La gran aportación de Jauss, explicó, es plantear el efecto que una obra literaria tiene a través de distintas generaciones de lectores
El mejor lector no es aquel que devora cada novedad que se publica, sino el que regresa a lo leído para toparse con verdaderos descubrimientos, afirmó el crítico literario Christopher Domínguez Michael, miembro de El Colegio Nacional, al dictar la conferencia “Jauss o la literatura como provocación”, que formó parte de su ciclo de ponencias Grandes críticos literarios.
“El buen lector no es el que lee novedades, eso lo inventaron los comerciantes, los vendedores de libros —que necesitamos, porque sí requerimos que nuestros libros se vendan—, pero como gente que promueve juicios estéticos, pues no: el verdadero lector relee, y el verdadero descubrimiento de una obra literaria, cuando es importante, se da tras muchas lecturas”, dijo en el Aula Mayor de la institución.
Domínguez Michael agregó que lo mismo sucede con una pieza musical: “Es igual que la escucha de una sinfonía o de cualquier pieza musical, solo oyéndola muchas veces uno la comprende y, de repente, salta algo de la música totalmente distinto”.
Así definió el colegiado la “estética” de la percepción del filólogo alemán Hans Robert Jauss, “bastante venenoso”, pero que sembró la duda sin respuesta de que “gente que en vida fue muy mala es capaz de escribir grandes obras, mientras que la gente que llevó una vida virtuosa no garantiza que sean grandes artistas”.
El descubrimiento de Jauss, afirmó el colegiado, “fue plantear la profundidad del efecto de la historia, a través de las distintas generaciones. Vuelvo al caso de Kafka: su importancia, a cien años de su muerte, no ha cambiado, incluso se puede decir que ha crecido, pero la interpretación de medio siglo de existencialista, por así llamarla, cuando Kafka predijo los horrores del siglo XX, de la Segunda Guerra Mundial —incluso sus hermanas murieron en un campo de concentración nazi—, esta interpretación cambió”.
Años después, como decía Jauss, la percepción de la obra kafkiana “cambió gracias a un gran libro de unos franceses, Gilles Deleuze y Félix Guattari, que dicen una tesis que en su momento escandalizó, que Kafka es un escritor cómico. Ellos hacen toda una teoría que puede ser aceptada o rechazada por cualquiera, dicen que las aventuras de los atormentados héroes de Kafka que van como alma en pena, de ventanilla en ventanilla sufriendo humillación, tras humillación, sí son una crítica brutal de la sociedad burocrática, pero son una crítica cómica”.
La teoría de la percepción de Jauss, a la que se refirió el crítico literario, está antecedida por su pasado nazi. “A los 22 años ingresó de manera voluntaria a las SS, al cuerpo de élite de la Alemania nazi y participó en actividades como capitán de brigada con 162 personas a sus órdenes en Croacia y en Rusia, y parece ser que hay evidencias de que esta unidad cometió enormes crímenes de guerra”.
Acabada la guerra, “Jauss, sin ningún problema, se inscribió para estudiar romanística en la Universidad de Bonn. Y quienes lo han denunciado dicen que en ese entonces la romanística era un lugar más seguro. Tan pronto Jauss se inscribió, fue arrestado por las autoridades aliadas que ocupaban Alemania y fue encarcelado dos años en un campo de internamiento, hecho específicamente para los oficiales de las SS”.
En noviembre de 1948 Jauss fue liberado. “Era tan grande la cantidad de personas, que no se sabe si fue liberado porque no podían juzgarlos a todos o porque no le encontraron nada especialmente grave. Y se fue a la Universidad de Constanza. Durante el resto de su vida construyó la teoría de la percepción y murió en 1997”.
Para Domínguez Michael, la teoría de Jauss “es quizás” el capítulo que pone fin a la controversia entre franceses y alemanes, entre la lingüística francesa y la filología alemana. “Lo que dice es que los franceses, sobre todo los estructuralistas y los postestructuralistas, se dedicaron a estudiar cómo se hacía el texto literario, y lo hicieron con mucha imaginación, con mucho método y también con mucha locura; acepta que la antropología estructural de Levi-Strauss fue muy importante, le reconoce sus méritos a Roland Barthes, pero dice: “a mí me interesa otra cosa”, que es qué significan los textos para los lectores”.
