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Tras 25 años de indagaciones, los genes de la depresión no aparecen por lado alguno

Tras 25 años de indagaciones, los genes de la depresión no aparecen por lado alguno

Centenares de investigaciones que apuntaban a que la depresión, una enfermedad tan importante como frecuente, tiene una causa genética relativamente simple están a punto de desaparecer del mapa científico, tras las conclusiones de un gran estudio que no ha encontrado relación alguna entre los 18 genes candidatos más estudiados y los estados depresivos.

El análisis se ha hecho sobre nada menos que 620.000 personas, en las que no se ha encontrado que las variantes de estos genes que se han asociado a la depresión a lo largo de los últimos 25 años lo estén en mayor medida que las de cualquier otro gen elegido al azar, de las decenas de miles que tiene el ser humano.

Los autores del nuevo análisis aseguran que los estudios previos eran incorrectos (daban falsos positivos) y que la comunidad científica debe abandonar ya definitivamente la hipótesis de los genes candidatos, informa la Universidad de Colorado. “No estamos diciendo que la depresión no sea hereditaria en absoluto. Lo es. Lo que estamos diciendo es que muchísimas variantes influyen en la depresión y que individualmente cada una tiene un efecto minúsculo”, asegura Matthew Keller, que ha dirigido la investigación. Se confirma así lo que numerosos genetistas sospechaban y se ha comprobado en otros desórdenes: en los rasgos complejos, como son la mayoría de las enfermedades y también capacidades como la inteligencia, intervienen miles de genes, que interactúan con los factores ambientales a lo largo de la vida del individuo.

“¿Cómo hemos podido gastar 20 años y centenares de millones de dólares en estudiar el puro ruido?”, se pregunta en la revista The Atlantic. Es una pregunta más bien retórica, porque la ciencia suele avanzar con pasos adelante y pasos atrás, a medida que se confirman algunas cosas y se rechazan otras, pero en este caso es verdad que ya habían sonado voces de alarma.

Para detectar la depresión en los sujetos estudiados, Keller y sus compañeros midieron muchos aspectos de la enfermedad, como el diagnóstico, la gravedad, el número de síntomas y el número de episodios. También recabaron datos sobre la experiencia vital de los sujetos, que puede influir en los episodios depresivos. Sin embargo, no encontraron relación alguna entre los genes que tenía cada uno de ellos y el riesgo de tener depresión, fuera cual fuera su experiencia, según explican en The American Journal of Psychiatry.

Otros colegas creen que el tema es tan complicado que no se puede aceptar sin más el nuevo estudio solo porque está hecho sobre un altísimo número de personas, ya que posiblemente las preguntas sobre el ambiente no fueran las correctas. A pesar de que los genetistas vienen abandonando el enfoque de genes candidatos para rasgos complejos, son sus trabajos anteriores los que han servido de base para una gran cantidad de investigaciones en otros sectores, como la psicología. Muchas de estas investigaciones se han realizado sobre muestras muy pequeñas, y se han publicado cosas como que los traumas de la infancia interactúan con los genes de predisposición a la depresión y se desarrolla la enfermedad.

El gen que históricamente se asocia más a la depresión es una versión corta del SLC6A4, relacionado con el transporte de serotonina en el cerebro, pero los investigadores también se fijaron en este reciente estudio en genes relacionados con la formación de los nervios y con el neurotransmisor dopamina, entre otros. La principal hipótesis sobre la causa de la depresión es que se trata de un desequilibrio bioquímico en neurotransmisores como la serotonina, pero esto no está claro porque los antidepresivos, en su mayoría medicamentos ya antiguos que se desarrollaron sobre esta hipótesis, tardan semanas en hacer efecto y solo son eficaces en la mitad de los pacientes, según la experta Lisa Kalynchuk, de la Universidad de Victoria en Canadá.

La conclusión es que la depresión es una condición de base muy compleja y que hay que abandonar las esperanzas de encontrar una forma fácil de diagnóstico o tratamiento genéticos. Lo que nadie dice es que haya que abandonar la investigación sobre la base genética de la depresión o de otros desórdenes como el trastorno bipolar o la esquizofrenia. Al público en general Richard Border, primer autor del artículo, avisa que hay que desconfiar de los que afirman que unos pocos genes tienen grandes efectos sobre comportamientos complejos, porque esto no es lo que sucede en la inmensa mayoría de las enfermedades más comunes.

Aunque no haya causa genética a la vista, el desarrollo de la depresión sigue siendo de sumo interés para los investigadores. Una nueva línea de investigación apunta a unas culpables, las mitocondrias, que proporcionan la mayor parte de la energía a las células. Su mal funcionamiento produciría efectos en cascada con el resultado de depresión, señala un artículo publicado en Frontiers of Neuroscience.

Fuente: publico.es

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