Lo hacían los egipcios, los persas, algunas culturas andinas y muchas otras sociedades alrededor del mundo.
Pero también, eficazmente y de una manera mucho menos laboriosa, lo hace la naturaleza.
Hablamos de la momificación, un proceso por el cual los tejidos blandos del cuerpo se conservan aún después de la muerte.
Cuando nuestro corazón deja de latir, se inicia un proceso de descomposición del cuerpo que hace que finalmente sólo queden los huesos.
Sin embargo, y con más frecuencia de lo que nos imaginamos, en algunas ocasiones se produce lo que se conoce como momificación natural o espontánea.
Tan común es este fenómeno, que incluso está considerado en la legislación italiana, le dice a BBC Mundo, Darío Piombino-Mascali, un antropólogo de ese país que actualmente investiga los secretos médicos que guardan los cuerpos momificados en una cripta en Lituania.
«La ley italiana, por ejemplo, establece que cuando se exhuma un cuerpo en un cementerio y se descubre que no se ha mineralizado, hay que volver a enterrarlo con sustancias químicas para que sólo queden los huesos», explica Piombino-Mascali.
Pero, aunque es común, sólo se produce en circunstancias muy particulares.
“Ambiente extremo”
El contexto en cada caso puede ser diferente, pero se necesita en principio un ambiente extremo: muy cálido, muy seco o muy frío.
Tras la muerte, nuestras células comienzan a romperse y a liberar toda clase de sustancias -incluidas enzimas- que crean un ambiente ideal para las bacterias y los hongos, que se incorporan a esta mezcla y comienzan a descomponer el cuerpo.
En la mayoría de los casos, las enzimas necesitan un ambiente acuoso para trabajar.
Pero si la temperatura es demasiado alta, el cuerpo se deshidrata antes de que puedan entrar en acción las enzimas, y esto da lugar a la momificación.
«Cuando la temperatura es muy baja también puede suceder porque el frío inhibe la actividad de las bacterias», dice Piombino-Mascali. Sobre todo, si el cuerpo permanece cubierto de hielo o nieve.
Uno de los ejemplos más conocidos es del cuerpo momificado de Oetzi, el hombre de hielo que vivió hace 5.300 años en los Alpes suizos, considerado como el caso forense más viejo de la historia.
“Bajo la iglesia”
Las criptas, como las que se encuentran bajo los suelos de muchas iglesias europeas, son lugares típicos donde se produce la momificación, porque la temperatura es baja, tienen buena ventilación, y el edificio que tienen por encima las protege del agua.
Y es que la humedad, señala el antropólogo, «es la enemiga número uno de las momias»
No obstante, los pantanos (húmedos por naturaleza), son otro entorno natural que favorece la momificación.
Esto se debe a que son generalmente ambientes fríos, ácidos y anaeróbicos.
Además, muchos contienen un musgo (Sphagnum, o musgo de turbera) que crea cambios químicos que frenan la actividad microbiana, y por ende ayudan en la preservación de los tejidos.
Otro factor que influye es la composición del suelo: la arena, por ejemplo, absorbe los fluidos, mientras que la presencia de metales pesados en el suelo puede retardar la acción de las enzimas.
El material del féretro repercute (el pino puede tener propiedades que ayudan a la preservación) así como también los textiles que recubren el cuerpo y absorben los líquidos.
Por último, también depende de las características corporales de cada individuo.
Es más difícil que ocurra si el muerto tiene más grasa corporal. Y, aunque se han hallado muchas momias de niños, el proceso «es más difícil, en comparación con los hombres, ya que contienen más agua».
Fuente: bbc.com