“El alcohol ha formado parte de mi vida desde siempre. Tomé mi primer trago cuando era un adolescente que crecía en Winnipeg. De joven estudié medicina y comencé una carrera de investigación en Nairobi, Kenia. En aquellos viajes entre Canadá y Nairobi, el whisky se convirtió en mi bebida más frecuente. Estuve allí al comienzo de la epidemia africana del VIH y junto a mi equipo, investigamos mucho y salvamos millones de vidas, pero fue una montaña rusa de emociones. Durante aquel tiempo, bebí whisky para todo… para celebrar, para relajarme, pero sobre todo para luchar contra el estrés, la ansiedad, la decepción y el dolor”.
Estas son las propias palabras del Doctor Frank Plummer, un médico e investigador experto en el virus del SIDA, reconocido mundialmente y Director del Laboratorio Nacional de Microbiología de Canadá. Durante muchos años la vida de Plummer se iniciaba con un café y una ducha rápida, y finializaba con varias copas de whisky a lo largo del día.
Un historial familiar con antecedentes de enfermedades hepáticas y un consumo de alcohol durante varias décadas terminaron de golpear su hígado, desarrollando insuficiencia hepática crónica. La única tabla de salvación que le quedaba era un trasplante… y lo consiguió.
“Después de unos años viviendo al borde de la muerte, tuve la suerte de recibir un trasplante de hígado al poco tiempo de trasladarme a Toronto. El trasplante fue un éxito y me mantuvo con vida para trabajar en varias publicaciones y continuar con mi investigación del VIH. Pero, pronto volví al whisky para llenar un vacío en mí”.
Incluso después del trasplante, Plummer seguía bebiendo. El alcohol que durante años se había convertido en su método de evasión del estrés y la ansiedad, ahora lo había atrapado como adicción. “Probé todo tipo de terapias… programas de rehabilitación residencial, grupos de apoyo, asesoramiento personal sobre adicciones, medicamentos. Me ayudaron por un tiempo pero siempre volvía a recaer en mi antiguo consumo de whisky. Entonces, mi hígado trasplantado, comenzó a enfermar también. Como médico y científico, decidí buscar una solución clínica más sólida, tal vez una que aún no se hubiera descubierto”.
Es aquí cuando surge una oportunidad única. Mediante la intervención de una médico amiga conocen una terapia completamente experimental que nunca se había realizado en Estados Unidos. Los estudios previos, realizados por los doctores Peter Giacobbe y Nir LIpsman, mostraban buenas expectativas pero aún no se había realizado un solo ensayo clínico en pacientes reales.
Este tratamiento experimental contra la adicción se desarrolló en el Sunnybrook Health Science Center de Toronto, y consiste en implantar unos electrodos en el cerebro, unidos a un dispositivo similar a un marcapasos que estimula neuronas situadas en el núcleo accumbens, con una relación directa con la secreción de dopamina.
En diciembre de 2018, los doctores realizaron la operación. Frank Plummer se encontraba despierto y relajado durante toda la cirugía. Los doctores perforaron dos agujeros en la parte frontal de su cráneo e implantaron los electrodos.
Se ha cumplido un año de aquella operación y ahora, en diciembre de 2019, Plummer reconoce que ha vuelto a la vida. “Ha pasado un año desde entonces y siento que la neurocirugía fue un éxito. Antes de la cirugía, estaba esperando morir. Ahora, planeo vivir para terminar mi libro, ver el desarrollo de una vacuna contra el VIH y ver florecer a mis hijos, hijastros y nietos”. Plummer reconoce que aún bebe un poco, pero con mucha moderación, y que ahora se siente más activo, realiza paseos y ha dejado atrás su adicción.
Un ensayo clínico con buenos resultados de un solo paciente no es nada definitivo y se necesitarán más estudios y más intervenciones, pero resulta muy interesante descubrir una nueva terapia que ayude con un problema tan extendido y preocupante como las adicciones.
Fuente: Yahoo Ciencia