“Gracias a la inmunidad estamos exentos de estados patológicos, infecciosos y otros más que son una fuente de estudio muy importante”: Alejandro Escobar
“Vivimos una pandemia, no hay duda, pero alguien dijo que no le deberíamos llamar así, sino sindemia. La pandemia habla de que hay un virus que está infectando y enfermando a una gran parte de la población mundial, pero en la sindemia se incluyen otros factores íntimamente ligados que explican lo que ocurre, como las comorbilidades, las condiciones sociales, la economía y la marginación”, con estas palabras inició su ponencia titulada Inmunidad y COVID-19 el inmunólogo Alejando Escobar.
La sesión fue transmitida en vivo por las plataformas digitales de El Colegio Nacional el 25 de septiembre, como parte del ciclo Viernes Viral, coordinado por el colegiado Antonio Lazcano.
El profesor de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional recordó que hay más de 30 millones de casos confirmados de COVID-19 y 1 millón de muertos registrados en el mundo a consecuencia de esta enfermedad. “Debe haber muchísimos más que, por alguna razón, han quedado fuera de este resumen de casos. En México ya tenemos más de 715 mil casos y más de 75 mil muertos, lo que quiere decir que vamos a llegar a las 80 mil defunciones desgraciadamente en las próximas semanas”.
Agregó que el coronavirus produce de una manera muy eficiente y rápida nuevas partículas virales en el organismo de las personas, condición que es inmediatamente reconocida por la inmunidad del cuerpo humano. Esta barrera protectora “limita, controla, acaba o elimina los agentes patógenos como el SARS-CoV-2 y otro tipo de bacterias y hongos. Además, mantiene a los individuos libres de células neoplásicas, conocidas también como tumores o blastemas”.
Explicó que la inmunidad se lleva a cabo bajo dos rubros importantes, la primera es una inmunidad constitutiva y permanente, es inespecífica y está dada gracias a la piel, las mucosas, la secreción de moléculas microbicidas, las lágrimas o la saliva. Se trata de moléculas que se forman y funcionan independientemente de las condiciones en las que se encuentre el organismo.
La segunda es la respuesta inmunológica inducida, que requiere ser estimulada y dependerá de las experiencias que las personas tienen a lo largo de su vida para realizar sus funciones. Ésta se divide en dos grandes ramas: la respuesta innata y la respuesta adaptativa.
La respuesta innata tiene una especificidad limitada y no posee memoria. Con ella el organismo reconoce a los patrones moleculares asociados con virus y bacterias, y en su lucha para defenderse de estos patógenos participan células como las NK, que son esenciales para degradar el material genético de los virus y los fagocitos, encargados de capturar y digerir microbios. Esta rama podría ser suficiente para eliminar a los agresores.
Por otro lado, la respuesta adaptativa es específica y tiene memoria. Es decir, recuerda a los patógenos con los que el organismo estuvo en contacto desde su nacimiento para combatirlos. El inmunólogo puntualizó en que ésta tiene dos manifestaciones: la respuesta celular y la respuesta humoral. En la primera participan los linfocitos T y en la segunda los linfocitos B, los más representativos en la producción de anticuerpos.
“La respuesta humoral tiene células formadoras de anticuerpos y qué hacen los anticuerpos, neutralizan y constituyen un fenómeno de citotoxicidad celular”. En otras palabras, son proteínas solubles que se unen a una determinada molécula del patógeno invasor para eliminarlo.
“Estas dos respuestas son interactivas, no hay respuesta adaptativa si no hay previamente una respuesta innata y la respuesta adaptativa trabaja, actúa con herramientas que provienen de lo que conocemos como respuesta innata”.
Enfatizó que los mecanismos de evasión del cuerpo humano también son eficientes para controlar la respuesta adaptativa del SARS-CoV-2. “Los pacientes con COVID-19 muestran una gran heterogeneidad en su respuesta inmunológica contra el coronavirus. Afortunadamente la mayor parte de los casos son síntomas leves de buen pronóstico y simplemente con atención, con reposo, es suficiente para que puedan sobrevivir, pero en cuanto aparecen síntomas más graves el sujeto debe ir a un hospital, y lo más peligroso obviamente son las comorbilidades como la hipertensión, la diabetes tipo 2, cardiopatía y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica”.
Aseguró que gracias a la inmunidad estamos exentos de estados patológicos, infecciosos, neoplásicos (crecimiento anormal de células) y otros más que son una fuente de estudio muy importante. “Los anticuerpos son un excelente recurso terapéutico y para diagnóstico. Eso lo pueden hacer a través de una inmunidad pasiva que nos va a proteger temporalmente y lo suficiente para eliminar el virus”.
En palabras del inmunólogo, con el tiempo los casos moderados de pacientes con COVID-19 tienen un efecto positivo de la respuesta innata y adaptativa, lo que disminuye la carga viral; sin embargo, en casos graves no puede tener efectividad. “Uno de los desconciertos que tenemos en la inmunología es que este virus no se está comportando como los otros con los que estamos familiarizados, provoca una multiplicidad de fenómenos clínicos de tal manera que no podemos hablar de un patrón de respuesta determinado del individuo”.
Escobar se refirió a que aún falta tiempo para conocer y analizar la respuesta inmunológica de los infectados con coronavirus; sin embargo, la práctica de terapias inmunológicas, el uso de plasma de convalecientes y los anticuerpos monoclonales son estrategias de defensa que están logrando excelentes resultados.
“La Identificación de anticuerpos anti SARS-CoV-2 serán la opción para la vigilancia epidemiológica general, ojalá algún día tengamos una muy buena inmunidad de rebaño y que ésta impida que el virus siga circulando y continúe infectando gente, mientras tanto para evitar contagiarnos tenemos como principal medida el uso del cubrebocas”.
Fuente: El Colegio Nacional