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Según la ciencia, por esta razón algunas personas evitan el contacto físico

El rechazo al tacto puede estar ligado al apego, la personalidad, la cultura y experiencias de vida

Hay gestos que parecen naturales: un abrazo que se prolonga en la sala de una casa, una mano que se posa en el hombro para dar aliento, un beso en la mejilla para saludar. Para muchos, ese contacto significa cariño, seguridad o cercanía.

Pero no todos lo perciben de la misma manera. Hay quienes sienten esas manifestaciones como una invasión. La incomodidad no siempre proviene de la frialdad ni de la timidez; puede tener raíces profundas en la historia personal, en la forma de relacionarse con el mundo o incluso en cómo el cuerpo procesa las sensaciones.

Un estudio de la Universidad de Binghamton, citado por ‘Psychology Today’, mostró que el estilo de apego formado en la infancia influye en la manera en que cada persona recibe el contacto físico.

Quienes crecieron evitando la dependencia emocional tienden a rechazar abrazos y caricias, mientras que los que desarrollaron un apego ansioso pueden buscar la cercanía de forma intensa, a veces coercitiva.

El tacto, aunque es una de las formas más primitivas de comunicación, no se interpreta de manera universal. Según Emily Ives, investigadora que lideró el estudio, el contacto puede ser refugio para unos y amenaza para otros.

Personalidad y manipulación

La investigación también identificó la huella de la llamada tríada oscura: psicopatía, narcisismo y maquiavelismo. Estos rasgos de personalidad pueden llevar a que el contacto físico se convierta en una herramienta de poder.

Una caricia inesperada o un abrazo en el momento inadecuado, advierte la psicóloga Ramani Durvasula, puede usarse para marcar territorio más que para transmitir afecto.

Craig Malkin, profesor de Harvard y especialista en narcisismo, agrega que el tacto puede funcionar como un mecanismo para reforzar el control o buscar validación. En estos casos, el cuerpo del otro se convierte en un escenario donde se libra una lucha de dominio silenciosa.

Experiencias y sensibilidades

El rechazo al contacto físico no siempre se explica solo por el apego o la personalidad. Experiencias traumáticas, como el abuso físico o sexual, pueden asociar el tacto con miedo y vergüenza. Trastornos de salud mental como la depresión, la ansiedad social o el estrés postraumático también pueden volverlo abrumador.

Hay, además, una dimensión sensorial. Personas dentro del espectro autista o con alta sensibilidad pueden experimentar el roce como algo doloroso o invasivo, no por su carga emocional, sino por la forma en que su cerebro procesa los estímulos. Para ellos, un gesto tan común como un apretón de manos puede sentirse insoportable.

Más allá de lo evidente

La crianza y el contexto cultural también marcan la diferencia. En entornos donde las demostraciones físicas son escasas, los gestos de cercanía pueden resultar incómodos en la adultez. A esto se suma el temor a los gérmenes, que se intensificó durante la pandemia de covid-19 y reforzó la aversión en muchas personas.

Las consecuencias son palpables. Amistades, parejas y vínculos familiares pueden resentirse cuando uno de los involucrados necesita cercanía y el otro solo percibe invasión. No se trata de falta de amor, sino de diferencias en la manera de expresarlo y recibirlo.

El tratamiento depende del origen del rechazo. La terapia cognitivo-conductual, la desensibilización con exposición gradual o técnicas como el ‘EMDR’ ayudan a procesar traumas vinculados al tacto.

En el ámbito relacional, la terapia de pareja o familiar puede abrir caminos para que las partes comprendan las necesidades del otro y encuentren formas alternativas de intimidad. La clave, sin embargo, sigue siendo el respeto a los límites.

Hablar con claridad, no presionar y reconocer que la cercanía puede expresarse también con palabras, tiempo compartido o gestos de cuidado es fundamental. La psicología recuerda que el contacto físico no es universalmente positivo y que en la diversidad de sensibilidades está la base de vínculos más sanos y conscientes.

Fuente: eltiempo.com

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