El pasado mes de noviembre el mundo entero se conmocionaba, después de que el genetista chino He Jiankui anunciara que había modificado el genoma de dos mellizas para protegerlas de una futura infección por VIH. Para ello había utilizado la técnica CRISPR, una herramienta genética que permite “cortar y pegar” el ADN, con el fin de eliminar fragmentos indeseados y sustituirlos por otros que aporten alguna característica de interés.
Esto está dando muy buenos resultados en la industria agroalimentaria y en investigación biomédica, pero solo en ensayos in vitro o con modelos animales. La razón es que la técnica aún no se conoce con la profundidad suficiente como para poder emplearla en humanos de forma segura. Es posible que se corten fragmentos de material genético ajenos a la parte que se pretende cambiar o que la modificación de un gen dé lugar a consecuencias que no se habían predicho. Por eso, cuando Jiankui dio a conocer su trabajo, buena parte de la comunidad científica mundial manifestó su desacuerdo, tanto a través de las redes como directamente en una cumbre mundial sobre genética en la que intervino para dar a conocer lo que había hecho.
Además, no tardaron en aparecer estudios que sacaban a la luz algunos de los posibles peligros que correrían las niñas en un futuro. Uno de ellos fue publicado en junio, en Nature, por un equipo de científicos de la Universidad de California, que explicaron cómo la mutación provocada por el científico chino podría aumentar la probabilidad de una muerte temprana. Como es lógico, sus conclusiones plagaron titulares en medios de comunicación de todo el mundo, como advertencia de lo que podría ocurrir si se utilizan en humanos técnicas de ingeniería genética sin garantías suficientes. No obstante, los propios autores de aquel trabajo descubrieron más tarde que su procedimiento contaba con algunos errores, que hacían que sus resultados no fueran fiables. Por eso, no han tardado en retractarse, con la publicación en Nature de un nuevo artículo en el que se describe lo sucedido.
¿Una mutación mortal?
A través de CRISPR, Jiankui modificó el genoma de los embriones de las pequeñas para provocar una mutación en el gen CCR5, conocida como CCR5-delta32. Se sabe que esta mutación aporta protección frente al VIH. Sin embargo, existen algunos estudios que apuntan a que también puede conllevar perjuicios, como un aumento de la probabilidad de morir por el virus Influenza.
Según la poca información que el científico chino aportó sobre su trabajo a la comunidad científica, una de las niñas poseía sus dos copias del gen editadas, mientras que la otra solo tenía la mutación en una de ellas. Fue la primera la que preocupaba a algunos científicos y en la que se centraron los autores del estudio ahora retractado.
En él se analizaban 400.000 genomas contenidos en la base de datos británica UK Biobank y se concluía que las personas que tenían dos copias mutadas del gen tenían una tasa de mortalidad un 21 % más alta entre los 41 y 78 años que los que tenían una o ninguna copia. Además, llamó su atención que en este registro hubiese menos individuos con CCR5-delta32 de los que deberían ser en base a la teoría de la evolución, por lo que pensaron que podía deberse a que estas personas en promedio morían antes que la población general.
La publicación de este trabajo fue realmente polémica, tanto que varios científicos de otros centros de investigación se propusieron replicar su procedimiento. En ciencia, para que unos resultados puedan considerarse fiables es muy importante que puedan replicarse, por lo que era un punto clave para comprobar si estaban en lo cierto.
El primero en hacerlo fue el epidemiólogo Sean Harrison, de la Universidad de Bristol. No disponía de los datos del UK Biobank referentes a CCR5-delta32, por lo que optó por centrarse en variantes genéticas cercanas en el genoma, ya que las partes adyacentes del mismo tienden a heredarse juntas.
Sus resultados no cuadraban con los del equipo de Xinzhu Wei y Rasmus Nielsen, los autores del estudio de la Universidad de California. Al comprobarlo, dio a conocer lo ocurrido en su blog personal, llamando la atención de David Reich, un genetista poblacional de la Escuela de Medicina de Harvard, cuya investigación se centra precisamente en CCR5. Decidió ponerse también sobre el procedimiento de estos investigadores, hasta descubrir dónde había estado el problema. Concretamente, se basaba en que la sonda utilizada para detectar la mutación en los genomas presentes en la base de datos tenía un fallo, que impedía que detectara siempre su objetivo. Estas sondas son fragmentos de ADN que se pegan específicamente a secuencias concretas, por lo que sirven para localizarlas. Esta tenía un problema que la llevaba a cometer errores, de modo que si Wei y Nielsen detectaban la ausencia de personas con la mutación no era porque no estuviesen ahí, sino porque pasaban desapercibidas. Reich descubrió esto tras trabajar con los propios científicos de la Universidad de California, que no tardaron en tomar la decisión de retractarse del artículo publicado en junio.
Finalmente, a estos trabajos se unió un estudio de seguimiento, realizado a partir de los datos genómicos de 300.000 personas de Islandia y Finalndia, en el que tampoco se encontró evidencia de que las personas con dos copias del CCR5 delta-32 mueran antes que el resto.
Sigue siendo una irresponsabilidad
Que este estudio haya resultado ser erróneo no quiere decir que los experimentos de He Jiankui fuesen adecuados. Trabajó en un inicio a espaldas de la comunidad científica y de su propio instituto de investigación, que negó tener constancia de lo ocurrido, y puso en peligro vidas humanas. CRISPR tiene mucho que aportar a la ciencia, pero no se deben saltar pasos y, a día de hoy, todos los expertos, incluyendo a los padres de la técnica, coinciden en que es pronto para emplearla en humanos.
Además, el motivo por el que se modificó el genoma de las pequeñas no es suficiente para llevar a cabo una técnica tan peligrosa, pues existen otras vías, como el simple hecho de que en un futuro mantenga relaciones sexuales con protección. Ningún comité de bioética habría aprobado algo así.
Fuente: hipertextual.com