De acuerdo con Daniel Juárez Cossío, la imagen que se tenía de los asentamientos mayas era de espacios en donde los sacerdotes solamente acudían a hacer grandes ceremonias
El arqueólogo Daniel Juárez Cossío dictó la conferencia Yaxchilán, la ciudad donde el cielo se rasga. Así, esta zona arqueológica, rodeada por “el caprichoso meandro del Usumacinta”, protagonizó la nueva sesión del ciclo “La arqueología hoy”, coordinado por Leonardo López Luján, miembro de El Colegio Nacional. La conferencia se realizó de forma presencial en el Aula Mayor de esta institución y se transmitió por las redes sociales de la misma.
Durante su disertación, el investigador Daniel Juárez Cossío ofreció un amplio recorrido por las exploraciones, el trabajo de los epigrafistas y los cambios discursivos que se han dado con el paso de los años.
La charla tomó como punto de partida el trabajo que desarrolló el epigrafista Enrique Berlín, a mediados del siglo XX, para entender una serie de inscripciones mayas que parecen aludir al nombre de las ciudades donde fueron encontradas. Por ejemplo, en Yaxchilán se encontró un glifo que significa “cielo hendido”, “cielo partido” o “donde el cielo se rasga”.
Muchos de los investigadores y de los epigrafistas de esta primera generación, de la que Enrique Berlín y Tatiana Proskouriakoff forman parte, le dieron un giro a la visión de los mayas, dado que, tradicionalmente, la imagen que se tenía de los asentamientos mayas era de espacios en donde los sacerdotes solamente acudían “a hacer grandes ceremonias”.
“Hay glifos emblemas que hacen más alusión a los linajes dinásticos y a los linajes de los gobernantes que al propio sitio; sin embargo, en el caso de Yaxchilán todo parece indicar que sí funcionaba no solamente para designar al linaje”.
Durante su presentación, el investigador describió imágenes de estelas y dinteles que hacen alusión a esos elementos. “En uno de los primeros trabajos de interpretación epigráfica, se proponía que el linaje dinástico de Yaxchilán venía de otra región”.
Una de las transformaciones principales se dio con la creación del Centro de Estudios de Cultura Maya, espacio fundado por el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier, donde se encontraron una serie de patrones muy interesantes en los glifos, “a los cuales va a designar como glifos nominales y glifos de eventos nominales”, que parecen aludir a nombres de personajes.
“Entonces aquí damos una vuelta de tuerca a esa vieja concepción, y se empieza a discutir si las inscripciones en realidad tienen un contenido de carácter histórico más que de carácter religioso, como habían planteado los primeros epigrafistas, al pensar que se conmemoraban fechas astronómicas, grandes ciclos y que no tenían que ver nada con la realidad histórica de los antiguos mayas”.
De acuerdo con Daniel Juárez Cossío, actualmente curador de las colecciones mayas del Museo Nacional de Antropología, este descubrimiento, sobre todo impulsado por Tatiana Proskouriakoff, es significativo porque a partir de él surge una nueva generación de epigrafistas.
A pesar de que “uno de los trabajos de la década de los años 70 entre los epigrafistas es el descubrimiento de dos gobernantes, a quienes Tatiana llama como Escudo Jaguar y Pájaro Jaguar, quienes hacen relatos de poder, de sus alianzas, incluso matrimoniales”. Uno de los grandes problemas, de acuerdo con Daniel Juárez, es que algunos de estos vestigios arqueológicos terminaron fuera del país.
Desde la perspectiva del colegiado Leonardo López Luján, en esta lectura que se da a la epigrafía e iconografía se ve una verdadera obsesión por las sucesiones dinásticas, por la entronización y “nos muestran precisamente a los señores del sitio, a los gobernantes, no sólo como grandes conquistadores guerreros, sino como grandes devotos”.
“A lo largo de los siglos se repite una y otra vez: no hay un mensaje de otro tipo más que la religión y la guerra, que es la que ocupa a los gobernantes, y no aparecen realmente en esos monumentos escultóricos escenas de la vida cotidiana o de otros aspectos de la sociedad, sino que nos hablan casi exclusivamente de los gobernantes y de las dinastías de las cuales formaban parte”, reconoció el arqueólogo.
“Yaxchilán me trae grandes recuerdos: en 1984 y 1985 tuve la enorme fortuna de ser ayudante de Daniel Juárez Cossío y del arqueólogo poblano Roberto García Moll, entonces director del proyecto Yaxchilán, del Instituto Nacional de Antropología e Historia”, recordó Leonardo López Luján.
Fuente: El Colegio Nacional