La investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Coahuila, puntualizó que se estudian los fósiles y se siguen buscando dinosaurios para aportar información sobre los organismos que habitaron en el Cretácico y que muestran las condiciones que existían en la Tierra
En 2013, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) anunció la recuperación exitosa de los restos de un dinosaurio encontrado en el Ejido Guadalupe Alamitos, en el municipio General Cepeda, en Coahuila. En 2021, los investigadores de la institución confirmaron que la osamenta perteneció a una nueva especie de reptil fósil llamada Tlatolophus galorum, que habitó la Tierra hace aproximadamente 72 millones de años.
Como parte del ciclo Los viernes de la evolución, que coordinan los colegiados Antonio Lazcano Araujo y José Sarukhán, El Colegio Nacional transmitió en vivo, a través de sus plataformas digitales, el 18 de junio la conferencia Despacio que tengo prisa: la historia de una paleontóloga y Tlatolophus, impartida por la especialista Felisa Aguilar Arellano.
Durante su participación, la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Coahuila, se refirió al proceso de exploración y excavación que implicó el estudio del dinosaurio Tlatolophus. Aseguró que existe una historia de millones de años que se tiene que explorar y en el caso de los dinosaurios, en Coahuila, hay formaciones geológicas conocidas como paquetes de rocas que han grabado los procesos ocurridos en este sector del planeta y que se deben conservar.
“Lo anterior implica una gran responsabilidad, porque este paisaje tiene una serie de singularidades y cada intervención que se realiza tiene que impactar lo menos posible, eso es un gran reto. Y si bien los dinosaurios son los que más llaman la atención, nosotros al ir leyendo cada uno de estos estratos tenemos la oportunidad de ver maravillosas formas de organismos que habitaron en aquel tiempo”, explicó.
La paleontóloga puntualizó que se estudian los fósiles y se siguen buscando dinosaurios para aportar información sobre los organismos que, particularmente, habitaron en el Cretácico y que muestran las condiciones que existían en la Tierra y plantean una reflexión hoy en día.
Explicó que la fosilización es un evento azaroso, “requiere de diferentes condiciones y, por lo tanto, lo que nosotros tenemos es una pequeña oportunidad para entender qué fue lo que ocurrió y una gran responsabilidad de hacer un adecuado registro. Estamos inmersos en una dinámica tan rápida en la cual queremos tener una respuesta inmediata, pero cuando hacemos este tipo de estudios se requiere paciencia, cuidado, atención y precisión, porque nuestra intervención pudiera alterar algo para los estudios futuros”.
Agregó que los eventos fortuitos de la fosilización tienden a no repetirse y pueden ser únicos por lo que es importante no alterar esa información de registro. Comentó que una de las formas de realizar este tipo de hallazgos es a través de las denuncias de la sociedad, una vez que éstas se reciben, se realiza una visita de inspección, se elabora un dictamen y la propuesta de rescate.
“Es muy importante preservar las condiciones en las que se encuentra el fósil o el yacimiento y su contexto, pues en caso de perturbación o modificación, la interpretación de los especialistas serán erróneas. Los fósiles son como las piezas de un rompecabezas, llevarse o perder un fragmento fundamental puede afectar las investigaciones paleontológicas.”
En palabras de la especialista, el patrimonio paleontológico da cuenta de la historia del lugar, es decir “mi historia se remonta a 72 millones de años y hoy podría decir orgullosa que habito un lugar que tiene esa temporalidad por la evidencia que estamos encontrando”.
Recordó que la recuperación del Tlatolophus duró seis semanas de trabajo y se logró gracias a un reporte realizado por el señor José López Espinoza, quien encontró las vértebras articuladas de este reptil fósil. Después se hizo la inspección, dictamen y evaluación de factores de riesgo, para ello presentaron el proyecto “Rescate paleontológico de un esqueleto semiarticulado de un hadrosáurido Dinopato (ornithischia: Hadrosauridae)”.
“Por las características de las vértebras sabíamos que pertenecía a un hadrosáurido o dinosaurio pico de pato. La excavación permitió encontrar materiales que no se habían visto como elementos de la cadera. Lo que recuperamos fueron 53 vértebras, 5 sacras y 48 caudales, así como elementos debajo del ejemplar. La siguiente etapa y la más importante de todas fue la extracción.”
Con ayuda de la técnica de la férula de yeso, es decir con vendas de yeso, se logró extraer la osamenta. “Apostamos por entender la biomecánica y la información anatómica de la cola y conseguimos el cráneo, una de las piezas más importantes de diagnóstico para la información.”
Felisa Aguilar Arellano explicó que el nombre Tlatolophus galorum proviene del náhuatl tlahtolli que significa “palabra”, combinada con la palabra griega lophus que quiere decir “cresta” debido al parecido de la cresta con la palabra glifo de la iconografía mexica, que se asemeja a una coma inversa.
“La especie lleva el nombre de Jesús Garza Arocha y la familia López nombradas por su colaboración en la recolección y preservación del espécimen, en este caso queríamos agradecer a quienes realmente fueron claves para hacer este rescate.”
“Esto es algo que queremos seguir fomentando en las nuevas generaciones, vean en este caso a la disciplina paleontológica como un área potencial de trabajo en la cual nosotros, los que estamos presentes, tenemos esa obligación de abrir esos espacios y yacimientos que todavía no son explorados. Esto solo se construye con el INAH, la academia y la sociedad”, finalizó la paleontóloga.
Fuente: El Colegio Nacional