Aunque intuitivamente descubramos grandes diferencias entre los objetos sólidos, líquidos o gaseosos, fundamentalmente son la misma cosa: solo se diferencia en el comportamiento de las moléculas que los conforman.
Todo fue gas
Por esa razón, con el suficiente calor, todos los elementos de la tabla periódica pueden teóricamente convertirse en gas, por muy sólidos que sean antes. Si le aplicamos un poco de calor, primero pasarán a ser líquidos. Y luego, tras aplicar más calor, se convertirá en gaseoso.
Y el proceso también funciona a la inversa: si se le quita calor a un gas, podemos convertirlo en un líquido. Y si le quitamos todavía más calor, entonces se formará un sólido.
Las diferencias entre sólidos, gases y líquidos, pues, es el movimiento de las moléculas. Las moléculas de un sólido tienen posiciones fijas y apenas pueden moverse. Las de los líquidos todavía se tocan y rozan, pero tienen más libertad para deslizarse. Las moléculas de los gases son salvajes, raramente se rozan entre sí… bueno, lo hacen mucho menos que en un sólido.
Frente a lo dicho anteriormente, podemos entender mejor que la Tierra no siempre fue sólida: antes fue un gas.
Sam Kean lo explica de forma más gráfica en su reciente libro El último aliento de César al hablar de los gases:
Y cuando las moléculas de un gas se encuentran, colisionan y rebotan en nuevas direcciones, como en un caótico juego de billar en 3D. Una molécula típica de aire a 22 ºC and zumbando a mil seiscientos kilómetros por hora.
Fuente: xatakaciencia.com