Argentina está a un paso de aprobar el primer trigo transgénico del mundo. La inminente decisión ha generado no sólo la resistencia de los ambientalistas, en un país que es el tercero con más superficie sembrada con cultivos genéticamente modificados, sino también oposiciones de otros grandes productores del cereal, que temen la pérdida de mercados.
El trigo HB4, más resistente a las sequías gracias a un gen del girasol, ya tiene aprobadas las distintas instancias regulatorias técnicas. Fue desarrollado por la Universidad Nacional del Litoral y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, y su patente fue adquirida por la empresa Bioceres.
Sin embargo, la aprobación final quedó en suspenso en espera de la decisión del presidente de la nación, debido a que la Secretaría de Agroindustria alertó de la posible pérdida de mercados de exportación (más de US$1.000 millones anuales) para el trigo tradicional por posible contaminación y por la resistencia social a los transgénicos.
Desde la propia empresa y la Secretaría de Ciencia, que avaló la transgénesis, creen que pronto se llegará a su aprobación, aunque en cierto modo restringida a una solución de consenso entre los actores involucrados.
“Buscamos obtener el estatus de desregulado sin difusión comercial, tener el aval de las autoridades acerca de la seguridad del cultivo pero con el compromiso de no difundirlo ni comercializarlo hasta tanto los países de destino lo acepten”, dijo Francisco Ayala, líder de producto de Bioceres.
En otras palabras, esto le permitiría a la empresa obtener la comercialización en un futuro aún no determinado.
Ayala agregó que hay trámites similares iniciados en Uruguay, Paraguay y Brasil, así como ante la agencia competente de los Estados Unidos (la FDA, Food and Drug Administration), pero que la aprobación en el país de origen resulta vital.
En tanto, Lino Barañao, secretario de ciencia, expresó a SciDev.Net que “tarde o temprano se tiene que aprobar, pero lo que no queremos es provocar un perjuicio por tener el liderazgo mundial. Es la inversión del Estado de más de una década [en investigación] y si lo comercializamos demostramos que la ciencia básica también reditúa para el país. Es un caso testigo y por eso le damos prioridad”.
Más allá de las dudas por las posibles consecuencias económicas negativas del trigo HB4, también se mantiene la resistencia de los grupos ambientalistas que dicen que aumentará las cantidades industriales de herbicidas que ya se lanzan sobre los campos argentinos.
“Este nuevo trigo no sólo viene con resistencia a la sequía sino también con resistencia al glufosinato de amonio, que es más tóxico que el glifosato y se aplica en invierno, lo que garantiza veneno los doce meses (el resto del año, para soja y maíz)”, dijo Carlos Vicente, de la ONG internacional Grain. Cree que su lanzamiento se puede frenar, “pero va a ser duro”, aseguró a SciDev.Net.
El glufosinato de amonio es un herbicida órgano-fosforado de amplio espectro usado para combatir malezas en el cultivo de algodón, maíz, trigo, cebada, soja entre otros. Su uso está aprobado en 82 países.
Grain y otras organizaciones han lanzado una campaña de recolección de firmas para evitar la aprobación del trigo transgénico, donde se recalca que no hubo debate público. “Los transgénicos de tolerancia a herbicidas (y este trigo lo es) multiplican el consumo de herbicidas”, reclama el documento.
En este punto, Barañao acepta que hay un problema: “No hay evidencia de peligro para la salud si se usa el glufosinato en condiciones normales, en las dosis previstas, con los sistemas de aplicación aprobados y lejos de centros urbanos. Pero muchos productores aumentan las dosis, eso es lo preocupante. Es un problema mundial porque estamos perdiendo la batalla contra la evolución ya que las malezas y los insectos cambian más rápido que las herramientas para controlarlos”, expresó.
En ese sentido, dijo que la sustitución de herbicidas por insumos con principios biológicos tiene futuro en Argentina. “Esto que hoy es un requisito para la agricultura orgánica puede llegar a ser pronto un requisito para toda producción de alimentos”, indicó.
Para Ana María Vara, del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini de la Universidad Nacional de San Martín, “hay una percepción de que [la transgénesis] es una tecnología de alto riesgo, como la energía nuclear, y ha sido resistida por los consumidores especialmente en Europa, porque también se ve asociada a las megacorporaciones”.
Pero a su vez, como país exportador, Argentina ha adoptado a los transgénicos porque favorecen a los productores, siempre con aprobaciones en espejo con Europa, algo que si no se asegura en este caso –dice Vara– pondría en peligro los mercados internacionales.
Fuente: scidev.net