Algún día, quizá bastante cercano, la gasolina que usemos podría proceder del dióxido de carbono extraído directamente del aire en exteriores en vez del petróleo bombeado del subsuelo. Al retirar dióxido de carbono de la atmósfera y convertirlo en nuevos combustibles, unos ingenieros de una firma canadiense han demostrado la viabilidad técnica de una forma rentable, y adaptable para su uso a gran escala, de recortar grandemente la presencia de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, una presencia excesiva y que aumenta preocupantemente por culpa de las emisiones de ese gas derivadas de actividades humanas.
La tecnología de captura directa de dióxido de carbono en el aire funciona casi exactamente como suena. Ventiladores gigantes llevan al aire ambiental a entrar en contacto con una solución acuosa que atrapa el dióxido de carbono. A través de su calentamiento y de un puñado de reacciones químicas bien conocidas, ese dióxido de carbono es extraído y preparado para un uso adicional, como fuente de carbono para producir sustancias valiosas como combustibles, o simplemente para ser sepultado en el subsuelo de un modo que le impida regresar a la atmósfera. No es solo una teoría: en unas instalaciones de captura y procesamiento de dióxido de carbono en la Columbia Británica de Canadá se está ya consiguiendo tanto la captura de CO2 como la generación de combustible a partir de él.
La idea de la captura directa de aire no es nueva, pero la puesta en marcha exitosa de una planta piloto funcional rentable y ampliable para operar a gran escala sí lo es. Después de llevar a cabo análisis y cálculos minuciosos, el equipo de David Keith, fundador y científico jefe de la empresa canadiense Carbon Engineering, así como profesor de la Universidad Harvard en Estados Unidos, estima que hacer realidad la captura directa de CO2 del aire a una escala significativa costará aproximadamente entre 94 y 232 dólares estadounidenses por tonelada de dióxido de carbono capturado, mucho más barato que lo estimado en diversos análisis teóricos, donde se han barajado cifras de hasta 1.000 dólares por tonelada.
El nivel de precios alcanzado por el equipo de Keith es lo bastante bajo para que la captura directa de CO2 del aire pase del laboratorio a la calle, pudiendo capturar aproximadamente la quinta parte de las emisiones globales de carbono debidas al transporte de personas y mercancías.
Los combustibles obtenidos con el dióxido de carbono capturado mediante el nuevo sistema incluyen gasolina, gasóleo y combustible para aviones, y son compatibles con las infraestructuras actuales de distribución y transporte.
Fuente: noticiasdelaciencia.com