Antonio del Río Portilla
Con la vacunación para contender contra la COVID-19 a las personas que laboran en el sector educativo se está planeando el regreso de la población infantil, adolescente y universitaria a las actividades presenciales. Estamos a punto de iniciar una nueva forma de interaccionar en nuestros entornos cercanos. La COVID-19 nos obligó a cambiar por más de un año nuestras actividades, por un lado enfatizó nuestro aspecto egoísta al mismo tiempo que fomentaba nuestro comportamiento cooperativista.
Me parece que tengo que explicar la frase anterior que parece contradictoria. El comportamiento, egoísta se observa en la reclusión que pudimos hacer quienes pudimos trabajar desde nuestro domicilio, sin importar lo que pudiera pasar fuera de nuestro entorno. Sin embargo, nuestro comportamiento cooperativista se manifestó de diferentes formas, al realizar compras en los comercios locales, al resguardarnos al menor síntoma de enfermedad respiratoria o al usar el cubrebocas. La población en conjunto tuvo en mayor o menor medida este tipo de actitudes.
La pregunta ahora es ¿cómo debe ser nuestro comportamiento en el regreso a las actividades presenciales?
En esta serie de escritos he mencionado con anterioridad el “Dilema de prisionero” como un artilugio matemático para, de una manera simple, representar lo complejo del comportamiento humano. Este modelo fue empleado por Robert Axelrod para analizar la evolución del comportamiento cooperativista en la población humana[1]. Recordemos en una manera resumida este dilema: La policía arresta a dos personas y los acusa de cometer un delito. No hay pruebas suficientes para condenarlas, parece son inocentes, y, tras haberlas separado, se les interroga por separado y se les ofrece el mismo trato. Si una delata y la otra no, el que no delató será condenada a la pena de tres años, y la delatora será liberada. Si ambas delatan, ambas serán condenadas a dos años. Si ambas no delatan serán encerradas solamente seis meses. Claramente, el comportamiento egoísta prefiere delatar; sin embargo, si ambas delatan desde el punto de vista colectivo es la peor respuesta, ya que en total la sociedad pierde cuatro años de actividades de una persona, dos de cada una en la cárcel; pero ambas ganan ya solo tienen dos años. En cambio, si este juego es realizado muchas veces, es decir, se hace iterativamente, se encuentra que un comportamiento cooperativista donde ninguno delata es el que produce bienestar social, ya que solamente serán encarceladas 1 año (6 meses cada una), es decir, la sociedad gana totalmente con un comportamiento cooperativista. Este experimento se ha realizado a manera de juego tanto de forma presencial como en su versión computacional. Este modelo data ya desde mediados del siglo pasado y ha sido frecuentemente utilizado para análisis conductuales y hoy nos puede ilustrar la forma en la que debemos regresar a las actividades presenciales en diferentes entornos.
Uno de los principales retos en el esclarecimiento del comportamiento de las personas radica en poder distinguir cuando se transita de un comportamiento intuitivo de cooperación a un comportamiento intencional de cooperación. El primero, no requiere de información y conocimiento, el segundo se basa en razonamientos y reflexiones explícitas sobre el conocimiento de la situación. Es, precisamente, el comportamiento cooperativo basado en el conocimiento en el que debemos basar nuestro actuar en el regreso.
Recientemente, se publicó un trabajo precisamente sobre la transición entre un comportamiento altruista intuitivo y otro de deliberada racionalidad cooperativista. Este estudio realizado por R. Gallotti y J. Grujic se publicó en 2019 en formato de acceso abierto. En él se encontró, que aunque en la fase inicial del problema, el comportamiento intuitivo predomina muy rápidamente; mientras que la solución basada en la deliberación racional se vuelve predominante hacia la cooperación con la repetición del dilema, es decir con el tiempo. Esta transición se basa en el fomento para las acciones cooperativistas y las retroalimentaciones negativas por el actuar egoísta. El proceso de aprendizaje basado en las pruebas de los resultados positivos hacia el cooperativismo es crucial, es decir, el reforzamiento hacia la cooperación debe ser constante.
De esta manera, es muy importante que en nuestro actuar cotidiano empecemos a fomentar con retroalimentación positiva hacia el comportamiento cooperativista de nuestro entorno.
Efectivamente, en nuestro próximo retorno a un accionar presencial con mayor número de personas, tenemos la oportunidad de transformar el comportamiento de quienes nos rodean hacia las acciones que beneficien en forma colectiva a nuestra comunidad. Con este proceder estaremos cediendo algunos beneficios a cambio de cosechar beneficios compartidos mayores.
[1] Axelrod, Robert (2006), The Evolution of Cooperation, Perseus Books Group, ISBN 0-465-00564-0
Fuente: delrioantonio.blogspot.com