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El 41% de los anfibios se encuentran amenazados por el hongo que ataca su piel: Eria Rebolla

Detalló que los ajolotes tienen sus propias defensas para matar hongos patógenos, pero también los microbiomas contribuyen de manera importante a la sobrevivencia de estas especies

“El 41% de los anfibios se encuentran amenazados por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que ataca su piel”, sostuvo Eria Rebollar, investigadora del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM, al impartir la conferencia “¿Ajolotes y microbios: patógenos o simbiontes?”, como parte del ciclo Los viernes de la evolución, coordinado por Antonio Lazcano Araujo y José Sarukhán, miembros de El Colegio Nacional.

En su participación, la ecóloga microbiana abordó la crisis global que enfrentan los anfibios, una pandemia causada por hongos patógenos como Batrachochytrium dendrobatidis (Bd) y B. salamandrivorans (Bsal), responsables del declive masivo de ranas, sapos y salamandras en todo el planeta. A finales de la la década del 70 del siglo pasado, “ecólogos de campo comenzaron a observar anfibios muy enfermos o muertos en bosques muy conservados. La razón por la que el hongo está en todas partes es debido a su traslado, a través del tráfico de especies”.

De acuerdo con Rebollar, los especialistas detectaron que las especies sufrían quitridiomicosis, enfermedad causada por el hongo Batrachochytrium dendrobatidis, que penetra la piel de los anfibios. “Este fungi tiene un ciclo de vida muy particular, comienza con una zoospora mótil que tiene un flagelo que se traslada a través del agua y llega a la piel de un anfibio. Una vez que llega, penetra las primeras capas de piel y se transforma en una segunda fase de vida que se conoce como esporangio, que es una estructura que produce y contiene las esporas, lo que provoca que penetre más capas de piel y altere todas las estructuras, así como sus funciones epiteliales”.

Lo anterior es importante, debido a que los anfibios respiran a través de la piel. Las especies que sufren esta enfermedad en un lapso de semanas llegan a morir. Después, los esporangios pueden volver a infectar a más especies. Se trata de un ciclo que se describió, por primera vez, en 1998.

La experta recordó que un grupo de especialistas realizó un registro en tiempo real en el Parque Protegido llamado Copé en Panamá, en el año 2004, y detectaron que el 40% de las especies habían desaparecido a causa de este hongo. Un tema que también fu portada de la Revista Nature en 2012, cuando Matthew C. Fisher publicó un informe en el que aseguró que una cantidad sin precedentes de enfermedades fúngicas habían causado recientemente algunas de las muertes y extinciones más graves jamás observadas en especies silvestres.

“De las 500 especies de anfibios que fueron afectadas por la quitridiomicosis, 90 se extinguieron por completo de sus ambientes, lo que representa el 6% de la diversidad global de anfibios en el planeta”.

La investigadora de la UNAM enfatizó que, en medio de esta crisis ambiental, se detectó que, aunque el hongo Batrachochytrium dendrobatidis está presente en México, las poblaciones de ajolotes parecen resistir a la quitridiomicosis, lo que se debe a las bacterias que viven en su piel conocidas como micobiana cutánea, que los protege. “El sistema inmunitario de los ajolotes no solo arrojó luz sobre los mecanismos de resistencia natural, sino que también abrió la puerta a nuevas estrategias de conservación”.

“Comparamos los genomas de las ranas tropicales con los ajolotes de nuestra colección y detectamos que una gran cantidad de bacterias de la piel, alrededor del 70% inhiben el crecimiento del hongo Batrachochytrium dendrobatidis. Esto significa que hay una composición interesante e importantes de bacterias antifúngicas en ellos, es decir, bacterias que pueden inhibir el crecimiento de hongos. Después secuenciamos los genomas del ajolote e identificamos que las bacterias de su piel inhiben al patógeno. Al descubrir esto, muchas investigaciones se han dedicado a pensar si estas bacterias pudieran ser probióticos para salvar a los anfibios”, subrayó la ecóloga.

Con estos resultados, se han generado una serie de iniciativas para conservar las especies de anfibios, una de ellas fue darles baños de bacterias antifúngicas provenientes de los ajolotes, lo que ha sido muy exitoso en algunos casos. “Es interesante esta opción para conservar especies; sin embargo, no todas tuvieron la misma reacción, porque algunas de estas bacterias probióticas desaparecen de la comunidad después de un tiempo”, comentó Rebollar.

La investigadora interesada en el estudio de las relaciones simbióticas entre hospederos animales y comunidades microbianas sostuvo que se “sabe que los ajolotes tienen sus propias defensas para matar hongos patógenos, pero también sabemos que los microbiomas contribuyen de manera importante a la sobrevivencia de estas especies. Esta interacción entre los microbiomas y el hongo no es aislada, está ocurriendo en un contexto de un organismo, por lo tanto, este organismo, está seguramente también modulando por quien crece en su piel”.

“Muchas especies que se habían considerado extintas en los bosques tropicales a causa del hongo, 10 o 20 años después de haber desaparecido, se están volviendo a encontrar en los bosques, como el atelopus voyles. En un estudio de 2018, la volvieron encontrar, estudiaron sus defensas que produce en la piel, y lo que vieron es que efectivamente los péptidos antimicrobianos de los sobrevivientes eran mucho más efectivos al Batrachochytrium dendrobatidis que sus parientes históricos. Es un ejemplo bonito de selección natural”, concluyó Eria Rebollar.

Fuente: El Colegio Nacional

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