Gustavo Viniegra González
Las vacunas contra el COVID19 de Pfizer y Moderna se producen gracias a una tecnología revolucionaria inventada por la científica húngara Katalin Karikó cuya forma de funcionamiento y producción vale la pena conocer porque cada vez dependeremos más de esta tecnología para hacer frente a las pandemias.
Katalin Karikó nació en 1955 en Szolnok y estudió bioquímica en la Universidad de Szeged, Hungría. Migró con su esposo, en 1985, a Estados Unidos para trabajar en la Universidad de Temple y luego en la de Pennsylvania, dónde intentó desarrollar una cura contra el SIDA usando una molécula del tipo ARN mensajero (ARNm), la cual cómo su nombre lo indica, actúa como mensaje genético entre el ADN y la maquinaria de síntesis de las proteínas. En un símil de una fábrica automatizada, los ARNm serían las instrucciones específicas que manda la computadora o “cerebro” dónde está el programa de operación (ADN), hasta las máquinas que generan los productos de dicha fábrica (ribosomas). Katalin imaginó que, si mandaba los mensajes correctos al organismo, podría curar el cáncer o contrarrestar a las moléculas tipo ARNm del virus del SIDA. Los primeros resultados fueron catastróficos porque el ARNm artificial produjo una tremenda reacción inflamatoria y los profesores de la universidad la degradaron, con ganas de despedirla. Además, contrajo el cáncer y no podía regresar a Hungría. Se resignó y siguió trabajando con tesón hasta que, por casualidad, conoció a Drew Weissman, médico dedicado a las vacunas y discípulo de Anthony Fauci. Como Weissman creía en el ARNm apoyó a Katalin y consiguió fondos hasta que a ella se le ocurrió modificar químicamente al ARNm[1] y resolvió el problema de inyección y estabilidad envolviendo al susodicho ARNm en gotitas de aceite. Esta tecnología se patentó y acabó siendo licenciada por la empresa ModeRNA (ARN modificado) y con una nueva patente, por la empresa alemana BioNTec, dirigida por Uğur Şahin y Özlem Türeci, de origen turco, quienes hicieron una alianza con Pfizer y acabaron produciendo, al mismo tiempo que Moderna, la vacuna ARNm contra el COVID19.
Esta vacuna se produce en pequeños tanques o reactores de 30 litros, dónde se añade un gen de ADN artificial que sirve de molde, se añade un catalizador muy específico, llamado ARN polimerasa y después de casi un día, se purifica con la ayuda de un agente destructor del ADN (ADNasa) y de membranas especializadas. El ARN se mezcla con microgotas de aceite, como si fuera una mayonesa y finalmente, se envasa lista para usarse. La fórmula del ADN se controla con mucha precisión y se produce, a bajo costo, con robots. Pero el proceso de la nueva vacuna es aún muy caro, pues se necesitan inversiones de miles de millones de dólares, personal altamente calificado y compra de materias primas, como los nucleótidos, de muy alto precio. El factor limitante es la dosis de 100 microgramos por inyección. Una nueva tecnología inglesa, ahora en pruebas clínicas, va a usar dosis 8 veces menores y promete abaratar más de diez veces el costo de inversión y de producción, así como reducir el tiempo para producir los 8 mil millones de dosis para vacunar a la población mundial. Según los cálculos de científicos de la Universidad de Londres [2], en pocos años se podrán desarrollar micro dosis que pondrán la tecnología al alcance de muchos países, siempre y cuando tengan la infraestructura y el personal especializado para asimilar esta nueva tecnología.
El costo creciente de nuestro atraso científico consiste en depender de la compra de productos claves como las vacunas. En Cuba, país pobre sujeto al boicot de Estados Unidos, sus científicos producen su propia vacuna contra el COVID19 y ya vacunaron a casi toda su población[3]. Es necesario repetir hasta el cansancio: “en este mundo cruel y despiadado, los que saben más se aprovechan de los demás” y sólo con el aumento en la inversión en las áreas claves de la investigación como las vacunas, podremos liberarnos del control extranjero en el cuidado de nuestra salud. Al buen entendedor, pocas palabras.
[1] Karikó, K., et al. (2008). Molecular therapy, 16(11), 1833-1840. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/18797453/
[2] Kis, Z., et al. (2021). Vaccines, 9(1), 3. https://doi.org/10.3390/vaccines9010003
[3] https://www.milenio.com/internacional/cuba-reporta-97-ninos-vacuna-anticovid
Fuente: Sin embargo se mueve …