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Como chilangos, tenemos una identidad que comenzó a construirse desde la Nueva España: Antonio Rubial

Como chilangos, tenemos una identidad que comenzó a construirse desde la Nueva España: Antonio Rubial

Desde su perspectiva, para entender la vida cotidiana debemos entender de qué espacios estamos hablando, porque no es lo mismo la vida cotidiana en el mundo urbano que en el rural

Desde la época virreinal hasta nuestros días han transcurrido alrededor de cuatro siglos, aun así, en nuestro día a día nos podremos encontrar con asuntos muy parecidos a “lo que nosotros vivimos cotidianamente, mientras otras cosas van a parecer totalmente distintas”, aseguró el historiador mexicano Antonio Rubial, al dictar la conferencia “Los múltiples espacios de la vida novohispana”.

La conferencia se impartió como parte del ciclo Lengua, espacios y vida cotidiana en México, coordinado por Concepción Company Company, miembro de El Colegio Nacional. Esta misma se presentó en el Aula Mayor de la institución y vía remota en todas sus redes sociales.

“Hoy vivimos el mejor tiempo posible, en el que podemos curar nuestras enfermedades, realizar muchos actos con nuestra tecnología, que es extraordinaria, a diferencia de cómo se las arreglaban los mexicanos y las mexicanas en esta época que llamamos la época virreinal”, declaró el catedrático mexicano.

De acuerdo con el miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia, uno de los aspectos más importantes al reflexionar sobre aquella etapa histórica se encuentra en los valores, algo invisible, nadie parece verlos, pero están presentes, “modelan toda nuestra vida: qué creemos, cómo nos vestimos, qué usamos en la comida, cómo nos comportamos en la calle”.

“La Ciudad de México fue matriz de encuentros y mestizajes: en 1600 es la ciudad más cosmopolita del planeta. Había gente de África y de Asia, habían venido europeos de prácticamente todos los países de Europa occidental. Además, existían comunidades indígenas de muy diferentes lenguas y, aunque resulte extraño, la lengua más hablada en la Ciudad de México no era el castellano, sino el náhuatl, la mayor parte de la población hablaba náhuatl, después estaba el castellano y había importantes comunidades en la Ciudad de México de otomíes, matlatzincas o mixtecos”.

A esa población habría que sumar la existencia de esclavos africanos, casi tan numerosos como los españoles; incluso una importante comunidad filipina se asentó en el barrio donde hoy se ubica la sede de El Colegio Nacional, el de San Sebastián, “y muchos peninsulares que también hablaban sus propias lenguas como vascos o portugueses. Todo esto era una Babel”.

“En esta Babel ser bilingüe era parte fundamental y muchísima gente hablaba dos lenguas y, sin embargo, hacían falta intérpretes. En el primer momento del encuentro muchos intérpretes eran niños y mujeres y muchos de ellos eran, ya para la segunda etapa del siglo XVI, mestizos”, resaltó Antonio Rubial.

La comunidad chilanga

Durante la época virreinal, la gente no sólo se comunica por medio de palabras, sino también a través de gestos. Mucha de la información que se recibía no era oral, la obtenían por medio de la imagen, una época en la que, junto con la imagen y la palabra, la fiesta se convierte en un aparato de difusión fundamental para dar a conocer valores o creencias.

“A través de la palabra y de la imagen llegan los mensajes, los mensajes de una sociedad patriarcal, de respeto a la autoridad, de la sujeción a la voluntad de Dios y a la iglesia, como la representante de Dios en la Tierra. También a través de la palabra y la imagen llegan todos los modelos de cómo se debe uno comportar, qué es lo bueno y qué es lo malo, virtudes y vicios se intercalan en esos discursos que llegan a través de las vidas de los santos y se filtran hasta la economía, donde los tratos y contratos se manejan a nivel moral”, recordó Antonio Rubial.

En aquella época era legítimo pedir intereses de un cuatro por ciento máximo, porque más allá se veía como pecado. Esos tratos y contratos también están relacionados con la manera en que deben de venderse los objetos, a qué precio deben ofrecerse, porque las transacciones deben ser siempre dentro de la norma moral más que de la norma jurídica: “y las relaciones personales, amorosas, familiares y sociales también están vinculadas con estos valores, virtudes y vicios”, también relacionados con la lengua y con la identidad.

“Nosotros, como chilangos, tenemos una identidad chilanga que se empezó a construir desde aquella época: la idea de la patria chica. Así, Puebla, Morelia, Mérida y Oaxaca son ciudades que tienen una identidad construida alrededor de sus santos protectores, de sus historias fundacionales o relatos milagrosos, de sus santuarios”.

“Por eso, para entender la vida cotidiana primero debemos entender de qué espacios estamos hablando, porque no es lo mismo la vida cotidiana en el mundo urbano que en el rural: en el urbano hay una gran cantidad de corporaciones, son ámbitos muy mestizados, hay una intensa interacción entre los diferentes grupos sociales, las redes sociales son muy intrincadas y, además, son centros de una poderosa economía regional que incluye a México, Puebla Oaxaca”.

“Otro es el mundo rural que tiene comunidades indígenas, las cuales conservan sus lenguas originales y cuya anexión al régimen virreinal está condicionado por su cercanía o lejanía de las capitales españolas, o de las rutas comerciales. Además, hay pocas corporaciones y, algunas de ellas, están en cierto aislamiento; no es total, porque siempre hay una iglesia y un convento, una iglesia donde se reciben los sacramentos: es decir, la religión va a estar presente en todos los ámbitos”.

“Para entender la vida cotidiana vamos a ver varios ámbitos: por un lado está el doméstico, el ámbito de la vida de la gente, que vive en una casa o en un hogar; ahora sabemos que la vida privada es privativa de los ricos; sólo los ricos que tienen una casa amplia pueden tener vida privada, pues los pobres viven la mayor parte de su vida en la calle, comen en la calle, trafican con lo que tienen en la calle, comercian o hacen lo que sea para sobrevivir e, incluso, hacen sus necesidades en la calle”.

“Muchas veces se desazolva la acequia, dejan la basura fuera y, en la primera lluvia, regresa la basura a la acequia. Estamos en una sociedad que no huele: nosotros tenemos un olfato mucho más fino que los antepasados, ellos ya no huelen la mierda, ya no huelen a la ciudad como olía en aquel momento: el olor es tan común que ya no la perciben”.

En ese recorrido, el especialista se detuvo de manera particular en la importancia del mercado no sólo como un espacio comercial o económico, sino como un reflejo social, porque allí se pueden encontrar a las marchantas, alrededor de una fuente, vendiendo sus mercancías y “nos daremos cuenta que, una gran cantidad de mujeres, son las que sostienen a sus hombres”.

“Eso es muy importante de entender”, destacó Antonio Rubial: “la mujer es una parte fundamental de la economía familiar, no sólo porque muchas veces el marido es un borracho o abandona a la familia, sino porque también puede trabajar en otro lado, en las obras de desagüe o en algunas de las muchas obras que se están haciendo, y muchas veces la mujer se hace cargo no sólo de la manutención y del cuidado de los hijos, sino también de darles alimento y de conseguir la comida necesaria”.

Fuente: El Colegio Nacional

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