Óscar F. Contreras
El doctor está adscrito al Departamento de Estudios Sociales de El Colegio de la Frontera Norte (Colef) y actualmente es Secretario General Académico de esta institución. Contacto: Mtra. Florisse Vázquez, en el correo florisse@colef.mx
Una crisis como la desencadenada por la pandemia de covid-19 pone a prueba no solo a los países, sus economías, sus sociedades e instituciones; representa también un desafío para la ciencia, de la que se esperan explicaciones objetivas, evaluaciones rigurosas y soluciones eficaces para enfrentar los riesgos y mitigar los impactos. Para muchas personas resulta evidente que disciplinas como la epidemiología, la microbiología y, en general, todas aquellas relacionadas con posibles aplicaciones médicas tienen un papel fundamental en el combate a este enemigo desconocido, invisible y letal… pero, ¿tienen algo que ofrecer las ciencias sociales?
Más que elaborar una respuesta abstracta, la ilustro con dos ejemplos de estudios realizados en El Colegio de la Frontera Norte (El Colef), la institución donde trabajo. En ambos casos, la premisa básica es que, si bien la infección opera mediante un mecanismo biológico a nivel molecular, el contagio se realiza fundamentalmente por interacción social. De ahí que el estudio de las interacciones sea tan importante para prevenir la enfermedad y reducir sus impactos.
El primer ejemplo es el de un estudio sobre las condiciones de vulnerabilidad de los migrantes hospedados en albergues en las ciudades fronterizas del norte de México, liderado por Marie Laure Coubés y Laura Velasco. En la región fronteriza una de las poblaciones más vulnerables es la de los migrantes en tránsito y mexicanos deportados de los Estados Unidos, pues a la precariedad de su situación económica, social y vital se han agregado últimamente los estragos causados la política de contención desplegada por los gobiernos de Estados Unidos y México.
La dimensión del drama humano y social se puede atisbar mencionando que tan solo en los últimos cinco años las ciudades fronterizas recibieron más de 200 mil mexicanos residentes en Estados Unidos que fueron deportados, y más de un millón de migrantes de otros países, incluyendo Cuba, Haití y los países del triángulo norte de Centroamérica, que llegaron a la región para intentar cruzar a Estados Unidos.
Ante el estallido de la pandemia, en unas cuantas semanas el grupo de El Colef reunió y analizó información para elaborar una caracterización de los albergues a lo largo de toda la franja fronteriza, y generar propuestas de acción que permitiesen disminuir los riesgos de contagio. El estudio incluyó la identificación de los 90 albergues que operan en las ciudades de la frontera, el análisis de su organización, infraestructura, servicios, población atendida y, específicamente, los factores de riesgo que incrementan su vulnerabilidad ante la covid-19.
Poco más de un año antes, ese mismo grupo había desplegado un amplio y veloz operativo de campo para elaborar un reporte sobre la llegada masiva de migrantes centroamericanos, en la llamada Caravana Migrante, que arribó a la frontera a fines de 2018 y principios del año 2019.
En esa ocasión, se analizaron las características sociales y demográficas de las personas migrantes, sus condiciones de salud, la dinámica social de la organización al interior de la Caravana y las capacidades institucionales para responder a la emergencia. Estos trabajos fueron muy pronto tomados como referencia para apoyar sus acciones por parte de diversas instancias gubernamentales, organismos internacionales y organizaciones civiles, además de que nutrieron el debate público con información objetiva y sistemática.
Otro grupo encabezado por Roberto Sánchez realizó, también en un tiempo muy corto, un estudio sobre la vulnerabilidad social a la covid-19 en los municipios de Baja California. Basado en la evidencia de que este tipo de eventos catastróficos tienen un impacto desproporcionado en los estratos socioeconómicos bajos, el estudio se centra en los determinantes socioeconómicos de la pandemia y busca identificar las causas subyacentes de la vulnerabilidad.
La metodología de este trabajo se centra en un índice de vulnerabilidad que permite geolocalizar a la población vulnerable en los espacios urbanos, a fin de orientar más eficazmente las acciones públicas y sociales que buscan reducir el contagio a la covid-19. El índice incluye nueve variables y permite elaborar mapas de localización de la población en situación vulnerable, a nivel de manzanas.
Además de generar recomendaciones específicas sobre el tipo de información y de apoyos que conviene canalizar hacia las zonas de más alta vulnerabilidad, el estudio identifica las vialidades primarias y secundarias, las rutas de transporte público y las zonas pavimentadas que ayudan definir las mejores rutas de acceso a las zonas vulnerables.
A los pocos días de publicados los resultados, las autoridades de salud del estado de Baja California, así como varios gobiernos municipales, empezaron a utilizar el trabajo como instrumento para sus acciones preventivas, con la asesoría del grupo de investigación de El Colef.
Estos ejemplos tienen al menos dos elementos en común: se trata de estudios con propósitos prácticos, diseñados y realizados en tiempos muy breves, para proponer soluciones a problemas específicos y urgentes; pero, además, se trata de trabajos fundamentados en una sólida base conceptual y metodológica que involucra a varias disciplinas académicas de las ciencias sociales.
No solo se trata de poner el corazón y la buena voluntad por delante, sino de utilizar herramientas analíticas y técnicas rigurosas en la búsqueda de soluciones prácticas a problemas de gran relevancia social. Se trata de ciencia en acción.
Los trabajos aquí mencionados pueden consultarse en el micrositio de El Colef sobre covid-19 https://www.colef.mx/covid19/
Fuente: México es Ciencia