Jesús Antonio del Río Portilla
La electrificación demandará más cobre, las baterías de litio requieren de minas, los aerogeneradores requieren acero para sus bases. Todas estas afirmaciones son esgrimidas para decir que las fuentes renovables de energía no son “limpias”, ya que para su implementación requieren de actividades que, en este momento, son contaminantes o generan en sí mismas efectos sociales negativos o modifican los ecosistemas.
Estas frases parecen ocultar la situación que enfrentamos, dado que el uso de los combustibles fósiles ya ha causado un tremendo daño en todo el planeta. No solo la quema de estos recursos no renovables, sino también su transformación en materiales que no existían en la naturaleza, digamos los plásticos, ha provocado cambios negativos para el desarrollo de otras especies, pero también para la especie humana. Desde la antigüedad las actividades humanas han provocado cambios en los entornos en los que se desarrolla. Simplemente el hecho de cocinar con leña causa problemas en nuestros pulmones con el paso del tiempo y emite bióxido de carbono.
Algunas personas letradas dirán que la emisión de ese CO2 es neutra, es decir, no altera finalmente la composición de la atmósfera, pues las mismas plantas se encargarán de fijar nuevamente ese CO2. Tienen razón, mientras la rapidez con la que se queme esa leña sea equiparable con la rapidez natural de fijación. Parece que así fue por muchos siglos.
Sin embargo, con el uso masivo de los combustibles fósiles, primero el carbón mineral y posteriormente, del petróleo y gas natural, se han sobrepasado por mucho la rapidez de fijación natural del CO2.
Otro ejemplo de uso de los recursos naturales con impactos negativos es la explotación de minerales como el cobre, que se ha implantado desde hace cientos de años.
Podemos citar ejemplos de uso de minas en Latinoamérica o en Europa, donde minas a cielo abierto han horadado huecos de más de 400 m de profundidad en varias hectáreas de superficie.
Todo ese material se ha transformado en utensilios que usamos a diario o, lo peor, quemado para producir energía sin racionalidad. Lo mismo sucede con la producción de alimentos, donde cada vez más se usan los recursos en la tierra o en el mar de manera no sostenible y menos sustentable.
Estas formas de uso de los recursos naturales han sido una constante por algunas centurias y muchas sociedades han abusado de la disponibilidad de tecnologías para maximizar estos usos, independientemente de los despilfarros o daños causados en los entornos o en otras personas.
Esta argumentación de que se hace desde hace cientos de años para nada es una disculpa o una argumentación para decir que así se ha hecho y se puede seguir haciendo.
Es más, hasta hace muy poco, digamos, hace menos de un siglo que la humanidad ha generado el conocimiento para entender que la forma en la que ha implementado muchas de sus actividades ha modificado la forma en que la vida se ha desarrollado en el planeta desde hace millones de años.
En pocos siglos hemos provocado cambios sustanciales en la forma de vida en el planeta que compartimos con otras personas y otras especies.
Con este entendimiento es que la comunidad científica está empezando a construir nuevos conocimientos y desarrollar nuevas tecnologías. Lo primero, incorporando a nivel global los conocimientos locales y para la segunda, entendiendo las formas tradicionales de uso de los recursos y amalgamándolo con conocimiento de frontera.
Adicionalmente, con conocimiento de frontera se exploran tecnologías impensadas en el pasado, por ejemplo, organismos modificados o fenómenos cuánticos antes incomprendidos o no observados en escala macroscópica, etc.
Los nuevos objetivos o formas de desarrollar tecnología consideran el uso mínimo de los recursos para satisfacer las diferentes necesidades de las personas, en particular, sin usar materias primas fósiles. También, se ha entendido que el uso de sustancias tóxicas en los procesos para producir bienes o servicios debe ser evitado. Adicionalmente, el desarrollo de materiales o productos que puedan ser reciclados es otra prioridad.
Por ejemplo, ahora con la posibilidad de transitar hacia la electrificación y el uso masivo de las baterías, algunas empresas están optando por implantar tecnologías que faciliten el reciclado enfocándose hacia economías circulares [1]. En cuanto a la tecnología para producir alimentos, los enfoques novedosos para solamente usar energía y disminuir el uso de suelo agrícola son algo tentador [2].
Por otro lado, es muy importante que en estos esfuerzos se utilicen estas tecnologías enfocadas hacia la promoción de las diversidades culturales de las diferentes regiones del planeta.
Hoy es claro que no hay soluciones únicas, sino que hay diversidad de soluciones para cada lugar en concordancia con los estilos de vida de las personas y las capacidades de los ecosistemas.
Así, la generación de conocimiento tanto técnico como social es uno de los pilares para poder construir lo que se conceptualiza como economía circular o bioeconomía, etc. Todas estas tendencias con fines similares coinciden en la necesidad de utilizar los recursos naturales en una forma menos acelerada. De hecho, en una forma donde su uso sea cíclico mediante la reutilización y el reciclado.
El conocimiento ahora está disponible, debemos difundirlo para que las personas puedan utilizarlo y construir la diversidad de soluciones que se abren.
[1] https://www.economist.com/leaders/2022/10/27/battery-makers-are-powering-a-circular-economy
[2] https://www.youtube.com/watch?v=CtvGfaL2Dtg
Fuente: delrioantonio.blogspot.com