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El suicidio es la segunda causa de muerte entre los estudiantes universitarios: María Elena Medina-Mora

Medina-Mora sostuvo que “aproximadamente el 75% de todos los trastornos mentales, que ocurrirán a lo largo de la vida, tienen su inicio antes de los 24 años”

“El largo confinamiento (por la pandemia de COVID-19) jugó un papel muy importante (en la salud mental), porque los jóvenes, adolescentes y niños tuvieron que vivir en condiciones que les impidieron desarrollar sus habilidades y la interacción con los otros”, subrayó María Elena Medina-Mora, miembro de El Colegio Nacional, al coordinar la mesa “La adolescencia y la juventud en crisis”, como parte del Seminario de Estudios sobre la Globalidad.

“El cierre de las escuelas provocó que los alumnos vivieran en mucha soledad. También desató problemas relacionados con las redes sociales que los hicieron vivir en mundos diferentes”. La psicóloga mexicana puntualizó que es necesario estudiar a la adolescencia, debido a que la evidencia creciente indica que la mayoría de los trastornos mentales comienzan en la infancia. Un metaanálisis integral identificó una prevalencia combinada de trastornos mentales entre niños y adolescentes del 13,4% y, en los universitarios, fue de un 32%. “La mayoría de las estrategias preventivas tendrán una mayor probabilidad de éxito si se centran en los primeros años o décadas de vida”.

De acuerdo con la colegiada, se trata de un periodo vulnerable, durante el cual las experiencias sociales adversas pueden afectar negativamente el desarrollo cognitivo, emocional y conductual. “El suicidio es la segunda causa de muerte entre los estudiantes universitarios. Aproximadamente el 75% de todos los trastornos mentales, que ocurrirán a lo largo de la vida, tienen su inicio antes de los 24 años”.

Explicó que los años universitarios se asocian con un aumento significativo de conductas de riesgo, consumo excesivo de alcohol y cannabis colectivamente, estos trastornos y comportamientos están vinculados con un bajo rendimiento académico. Aunque existen tratamientos efectivos, sólo una minoría accede a ellos, “siete de cada diez universitarios con este tipo de padecimientos no ha recibido atención”.

Los trastornos más frecuentes son: ansiedad, depresión mayor, fobia específica y estrés post traumático. Suelen aparecer, por primera vez, en la infancia, la adolescencia o la adultez temprana. Aunque las probabilidades condicionadas del primer episodio suceden a los 15 años, en general, la media de la edad del inicio de estos trastornos es de 19 años en hombres, y de 20 años mujeres. “Los estudiantes inseguros de su identidad sexual tienen un mayor riesgo de episodios depresivos, trastorno de pánico y abuso o dependencia de drogas”.

Por su parte, Deni Álvarez Icaza, del Comité Técnico Para la Atención de la Salud Mental de la Comunidad de la UNAM, recordó que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la salud mental es un estado de bienestar que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, aprender y trabajar adecuadamente e integrarse en su entorno. Está íntimamente ligada a las decisiones y estilo de vida que conducen a un estado de salud integral: física, mental, emocional, espiritual, social y ambiental.

Al hablar del efecto del COVID-19 en adolescentes y jóvenes, la especialista explicó que, antes de la pandemia, había una crisis en la salud mental en general, es decir, altos niveles de malestar. Para esta población, la pandemia llegó en una etapa importante de su desarrollo físico y emocional. “Los estudiantes con algún trastorno mental reportan con mayor frecuencia discapacidad significativa”.

Entre los factores de riesgo para desarrollar trastornos mentales a esta edad se encuentran, ser del género femenino o género no binario; la pérdida de apoyo social; el vivir solo; familiares y amigos afectados por COVID-19; adversidades económicas; limitaciones en la vivienda; antecedentes de trastornos mentales; la preocupación sobre el desempeño académico; los rasgos de personalidad; y la sobre exposición a noticias.

Álvarez Icaza concluyó que la UNAM ha realizado esfuerzos importantes para ampliar la atención y fortalecer las estrategias de prevención y se ha obligado a apostar por la prevención y migrar hacia nuevos modelos como las intervenciones en línea, basadas en evidencia, y el empleo de tecnologías para la detección y atención oportuna de los
casos graves. “Es importante tener acciones sencillas en el autocuidado y el fortalecimiento del ambiente escolar, que pueden favorecer el bienestar de los estudiantes y su rendimiento académico”.

Al tomar la palabra, Corina Benjet, del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, se refirió a la intervención psicológica digital, que se refiere a una intervención terapéutica proporcionada a través de tecnologías digitales como aplicaciones móviles, sitios web o realidad virtual para mejorar la salud mental.

Hasta ahora, más de 6.500 millones de personas, 80% de la población global, tienen un teléfono inteligente. En México, 81.4% de la población tiene acceso a un dispositivo de este tipo. “Las personas consultan su celular varias veces al día y lo mantienen siempre a mano”. Para las intervenciones psicológica digitales, se utiliza la Terapia Cognitivo Conductual (TCC), un tratamiento estructurado y orientado a objetivos claros como la ansiedad, la depresión y el estrés, e incide sobre las conductas y pensamientos para beneficiar el estado de ánimo”.

Según la experta, en 2022 se desarrollaron, al menos, 50 mil en aplicaciones en Store y Google Play, la mayor integración de monitoreo fisiológico y datos pasivos a través de relojes y anillos inteligentes. Es por ello por lo que “se debe fomentar el manejo de espacios y horas de no uso de las aplicaciones o teléfono inteligente y utilizar las funciones del dispositivo para controlar el uso, por ejemplo, no molestar, monitoreo de tiempo pantalla, bloqueo de notificaciones. Además, es necesario, reemplazar las actividades frente a la pantalla por ejercicio físico, dormir y socializar en persona”.

Fernando Macedo, titular de la Secretaría de servicios y atención a la comunidad universitaria de la UNAM, sostuvo que la problemática de las personas con respecto a su salud emocional se acrecentó particularmente en nivel bachillerato. “Las condiciones que se presentan son multifactoriales, hay elementos que están asociados directamente al entorno social de cada uno de los estudiantes, pero al mismo tiempo tenemos una condición muy particular que se ha venido dando con la incursión de los aspectos tecnológicos en la vida cotidiana, en los cambios en la manera de vida, en los núcleos sociales a los que pertenecen nuestros jóvenes, sobre todo a que están enfrentando una realidad distinta, que en este momento estamos conociendo”.

“No hay presupuesto que alcance para aguantar un problema de esta naturaleza. Necesitamos cambiar nuestras estrategias para poder hacer más eficaz los procesos de intervención. Estamos trabajando en la modificación de las herramientas tecnológicas en la universidad, se habló hace un momento del examen automatizado que va a evolucionar a médico activo”.

Agregó que los modelos automatizados basados en algunas herramientas tecnológicas tienen poco más de 20 años, incluso el examen médico que se aplica actualmente en la universidad tiene 10 años, por lo que es importante evolucionar hacia un modelo con elementos de inteligencia artificial “sólo así se podrán llevar a cabo procesos de retroalimentación individualizados para cada uno de los estudiantes y se podrá tener un mejor alcance en la vida cotidiana de los estudiantes”.

Fuente: El Colegio Nacional

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