Jesús Antonio del Río Portilla
Se han preguntado ¿cuál el tamaño máximo que puede alcanzar un edificio? Esta pregunta surge dado que cada año o más frecuentemente podemos ver, leer o escuchar que se está construyendo un edificio más grande. Recuerdo mi niñez cuando se decía que la Torre Latinoamericana en la Ciudad de México era la más alta del país. Por supuesto, que en esa época al pasar a su lado la veía enorme, aunque la verdad es que también los edificios de Tlatelolco me parecían muy grandes. En las películas de aquellas épocas el Empire State era un edificio emblemático por su altura. La misma idea surgió al construir el Hotel de México en el entonces Distrito Federal. Así podemos ir contando en diferentes latitudes, cómo los edificios han sido construidos para mostrar que se puede hacer uno más grande.
Esta desmedida ambición por construir edificios altos, puede ser una característica de las personas que buscan dejar algo para la posteridad. Esta ambición data desde los palacios chinos o las pirámides de Egipto o las pirámides de los antiguos mexicanos. Como ejemplo citemos la pirámide del Sol y la Luna en Teotihuacán o la pirámide de Cholula o las construcciones en Chichen Itza y Uxmal. Me restrinjo a nuestro entorno cercano; pero en cada civilización encontramos algún ejemplo.
Desde mi perspectiva, la idea de construir edificios, puentes, centrales eléctricas, presas, trenes, aeropuertos cada vez más grandes parecería un reto interesante; pero hoy en día con los avances que tenemos en el conocimiento de las consecuencias de nuestras acciones, merece detenernos a reflexionar sobre la pertinencia de abordar este desafío. Claramente, el reto de construir algo más grande es tentador y merece estudiarlo, dado que ahora que conocemos los impactos de lo que construimos, debemos reflexionar sobre las consecuencias de poder vencer este desafío.
Primeramente, la construcción de una edificación tiene un fin y debemos preguntarnos si ese fin requiere del tamaño planificado para satisfacer la necesidad planteada. El edificio ¿alojará oficinas, escuelas, empresas, industrias? Claramente, su destino definirá la necesidad de construirlo y su tamaño. La definición de su tamaño implica que pudiera cumplir con sus objetivos en cuanto a funcionalidad y debemos también considerar la forma en la que satisfacerá esos objetivos.
Hoy en día en la mayoría de las ciudades cuando se planea una edificación, se demanda a la compañía encargada de la electricidad el suministro de la energía para el funcionamiento de la edificación. Lo mismo sucede con la demanda de agua, gas o desalojo de las aguas residuales o de los residuos sólidos originados por su funcionamiento. Sin embargo, considero que hoy estamos en una posición de cambiar esta forma de proceder y, en este pequeño escrito, quiero llamar la atención para poder cambiar la manera en la que las personas simulamos resolver los problemas que ocasiona nuestro vivir.
Desde mi perspectiva, el hecho que hoy sabemos que el uso de las gasolinas, los envases de plástico y muchas otras cosas de nuestra vida cotidiana causa problemas en el corto y largo plazo, implica que debemos tener conciencia de que nuestros actos afectan positiva o negativamente el bienestar de otras personas que comparten nuestro tiempo o que vivirán en el futuro, implica que debemos reflexionar antes de actuar.
Las construcciones majestuosas implican una demanda de servicios igualmente majestuosa y debemos preguntarnos cuál sería el límite a esa demanda.
En el caso de los edificios, podría ser que el tamaño fuera limitado por la disponibilidad de los recursos para su funcionamiento. Déjenme ilustrarlo con la energía.
El tamaño de un edificio pudiera estar limitado en su altura por la disponibilidad de la energía que pudiera ser generada en su techo. Es decir, las autoridades, o más bien los ciudadanos podríamos exigir que las autoridades limitaran el tamaño de los edificios de acuerdo a la energía que demanden para su funcionamiento. En la Ciudad de México podríamos decir que por cada metro cuadrado se podría generar 0.5 kwh al día de energía y así determinar, de acuerdo al uso del edificio su altura. Por ejemplo, un consultorio dental debería ser construido con una superficie mínima de 32 metros cuadrados, para que un sistema fotovoltaico con esa superficie pudiera proveerlo de su energía. Una casa habitación podría necesitar del orden de 16 metros cuadrados para satisfacer su demanda de energía con paneles fotovoltaicos.
Toda la argumentación anterior para poder afirmar que es muy importante que desde nuestro cotidiano actuar, reflexionemos en los impactos que tendrán nuestras pequeñas acciones y limitemos los posibles daños a nuestro entorno o a nuestros semejantes.
Hoy más que nunca quisiera que los políticos que hoy están tomando sus posiciones en diferentes lugares del país, pudieran evitar construir obras faraónicas que efímeramente serán recordadas como obras que alimentaron sus egos; pero que no resolvieron los problemas que nos aquejan en el largo plazo.
Fuente: Y sin embargo de mueve …