de los tlatoque de la Triple Alianza, de Tacuba, Bernal lo menciona muy bien porque dice que no aguantó la tortura mucho tiempo”.
Otros personajes, sin embargo, pudieron estar involucrados, ya sea un sacerdote de Huitzilopochtli, un capitán mexica importante o bien alguien de la corte de Cuauhtémoc, a quien, de acuerdo con los relatos, el tlatoani habría dicho una famosa frase para justificar que él también estaba sufriendo y que el finado historiador Alfredo López Austin tradujo (de la versión de Francisco López de Gómara) como “¿Estoy yo en algún deleite o baño?”.
No obstante, dijo Ledesma, el historiador Eligio Ancona “modifica esta frase y entonces ya le pone que si estaba en un lecho de rosas o de flores; de pronto se cambia la frase y López Austin reflexiona, bueno seguramente es poco probable que Cuauhtémoc haya dicho esta frase tan poética en ese momento, pero también es curioso cómo se habla de calor y está relacionado con que no necesariamente tenía que ser baño sino un temazcal y por otro lado las rosas, o las flores, están relacionadas también con fuego y con los guerreros”.
Definitivamente, agregó Salvador Rueda Smithers, el episodio de la batalla de Tenochtitlan “cambia realmente la historia del mundo, le da un destino al mundo y también tiene influencias en nuestras mentalidades. Muchos de nosotros hemos dicho alguna vez, ‘acaso yo estoy en un lecho de rosas’, y no sabemos si lo dijo Eligio Ancona; no importa, nosotros pensamos que lo dijo Cuauhtémoc y eso es lo que le da la estatura legendaria”.
“Hay una distancia, hay una diferencia entre lo que es una leyenda y lo que es una mentira. Una mentira está fabricada para crear confusión a los demás, tiene un sentido de mala fe para engañar a los demás; una leyenda se va construyendo socialmente poco a poco, se va construyendo por capas y es aceptada. En este caso, la leyenda de la tortura de Cuauhtémoc, toda esta escena es lo que ha quedado de Cuauhtémoc en nuestras mentalidades. No tanto el estratega, el gobernante, el joven que tuvo que enfrentar tantas cosas”, opinó.
Esta idea del último emperador mexica, recordó Rueda, comenzó a pensarse así desde mediados del siglo XVII: “Sigüenza y Góngora es autor de una serie de versos y frases y explicaciones para hacer un arco efímero a la entrada de uno de los virreyes y busca hacer una alegoría con los reyes mexicanos y los ejemplos políticos basados también en literatura clásica europea, y uno de los personajes, el último de los personajes es, por supuesto Cuauhtémoc. Dice en un momento dado, este muchacho es ejemplar, no tenemos nada que envidiarle los mexicanos a Catón y a los europeos”.
“Estamos hablando de 1680; a partir de ahí se va desdoblando la imagen heroica de Cuauhtémoc, básicamente a una imagen legendaria. Esta imagen legendaria es la que nos han ido desarmando poco a poco Eduardo Matos, María Castañeda y Miguel Pastrana (organizadores del ciclo dedicado al tlatoani en El Colegio Nacional), desarmándonos la imagen legendaria para armarnos al hombre”, señaló.
Fuente: El Colegio Nacional