Después de superar un cáncer, no hay que bajar la guardia. No en vano en torno a la mitad de los cánceres presentan recaídas. Lo que hace que resulte tan difícil eliminarlos es que basta que una única célula aislada salga indemne de un tratamiento con quimioterapia, o de una intervención quirúrgica, para que el enemigo se salga con las suyas y vuelva a invadirnos. Eso implica que no puede quedar ni uno. Y no es fácil. Sobre todo si, además de extirpar el tumor, queremos preservar el tejido sano que le rodea intacto.
O más bien deberíamos decir que no es fácil si miras con ojos humanos. Porque la cosa cambia si escudriñas el cáncer con ojos de mariposa. Que es justo lo que han hecho Viktor Gruev y sus colegas de la Universidad de Illiniois (EE UU). Conscientes de que tener la visión de estos insectos haría a los oncólogos casi infalibles dentro el quirófano, han diseñado una cámara inspirada en la bella mariposa Morpho. Porque sus ojos compuestos contienen nanoestructuras que permiten ver a la vez en colores, como nosotros, y en el infrarrojo cercano.
¿Pero por qué les interesa a los oncólogos el infrarrojo? Muy sencillo. Hace unos años, científicos de la Universidad de Massachusetts (EE UU) diseñaron un sistema capaz de colorear específicamente las células tumorales para facilitar la vida a los cirujanos.
Solo que las tenían con sustancias fluorescentes, que solo se ven con una lámpara de infrarrojos y con luz tenue. En otras palabras, no eran visibles simultáneamente a la imagen normal de la incisión y los órganos abiertos. Había que ir alternando visión normal y visión infrarroja para comprobar si quedaban restos de tejido tumoral antes de dar por terminada la intervención.
Con ojos de mariposa no tendríamos ese problema. Porque alternan fotorreceptores de ambos tipos (espectro visible e infrarrojo) muy próximos para una visión simultánea de ambas longitudes de onda. De hecho, imitando su óptica natural, la cámara de Gruev permite a los cirujanos ver fluorescencia en el infrarrojo incluso con la luz normal propia de las salas de operaciones.
Así pueden manejan el bisturí a la vez que le “sacan” los colores del enemigo. Con la triple ventaja de que el invento pesa menos que una pila, apenas ocupa espacio y que su coste de fabricación es de 20 dólares. Claramente asequible para cualquier hospital.
Su debut ha sido espectacular. Cuentan los investigadores en la revista especializada Optica que con la nueva herramienta han conseguido detectar cánceres en animales, y también evaluar a simple vista en qué fase se encuentra un tumor de mama humano. Los resultados superan a los de cualquier otra cámara de fluorescencia usada hasta ahora. “Bajo la luz brillante del quirófano, nuestro instrumento es mil veces más sensible a la fluorescencia que los dispositivos aprobados para la cirugía guiada por infrarrojos”, recalca Gruev.
¿Que hay un par de células cancerosas escondidas en los nódulos linfáticos, esperando a que se despeje el campo para contraatacar? La cámara las detecta y, ¡voilà!, los cirujanos acaban con ellas. Y encima hace visible las células cancerosas en las profundidades de los tejidos, y no exclusivamente en la superficie. Los investigadores auguran una importante revolución en el tratamiento melanomas y cánceres de próstata, cuello y colon, entre otros.
Fuente: Tecnoxplora