Ese punto de vista, “es la gran revolución desconocida en la crítica literaria del siglo XX, no porque no se hubiera hecho antes, es más, quienes empezaron en Francia, sobre todo a tratar la literatura con un ente autónomo, cuyas condiciones de producción eran lo más importante, les parecía que estudiar el efecto que las obras tenían en el público lector, era una antigualla del siglo XIX, que para empezar no pertenecía a la crítica literaria, sino a otras disciplinas como la sociología, la historia”.
“Jauss y su sucesor, Wolfgang Iser, dijeron: ‘lo importante es lo que la gente piensa de lo que lee’. Si Carlos Marx decía que cuando las cosas sobreviven es porque tienen calidad, Jauss dijo que lo importante de una obra de arte es el efecto que causa en cada generación, y si al pasar las generaciones sigue causando efecto, es una obra de arte canónica, como es el caso de la Odisea o la Iliada de Homero, o los clásicos griegos, o de Madame Bovary de Flaubert en el siglo XIX, o en las novenas de Dostoievsky”.
De acuerdo con el colegiado, “lo que Jauss se puso a estudiar es qué efecto causaban las obras en las personas y cómo este efecto era lo que le daba su importancia a la literatura, no la escritura de lo que hablaban los franceses. Desde luego que Jausss no le negaba importancia a la labor del escritor en su máquina de escribir, en su computadora, en su pluma, trabajando, etc.”.
En el extremo, explicó, “los postestructuralistas franceses dirían que —si es Madame Bovary de Flaubert, o el Quijote de Cervantes, o La familia Burrón, da igual—, lo importante es cómo se elaboró esa novela, esa tragedia, o esa tira cómica. Y la teoría de Jauss es bastante comprensible para todo buen lector, para todo amante de la literatura, porque parte de la base de una cosa que es obvia, pero que los críticos literarios o los profesores de literatura no tomamos en cuenta de manera tan obvia: que nuestra lectura, por ejemplo, de El Idiota, de Dostoievsky, no es la misma a los 17 años que a los 60”.
Domínguez Michael afirmó en este punto: “todos hemos pasado por relecturas decepcionantes” y contó su propia experiencia. “A mí, como a mucha gente, me fascinó Rayuela de Cortázar cuando lo leí a los 20 años y cuando 15, 20 años después la volví a leer, porque tenía que dar un curso, me pareció un libro espantoso”.
Curiosamente, agregó, “a mis alumnas, digo alumnas porque la mayoría de ellas eran señoras y señoritas, les pareció, estoy hablando de hace 15 años, algo en lo que yo no me había fijado, que era horrorosamente misógina, que el personaje de ‘la Maga’ es tratado por el autor como una especie de animalito. Cuando yo oí eso, paré las orejas, me regresé a mi casa y empecé a leer y sí, incluso para un feminista moderado, como me podría definir yo, era bastante escandaloso. Regresé al curso la próxima semana y dije: ‘sí, tienen razón’”.
En cambio, agregó, “he releído varias veces en mi vida Pedro Páramo, de Rulfo. Sin ninguna excepción y, a diferencia de otros amigos, la relectura de Cien años de soledad siempre para mí es fabulosa. Y ahí uno nunca sabe si es amor a García Márquez y a su libro, o amor a uno mismo cuando tenía 18 años”.
“Yo creo que hay cosas que no deben saberse y esta es una de esas. La relectura provoca reacciones distintas: confirmación del entusiasmo, decepción profunda o, incluso, hay quienes se abstienen de la relectura porque no quieren exponerse a ninguna de estas sensaciones. Gente que adoró un libro no quiere correr el riesgo de que ya no le guste 10, 20, 30, 40 años después”.
Fuente: El Colegio Nacional